Capítulo 20: Retomando El Plan

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Mi padre siguió mejorando y nos permitieron llevarlo a casa. Aunque todavía tenía que tener cuidados muy específicos, mamá y yo, no podíamos estar más felices.

Comencé a ir de nuevo a mis clases en la universidad. ¡No perdí el protagónico! La maestra, Lulú me dijo que, se había enterado de la situación de mi padre y que no me preocupara, que el papel seguía siendo mío. Así que, de inmediato me reincorporé a los ensayos y puse todo de mi parte para ponerme al día con mis compañeros. 

También, continué yendo con la Dra. Rivera y el psicoterapeuta. Las cosas encajaban a la perfección, pues ambos trabajan en el hospital del campus; de esa manera podía consultarles sin que mis padres se dieran cuenta. La única que lo sabía, era Melissa y siempre estuvo muy cerca apoyándome. A veces, ella también me acompañaba a las sesiones... Lejos de lo que pensé, estas realmente me ayudaron.

Ahora asistía a la iglesia con muchas más ganas que antes; cada canción, cada palabra que era compartida, llegaba hasta lo más profundo de mi ser. Mi amiga Samanta siempre estaba presente en mi mente, le pedía a Dios que siguiera viva y la ayudara a salir del horrible lugar en el que estaba. Si él me lo permitía, yo también haría lo que fuera por ayudarla. 

Por otro lado, siempre observaba de lejos a Mateo... Al principio de su llegada de Medio oriente, él fue como un torbellino que servía aquí y allá, no paraba. Pero después de lo que había pasado, lo miré menguar. Por un tiempo simplemente llegaba a las reuniones, se sentaba, escuchaba y luego se iba.

No podía evitar sentirme culpable, a veces me daban ganas de dejarlo todo y hundirme en mi desgracia, desaparecer de este mundo. Tal vez así él estaría mejor... 

Y un día, sorprendentemente lo vi tomar el lugar en el altar, junto a los demás músicos. Tocando la guitarra comenzó a ministrar de una forma preciosa... cantaba y a la vez hablaba diciendo cosas que, provocaban una atmósfera estremecedora.

Entonces le admiré más y di gracias a Dios por la restauración de su vida y la que seguía haciendo en la mía.

Respecto a Rodrigo, el plan de capturarlo seguía su curso. Aunque no me había vuelto a llamar, Josué ya tenía interceptada mi línea y podía acceder a cada mensaje o llamada que entraba, incluso ver mis redes sociales y el resto del teléfono.

Pero la tan esperada llamada, llegó...

Me encontraba en medio de una encrucijada tratando de ponerme unos de mis jeans favoritos, el cierre no subía. Dándome por vencida, me puse frente al espejo y noté algo que me robó el aliento.

<<¿Pero qué es esto?>> mi vientre estaba más grande de lo normal <<No puede ser...>> <<¡Estoy gorda!>> luego recordé las palabras de la doctora Rivera <<"Vamos a trabajar para que alcances tu peso ideal...">>

—¿Peso ideal? ¿A esto le llama peso ideal?

Estaba a punto de entrar en un ataque de ansiedad y unas crecientes ganas por ir a vomitar el desayuno, se instalaron en mí, cuando el celular comenzó a sonar...

Tuve una tremenda lucha interna entre ver de quién se trataba, o irme directo al baño para vaciarme.

Tomé un hondo respiro y tragándome el asco provocado en mi garganta, me acerqué hacia el mueble donde tenía el celular. Los ojos se me desorbitaron al ver el número desconocido en la pantalla. Mi pulso acelerado mientras tomaba el aparato entre mis manos.

Mi psicoterapeuta tenía razón: "Todo está en la mente, Stephanie. Y cuando logres canalizar esa intensidad de tus pensamientos en algo más importante, los negativos comenzarán a irse, hasta que ya nunca regresen..." Bendito hombre, porque en ese momento me pasó exactamente eso. Mi sentido de justicia y abnegación apareció y el ataque de ansiedad se esfumó a la velocidad de la luz. Había algo mucho más importante frente a mí que ir a vomitar.

Presioné el botón de responder.

—Hola.

—Pensé que no me responderías.

Carraspeé.

—Lo que pasa es que...

—Quiero que vengas conmigo —me interrumpió e hizo ese singular sonido de chuparse los dientes, como cada vez que estaba drogado—. En 3 días, Aitor irá por ti —volvió a chuparse los dientes.

Me quedé estupefacta, no supe qué decir.

—¿Qué pasa? ¿Te cortaron la lengua? —deteste su voz, les aseguro que lo hice.

—No...

—Te necesito, muñeca. Extraño cuando te ****  y también cuando te ****  —omito sus textuales palabras, porque claramente fueron solo porquerías. La flema en su garganta resonó en mis oídos y las ganas de vomitar me volvieron—. Aquí tengo a otras mujeres, pero me haces falta tú, reina. Ya no aguanto las ganas de tenerte y ****

Continuó diciéndome inmundicias, mientras yo pensaba en cómo podía aprovechar aquello. Y de pronto recibí claridad. Entonces, con la plena conciencia de que Josué también estaba escuchando, respondí:

—Claro mi amor, yo también ya quiero verte. Te he extrañado como no tienes una idea...

La llamada terminó, no sin antes reiterarme a dónde y a qué horas Aitor pasaría por mí. Casi inmediatamente después de colgar, recibí un mensaje de Josué.

Josué D.T: Voy para allá.



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Tesoro Escondido © (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora