Capítulo 24: Promesa Cumplida

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Estaba en el lugar de siempre, esperando a Aitor. Cuando miré que un auto aparcó justo frente a mí. Era un modelo mucho menos ostentoso de lo que solía ser. La ventana del copiloto bajó y con un gesto el hombre me indicó que subiera. Me puse de pie y sin pensarlo obedecí.

—Hola, Aitor —saludé ya estando dentro, pero como siempre, él permaneció en silencio.

No sabía si era mudo, le prohibían hablar conmigo o simplemente yo no le agradaba.

Puse mucha atención de a dónde nos dirigíamos. Salimos de los límites de la ciudad y nos adentramos por un camino que no conocía. Avanzamos por el área boscosa y cuando llegamos al final, más allá de los árboles, una avioneta esperaba por nosotros. El corazón me dio un vuelco y por un momento quise acobardarme, pero recordé que Josué de alguna manera sabía lo que estaba pasando y me sentí más tranquila.

—Una avioneta... —dije con la intención de que Josué escuchara. Sabía que, además de monitorear mi ubicación, también podía escuchar lo que sucedía a mi alrededor—. ¿A dónde vamos, Aitor que necesitamos una avioneta?

Como era de esperar, el sujeto no me respondió. Bajó del auto y caminó hacia el colosal aeroplano, se detuvo en la entrada del mismo y se volvió esperando a que yo también llegara.

Cuando estuve frente a la enorme máquina, Aitor me miró amenazante.

—Dámelo —me ordenó extendiendo su mano hacia mí.

Vaya, sí que podía hablar... Supe a qué se refería, saqué el celular de mi bolsillo y se lo   entregué. Luego tragué pesado antes de subir.

***

No tenía forma saber cuánto tiempo había pasado desde que emprendimos el vuelo, pero el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte. A pesar de que la primavera estaba entrando, el ambiente todavía se percibía frío.

De repente comencé a sentir algo extraño en mi estómago, estábamos aterrizando... En el momento en el que la avioneta tocó suelo, un escalofrío me recorrió. No era momento para acobardarse, tenía una enorme responsabilidad sobre mis hombros.

El corpulento hombre bajó y me ayudó a hacer lo mismo. El paisaje frente a mí, era literalmente desierto. Levanté los ojos al cielo, vislumbrando las primeras estrellas y me abracé a mi misma tratando de aminorar el frío que traía consigo el viento.

A partir de ahí, tuvimos que caminar sobre las dunas de arena. Después de unos minutos, el piso se hizo más firme y sin esperarlo, miré a Aitor encontrarse con otros hombres. Juntos removieron una enorme roca; debajo de esta había una puerta de metal.

—Enorme roca... —dije en un susurró—, debajo puerta de metal. 5 hombres...

Naturalmente entramos por la abertura. Mientras bajaba los escalones, me sorprendió ver como todo estaba tan bien adaptado. Cuando llegamos al final, Aitor me pidió que esperara y se marchó...

El solo hecho de pensar que me encontraba a varios metros bajo tierra, quiso disparar mi ansiedad, pero como pedidas, las palabras de mi padre llegaron:

<<Pero algún día, oruguita, te convertirás en una hermosa mariposa... y volarás lejos de mí para cumplir con tu divino propósito.>>

<<Divino propósito...>> pensé <<Señor...>> oré a Dios <<Ayúdame a cumplirlo>>

Aitor regresó y me indicó que lo siguiera. A lo lejos, se escuchaba una música pegajosa, como si se tratara de una fiesta. Llegamos hasta una puerta de caoba y cuando él la abrió, me topé con la orgía más grande y espantosa que mis ojos habían visto.

Luché por no cerrar los ojos y demostrar que estaba asustada. Los gritos desgarradores de una mujer me hicieron volverme y me di cuenta de que, quien se los provocaba era Rodrigo. No daré más detalles de lo que estaba viendo, porque es muy fuerte y verdaderamente horrible.

Rodrigo alzó la vista y me miró, casi me atraganto. Sonrió de forma maliciosa y me indicó con los dedos de su mano que me acercara. Disimulando el temblor en mis piernas, comencé a caminar.

Él se levantó y terminó de acortar la distancia. Con sus manos llenas de sangre me tomó por el cuello con violencia y me besó. Lancé un gemido de dolor y entonces me liberó.

—Bienvenida... —volvió a sonreír—. Quítate la ropa —me ordenó, clavando sus pupilas dilatas sobre las mías.

La misma mujer de antes volvió a gritar por piedad y Rodrigo le propicio un fuerte golpe que la dejó inconsciente. La respiración se me alteró al enfocar con claridad su rostro. Era Samanta...

Él se acercó de nuevo a mí.

—Dije que te la quites... —y ante mi falta de respuesta, miró a su secuaz—. Aitor, ayúdale.

El corpulento hombre no tardó en poner sus sucias manos sobre mí y comenzar a desvestirme. Cerré los ojos esperando lo peor...

De pronto, una explosión se escuchó y todo el lugar empezó a estremecerse.

—¡IDIOTA! —gritó Rodrigo saliendo del asombro—. ¡TE SIGUIERON!

La música paró y rápidamente algunos comenzaron a vestirse, mientras otros, estaban tumbados sobre distintos lugares, bajo el efecto de algún tipo de droga.

Rodrigo no paraba de maldecir, mientras daba órdenes para su presunta huida... Ya se iba cuando se giró hacia mí.

—Ven —me dijo, pero no me moví. Entonces él lo entendió—. ¡Maldita, p*rra! ¡Tú fuiste la que los trajo! —mostró los dientes tal como una fiera enfurecida—. ¡Aitor! ¡Dame tu arma!

Pensé que mi vida terminaría en ese momento...

La puerta se abrió de súbito y al instante varias personas con pasamontañas y armas, invadieron el lugar. Mis ojos se cruzaron con unos que ya conocía y una sensación de nostalgia me invadió, pues pensé que no volvería a verlos.

—¡Suelta el arma! —la voz de Josué sonó con firmeza y autoridad.

Rodrigo se rió estruendosamente.

—¿Quién te crees para darme órdenes, Imbécil? —volvió a apuntarme con el arma y la cargó.

Era un momento lleno de tensión, todos apuntaban a Rodrigo y sus secuaces, él me apuntaba a mí.

—Desde el principio —me dijo con rabia—, supe que me traerías problemas... ¡Pero hasta aquí llegaste, maldita! —apretó el gatillo.

***

Mis ojos seguían apretados por el miedo y también por la presión que me ocasionaba el peso de la otra persona sobre mí. Lentamente quien me había cubierto de la bala, se hizo a un lado y cuando abrí los ojos, descubrí a Josué doblado por el dolor del impacto... Me atreví a ver más allá y Rodrigo yacía en el piso desangrándose; Aitor y los demás, estaban siendo arrestados.

—Te dije... —pronunció con dificultad el hombre a mi lado— que te cuidaría... —y se desmayó.





💌Notita:
¡Uff! qué fuerte...


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Tesoro Escondido © (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora