Capítulo 12: Duo de idiotas

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Narra William

Emma es buena para relacionarse, no tiene probremas con dirigirse a las personas, y aunque puede llegar a ser impulsiva, eso suele jugarle a favor. No dudo que pase con un muy buen record el periodo de prueba, pero aún no ha tenido que tratar con el equipo de marketing y eso mantiene mis espectativas latentes.

Noah y Paulín son unos insufribles, no pueden soportar que otra persona triunfe, o simplemente que sea bueno en su trabajo, es como si el verdadero oficio de esos dos fuera amrgar la vida de los nuevos y recordarles a los antiguos que nunca serán lo suificientemente buenos unque eso no sea así. De cualquier forma, los hijos de puta son en verdad expertos en lo que hacen, y mi padre por alguna razón dejó claro que no quería que ellos fueran despedidos... A estas alturas no se que me molesta más, si ese par, o seguir bajo la sombra de mi padre.

─Jefe, ¿esperamos a alguien?

Como si hubiera sido invocada, Paulín Hamilton estaba parada en la entrada de mi oficina. Su cabello oscuro caía sobre sus dos hombros con gracia, pronunciando el escote que sabía había preparado antes de aparecer.

─¿Que quieres, Paulín?

─Mi jornada ya acabó, quería saber si podíamos irnos juntos ─dijo, acercándose un poco y quedando en el medio de la habitación.

─Sabes que no hago esas cosas, si no necesitas nada más te voy a pedir que te retires.

─Jefe...

─Paulín... ─corté, severo ─No estoy bromeándo. Sal de mi oficina y respeta tu puesto aquí.

Mis palabras fueron firmes, fuertes y autoritarias. No soy un abusivo, no me aprovecho de mi puesto de jefe, y tampoco me gusta tratar mal a mis empleados orque gracias a ellos esta empresa funciona, pero Paulín tiene el don de sacarme de mis casillas con una facilidad sorprendente, y yo no pienso tragarme su actitud de mierda... No otra vez.

Ella obedeció, no al instante, antes me dedicó una mirada de odio y seguramenté blasfemó en su cabeza, pero finalmente se había marchado. El día no estaba mal, pero Dios, cuanto detestaba que cosas como estas sucedieran.

Me levanté de mi asiento y abotoné mi saco, dispuesto a irme un poco antes. En el camino hasta la recepción, el puesto de Emma llamó mi tención, y desvié mi camino para verla, de alguna forma me generaba curiosidad. Cuando misojos conectaron con su figura, frunci el entrecejo casi inconcientemente. Ella lucía muy pensativa, como si sus ideas la absortaran de la realidad, así que me acerqué un poco, y aún así ella no lo notaba.

Carraspee antes de hablar.

─Entonces, es tu primer día y ya estás en las nubes, ¿no? Eso es muy profesional, Emma.

Sus bonitos ojos se abrieron en sorpresa, y apretó sus labios, poniéndose rojos al instante.

─Lo siento.

Su reacción me causó gracia, y aunque no lo admitiría, me ayudó a olvidarme un poco de lo de Paulín, así que solo me reí con ella, negando por su actitud desprevenida. Emma no parece del tipo que pide disculpas, seguramente fue su reacción reflejo, pero me agradaba verla sin ese carácter a la defensiva que suele tener.

─No te preocupes, ¿aún tienes cosas que hacer? ─pregunté, cambiando el tema.

Caminé el pequeño trama que había desde donde estaba hasta su escritorio. Era increible como el alrededor olía a ella, y desde su asiento, mientras elevaba sus ojos hacia mí, mientras sus pestañas rozaban sus párpados, y sus labios rosas resaltaban, imaginé cosas.

─Algo así ─ dijo, mirando la hora en el reloj en su muñeca y devolviéndome a mi a la realidad ─Faltan veinte minutos para salir, debo responder unos correos y estaré libré, ¿crees que pueda irme contigo? Digo, si vas a tu casa la mía queda justo...

Sus palabras no fuero difíciles de procesar, pero entonces Paulín volvío a mi cabeza, y lo odié, porque sí me hubiera gustado irme con Emma, porque entre ellas dos hay mucha diferencia y sé que con Emma es más sencillo... Pero no debo hacerlo, no debo permitirles que hagan de esto una mierda llena de malos entendidos, ni mucho menos comprometerla, arrastrarla a ella a todo esto.

─No ─dije severo, firme, deseando todo lo contrario. 

─¿No? ─preguntó y la incredulidad se marcó en su rostro. No quería tener que explicarle porqué me negaba a algo tan simple como irnos juntos, y sobre todo no quería que ella fuera parte de toda la mierda que causó mi papá. Enseguida contestó.

─Entiendo, no te preocupes, ahora eres mi jefe y no podemos dar espectáculos.

No parecía afligida, pero tampoco estaba contenta. Emma estaba intentando dar lo mejor de sí, era evidente. Estoy seguro de que en cualquier otro momento u otra situación ella se hubiera largado a decir cosas, muy molesta probablemente, pero estaba siendo comprensiva.

Solo esperaba que esto de ser su jefe no la haga verme diferente, no de forma negativa, aunque fuera inevitable. Sin idear algo mejor, tomé el sobre que yo mismo pensaba entregarle a Eli, la nueva modelo, para que fuera ella quién lo hiciera, así todo este momento incómodo tendría un justificativo.

─ Bien, en ese caso, si terminas antes de salir, deja esto en el buzón de Elizabeth Hilton. Yury te indicará donde es, pero no excedas tu horario, ¿bien?

Ella no respondió más que con un asentimiento, y sin soportarlo más, me alejé.

De camino a casa pasé comprando algo de comer, ya que no tenía ánimos para hacer nada, y mucho menos iba a llamar a mi hermana. El cielo estaba nublado, como si una fuerte lluvia estuviera a punto de desatarse. El día en general se sentía extraño, y cuando mi auto quedó aparcado del otro lado de la calle, frente a la casa de Emma, supe que se trataba de ella... Hay algo en ella que no me deja en paz, y desee, con todo mi ser, que una ducha fría fuera suficiente para sacarla de mi cabeza... O debía empezar a preocuparme.

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La lluvia ya azotaba la ciudad, y la ventana que daba a la habitación de la bonita pasante estaba cerrada y a oscuras, tampoco estaban los carros, así que supuse que ella no estaría. Deseaba fastidiarla un poco, aún luego de haberme regañado durante la ducha fría, diciéndome que no era correcto, pero tal vez si lo era, solo que de una forma extraña.

Una sonrisa de bobo me embargó, pero el sonido del teléfono por cable hizo que me detuviera. Caminé hasta el pasillo y antes de tomarlo, supe que se trataba de Elena.

─Hermanita ─dije, dispuesto a joderla, pero no sonaba para nada contenta.

─¿Estás en casa?

Su respiración estaba hecha un desastre, y el sonido de coches y sus claxon casi hacían interferencia. 

─¿Todo bien, Elena?

─¡Maldita sea, Will, dime si estás en la jodida casa! ─gritó.

─¡Sí! ─bramé, confundido ─¿Quieres decirme que demonios ocurre?

─No salgas, pon seguro en todas las puertas, y Will... Te quiero.

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N/A:

¿Les está gustando, bolitas?

Espero que sí, los quiero mucho... ♥

Culpa MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora