Capítulo 26: ¿En Dónde Estás?

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Me llevé la mano a la boca y comencé a morderme las uñas. ¡Parecía que era yo la que estaba ahí, pendiendo en la nada! Gracias a Dios que no me habían elegido.

-Uno... -comenzó a contar Ramsés-. Dos...

-¡ESPERA! ¡ESPERA! -gritó mi tía.

El pastor le acercó el micrófono con el stand.

-Dime, Melisa ¿quieres decir tus últimas palabras?

Todos reímos. Bueno, no todos...

-¿Puedo cambiar de caja?

-Mmmm... Espera -se giró hacia nosotros-. ¿Qué dicen, familia?

Y como si nos hubiésemos puesto de acuerdo, se escuchó a coro:

-¡NOOO!

-Ya los escuchaste -canturreó con gracia y luego tomó una falsa postura seria-. Tienes que asumir las consecuencias de tus actos, hermana.

Volvimos a reírnos.

Esas últimas y sencillas palabras retumbaron en mi cabeza: "Asumir las consecuencias de tus actos".

-Uno... -comenzó de nuevo a contar-. Dos... -los miré apretar la cuerda con sus manos.

Y es que el detalle con Ramsés era que, los que no hubieran elegido bien, no solo se irían hasta el fondo. Sino que seguramente habría una sorpresa esperándolos.

-¡Tres! -las cuerdas fueron aflojadas.

Todo sucedió muy rápido. Kikín se fue hasta el fondo, levantando una nube de polvo blanca; Melissa quedó de pie y la caída de Mateo salpicó mucha agua.

Las risas y los aplausos llenaron el auditorio. Tratando de mantener la compostura, Ramsés se acercó a cada uno para entrevistarlos.

-¿Qué pasó, Mateo?

Pero el castaño no pudo responder, estaba que se moría de risa.

-¿Cómo está todo allá arriba? -extendió el micro.

Melisa tomó el aparato.

-Esto -señaló la caja sobre la que estaba parada-, se llama tomar buenas decisiones. Eso -señaló hacia Mateo-, se llama justicia divina.

Explotamos en más carcajadas. ¡Cuánta razón tenía!

-Y usted jovencito... -le preguntó a Kikin, que seguía quitándose de la cara y el cabello lo que parecía ser harina.

-Mala decisión, brother... -contestó.

Los chicos del staff volvieron a subir y mientras los ayudaban, Ramsés se dirigió a nosotros.

-Fíjense bien familia, yo no les dije que no podían mirar dentro de las cajas...

-¡PERO TAMPOCO QUE SÍ! -gritó Mateo.

-Hay que ser oportunista, hermano -le respondió-. No te preocupes, los chicos te darán ropa... Ponme el texto de nuevo, por favor -le pidió a la chica de multimedia.

Volvimos a leer en voz alta:

"Seré la piedra principal y serviré de base al edificio.

El que confíe en mí, jamás será avergonzado"

-¿Dónde estás parado? -preguntó Ramsés-. ¿Sobre qué estás sosteniendo tu vida? -guardó silencio invitando a la reflexión-. ¿Seguro que es un lugar firme? ¿O uno que se mueve y puede cambiar en cualquier momento?

Tesoro Escondido © (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora