Capítulo 27: Otra Promesa

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La reunión terminó, pero yo todavía seguía en el altar. Sabía que en algún momento debía levantarme, pero me sentía tan bien, que quise quedarme un poco más.

Alcancé un pañuelo y me limpié las narices. Elevé unas últimas palabras a mi Padre y me levanté. Me di la vuelta para ir en busca de mi madre y me encontré con él. Josué estaba parado a mitad del pasillo.

Me quedé en vilo por un momento, hasta que su sonrisa me hizo reaccionar y también sonreí. Poco a poco ambos comenzamos a caminar hacia el otro, hasta que nos alcanzamos.

—Josué... —pronuncié a penas, aunque quería decirle tantas cosas. Relamí mis labios y tragué antes de hablar—. ¿Cómo estás?

—Ahora muy bien... —su apacible sonrisa seguía presente.

—Qué bueno... —solté un suspiro inesperado y desvié la mirada. Por algún motivo estaba nerviosa, muy nerviosa.

—¿Cómo estás, tú?

Regresé mis ojos a él.

—Mejorando... —uní mis labios y sonreí—. Ya sabes, ahora estoy en un lugar mejor.

—Sí... —asintió—. Yo también.

Su mirada me intimidaba, así que bajé la cabeza. No era necesario preguntar por qué él estaba ahí, con toda seguridad, mi madre lo había invitado.

—¿Me acompañarías a tomar algo?

—Sí —volví a mirarlo—. Me encantaría.

Se hizo a un lado.

—Después de ti, Bella...

Y por primera vez, no me molestó que me llamara de aquella manera.

***

—¿Y este auto? —pregunté, pues nos encontrábamos en nada más y nada menos que en un Ford clásico de 1930.

—¿Te gusta? —su sonrisa ladeada provocó estragos en mi estómago. ¿Qué me estaba pasando?

—Mucho.

—Es un pequeño estímulo de la agencia, por mi trabajo.

—Wow...

—¿Nos bajamos?

Asentí.

Como todo un caballero, bajó primero y me abrió la puerta. Antes habíamos pasado por un café express, así que, con nuestras bebidas en mano, nos dirigimos a una banca de aquella bella plazuela.

Estuvimos un tiempo en silencio. De los nervios le di interminables bebidas a mi café hasta que me lo acabé, mientras él lo saboreaba lentamente.

—Que lindas flores crecen aquí —rompió el hielo.

Di un vistazo a nuestro alrededor. Era cierto, muy lindas.

—Sí... Me encanta la primavera. Es mi estación favorita.

—¿De verdad? La mía también.

Nuestros ojos se encontraron y sentí un estallido de emociones en mi interior. Por un tiempo ninguno de los dos interrumpió ese contacto que comenzó a robarme el aliento.

—Gracias... —logré articular—. Gracias por salvarme.

El intenso intercambio de miradas continuó y de pronto él desvió la suya, cerró los ojos y respiró profundo, luego los abrió y alcanzó mi mano con delicadeza. Su tacto me provocó un escalofrío que se disparó por todo mi cuerpo.

Tesoro Escondido © (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora