Capítulo 18: Inevitable

309 82 9
                                    


A penas nos estacionamos, miré a Mateo bajar de su auto. El momento de enfrentar al castaño había llegado.

Antes de bajar, Melissa tomó mi mano.

—Puedes hacerlo —me apretó ligeramente—. Recuerda que, no hay nada que se escape de su gracia.

Estuve a punto de explotar en llanto, pero me contuve. No era momento de llorar, debía comenzar a hacerme responsable de mis actos. Yo había hecho una promesa de rectificarme y de esta manera comenzaba.

Me bajé temblando, cerré la puerta y me volví lentamente hacia él. Sus hermosos ojos me contemplaban inquietos.

—Stephanie...

Tragué.

—Mateo...

—Te he estado llamando —su voz era apacible pero seria.

—Sí...

—Necesitamos hablar.

—Sí...

—En privado.

Asentí.

***

Melissa hizo el favor de llevarme a dónde él estableció y me esperó en el auto, a una distancia prudente para darnos privacidad.

Estábamos en las afueras de la ciudad, en una explanada despejada. Mateo metió las manos en los bolsillos de su pantalón y se recargó en el maletero de su auto. Yo me abracé a mi misma, contemplando el pasto seco bajo mis pies.

Los minutos transcurrieron incómodos e inundados de silencio. Por el rabillo del ojo miré como él cambiaba cada tanto de posición y volvía a quedarse quieto. Ambos sabíamos que no era un tema fácil de tratar, pero debíamos hacerlo.

—¿Por qué...? —dijo de pronto sin mirarme.

—Lo siento...

—Eso no fue lo que pregunté.

Nuestros ojos se encontraron y vi que en los suyos había dolor, enojo, impotencia...

Y no era para menos. Atenté contra su integridad. Lo vulneré de una forma espantosa. Estaba impactada por el proceder de Rodrigo, pero yo no difería mucho. Mis ideas perversas e insensatas, mi manera egoísta de manejar las cosas, le habían arruinado la vida a él, un ser tan recto y noble... Sabía que no merecía su perdón.

Su mirada siguió sosteniendo la mía en espera de una respuesta, pero fui incapaz de abrir la boca. Por fin dejó de mirarme y solté el aire retenido.

—Hablaré con tus padres...

—¡No! —salté con desespero.

Me volvió a mirar, esta vez con latente molestia.

—Por favor... —articulé con aflicción y me acerqué un poco—. Por favor, Mateo... —le rogué—. No lo hagas...

Frunció el ceño, volviendo su expresión todavía más áspera.

—Perdóname... —las lágrimas comenzaron a agolparse en mis ojos—. Te prometo que jamás diré nada y nunca volveré a acercarme a ti.

Negó determinante y se incorporó.

—No es tan fácil, Stephanie...

—Lo sé, lo sé, pero... —comencé a llorar—, mira el estado de mi padre —sollocé—. ¿Cómo crees que lo pondría? Y mi madre...

—¿¡¡Por qué no pensaste en eso, antes de cometer semejante estupidez!!?

Me quedé congelada ante su elevado todo de voz.

—No has respondido a mi primera pregunta —tensó la mandíbula.

Los labios me temblaban y también el resto del cuerpo. Pero en medio de todo aquel caos, decidí ser transparente. Tomé un hondo respiro y enfoqué mi mirada a la distancia.

—Creí que mi madre le era infiel a mi padre... —apreté los puños y le conté mis infundadas razones.

Lo vi pasarse las manos por su cabeza con desesperación, luego cerró los ojos y respiró profundo

—Mateo, sé que soy una estúpida, la más grande de todas... Por favor, perdóname... —lágrimas seguían corriendo por mis mejillas.

Permaneció inmóvil, sopesándolo todo. Después de unos infernales minutos de incertidumbre, habló:

—Te perdono —su tono fue más bajo de lo normal.

—Entonces... —me atreví a decir—. ¿No dirás nada?

Sus ojos me miraron, esta vez con melancolía y me sentí todavía más culpable. No pude seguir mirándolo, así que bajé la cabeza.

Su celular comenzó a sonar, pero no respondió. El aparato volvió a insistir, entonces metió la mano al bolsillo de su pantalón y lo sacó. Contempló la pantalla unos segundos antes de responder.

—Dime, Elisa.

¡Los nervios se me pusieron de punta!

—No te preocupes, las medicinas llegaron. Los chicos las están clasificando.

Era un hombre admirable, lleno de virtudes y benevolencia. Mientras mi madre y yo nos ocupábamos de la situación de papá, él y Melissa se habían quedado a cargo de lo referente al centro de cuidado de ancianos... 

—Sí, ok... —asintió—. Ajá... Sarita ya no está usando oxígeno, pero Mr. Monkey tuvo una recaída... No, está estable, lo estamos vigilando... De acuerdo, nos vemos —colgó.

Entonces me di cuenta de que no diría nada. Suspiró y guardó el aparato de nuevo en su bolsillo.

—Gracias Mateo... De verdad, gracias... Te prometo que cumpliré mi palabra y nunca más volveré a acercarme a ti.

Guardó silencio unos segundos.

—Necesitas ayuda, Stephanie... Nadie en su sano juicio hace lo que tú hiciste —sus palabras me perforaron—. Pero Dios es bueno, y ha pasado por alto tú ignorancia —Hechos 17:30—, arrepiéntete y búscalo. Solo él puede salvarte... —caminó hacia la puerta del piloto, entró, puso en marcha el auto y se fue.

Me quedé de pie mirando como se alejaba... Mis rodillas perdieron la poca de fuerza que tenían y caí al suelo; inundada de angustia y desesperación continué llorando. Los pasos de Melissa se acercaron presurosos y cuando estuvo cerca, me abrazó.

No sé cuánto tiempo estuvimos así, pero derramé mi ser entero en ese lugar. De verdad estaba arrepentida, de verdad quería cambiar... No deseaba que nadie volviera a sufrir por culpa de mi maldad.



💌Notita:
Wow... Sinceramente, aún después de aceptar a Jesús como mi salvador, yo dañé a algunas personas... Podría justificarme diciendo que, todavía no era muy madura, pero eso no quita el sufrimiento que provoqué...

Me arrepentí y no solo eso, decidí JAMÁS - JAMÁS volver a hacer aquello en lo que fallé... 

Por mi estupidez, perdí a personas invaluables, pero aprendí mi lección. Y ahora, no digo que sea perfecta, pero trato de caminar en rectitud. NO ES FÁCIL, pero si no fuera por el hermoso ESPÍRITU SANTO, simplemente no podría lograrlo.


*
*
*

::Vota::Comenta::Comparte::


Tesoro Escondido © (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora