Capítulo 31: Apagar La Llama a Tiempo

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Cuando menos lo pensé, Josué estaba en el piso y con la nariz sangrando. Mi madre le había propiciado un fuerte golpe.

—¡Mamá! —grité.

La doctora Rivera y algunos enfermeros llegaron a la escena.

—¿¡Cómo pudiste, Josué!? —lo señaló totalmente encolerizada—. Te dimos la confianza, te abrimos las puertas de nuestra casa, y ¿así nos pagas?

—Mama, por favor...

—¡Tú cállate! —apretó los dientes y siguió a mirando con furia al pelinegro.

Estaba a punto de volver a darle otro golpe, cuando la detuvieron. Un enfermero ayudó a Josué a pararse y limpiar su rostro.

—Elisa, tranquilízate —advirtió, Rivera.

No imaginé que mi madre reaccionaría de aquella manera. Rivera se la llevó de la habitación y más adelante, cuando ya estuvo más tranquila, volvió... Josué estaba recargado en la pared y sostenía una compresa fría sobre su rostro.

—Mamá... —dije dubitativa al mirarla parada en la entrada.

—¿Por qué no me lo dijeron antes?

—Elisa...—dijo el pelinegro que ya se encontraba incorporado—. Voy a casarme con Stephanie y me haré cargo de ella y del bebé.

Mi madre cerró los ojos unos segundos y respiró con profundidad.

—Y ¿por qué tuvieron que esperar a esto para casarse? —vi la aflicción en su mirada—. Aarón y yo hubiésemos aceptado gustosos la relación. Creí que tenían claro lo que al Señor le agrada...

—Y lo tenemos —dije—, pero esto pasó mucho antes, cuando todavía no me importaba agradar a Dios.

Desvió la mirada hacia él.

—¿A ti tampoco te importaba? —preguntó con recelo.

Sabía que, desde hacía años, mi madre le había hablado del Señor a Josué. Y aunque nunca asistió a una congregación como tal, sí que llegó a desarrollar una relación con el creador. Ayunaba, oraba y leía la biblia en intimidad y cada que tenía alguna duda o inquietud, mis padres se encargaban de orientarlo. Siempre estuvieron al pendiente de su crecimiento espiritual, pero nunca lograron que aceptara congregarse, hasta que él mismo lo decidió, aquel día, cuando nos encontramos en el templo.

—Madre, él no...

—La amo —interrumpió Josué—. Y voy a resarcir el error —me miró incitándome a que guardara silencio—. Nos casaremos cuanto antes.

—Bien —dijo ella aceptándolo—. Pero primero Stephanie debe recuperarse. Rivera me dijo que estuvo a punto de perder a mi nieto.

—Sí —asintió él—. Debe guardar absoluto reposo por un tiempo.

***

Me dieron el alta hasta el día siguiente y volví a casa. Inmediatamente mi tía Melissa fue a visitarme... Cuando mi madre nos dejó solas, me hizo el tan temido comentario.

—Corazón, tu madre estuvo hablando conmigo y me dijo que, Josué es el padre del bebé.

Los nervios se me pusieron de punta, porque ella sabía lo que había pasado con Mateo, y aunque yo no estaba segura de quién era el padre, no quería siquiera que tuviera la suposición en su cabeza.

—Sí —respondí segura—. Él es el padre.

Pensé que iba a juzgarme, pero no lo hizo.

—También me dijo que se van a casar —sonrió—. Me da gusto que asuman juntos la responsabilidad —suspiró—. Hoy en día los jóvenes solo quieren sexo sin asumir las consecuencias.

Tesoro Escondido © (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora