Capítulo 11: ¿Ramón?

588 24 1
                                    

Prepárame un café... Ja, ¿pero quién se cree que es? O sea, sé que debo asumir mi puesto como trabajadora aquí, pero aún así, saber que William desea fastidiarme me frustra. Solo debo enfocarme en otras cosas lejos de su linda sonrisa y cuerpo perfectamente trabajado, o moriré en mi intento de trabajar en alguna agencia de modelaje. 

─Emma Lauper, ¿no? 

La voz varonil que llega a mis oídos me devuelve a la realidad, y sin poder evitarlo, mis ojos caen sobre el hombre de ojos azules y cabello rubio perfectamente peinado. Su dentadura luce tan perfecta cuando me sonríe, que sin contenerlo imito la acción. 

─Soy Noah, es un placer finalmente conocerte ─dice, y sin previo aviso se envuelve en un efusivo abrazo que me desconcierta. Su agarre no es fuerte, pero lo suficientemente firme como para hacerme sentir incómoda. 

─Es un gusto, Noah ─digo, sintiendo mi ceño fruncido ─Pero no vuelvas a tocarme sin mi consentimiento. 

Mi petición, muy lejos de hacerlo reaccionar incómodo, lo hace reír. Por alguna razón esa risa no me agrada, no me parece honesta, y pronto sé que sus bonitas perlas blancas son lo único real en ese rostro. Es como si de pronto sintiera la maldad de su ser. Tétrico. 

─Tienes carácter, Emma, eso te servirá si serás la secretaria de Will, o como prefiere llamarlas, sus niñas. En fin, nos vemos por ahí, compañera

Sin decir nada más, aquel faro andante se alejó, con su caminar relajado y todo su ser enfermizo. No me agradaba y apenas lo conocía, eso no podía ser bueno. Finalmente, luego de llevarle el café a Will, mi día no había sido muy estresante, y era entendible, según me había dicho Yury, la amable señora que nos había atendido a las postulantes, tendría que pasar por siete días de prueba. Si no hacía las cosas bien, William me echaría de patitas a la calle. 

Aún así, esas cosas no me pasaban mucho por la mente, era en cambio aquel comentario de rubio Noah, a quién por cierto me había topado en cada esquina cada cinco minutos durante lo que iba del día. No sé a que podría estarse refiriendo, no suena bien, pero no voy a suponer cosas o especular, además, Will y yo nos llevamos bien, si lo que dijo Noah es importante, entonces él probablemente me lo contará. 

─Entonces, es tu primer día y ya estás en las nubes, ¿no? Eso es muy profesional, Emma. 

─Lo siento ─murmuré. 

No me había dado cuenta, pero probablemente llevaba un buen rato pensando en eso, que no escuché el llamado de William. Aún así el solo sonrío y negó con diversión. Me agradaba mucho verlo de esa forma, tan alegre y relajado. 

─No te preocupes, ¿aún tienes cosas que hacer? ─dijo, acercándose hasta mi escritorio. Mientras yo estaba sentada y él parado a un lado mío lucía condenadamente alto, y muy guapo. 

─Algo así ─dije, mirando la hora en el reloj en mi muñeca ─Faltan veinte minutos para salir, debo responder unos correos y estaré libré, ¿crees que pueda irme contigo? Digo, si vas a tu casa la mía queda justo... 

─No. 

─¿No? ─pregunté, casi involuntariamente, y al instante una mueca de incomodidad surcó su rostro, y me obligué a responder rápido ─Entiendo, no te preocupes, ahora eres mi jefe y no podemos dar espectáculos. 

Mi comentario, aunque no pareció relajarlo, fue aceptado, y eso de alguna forma me hizo sentir bien. No quiero que esto de trabajar para él haga las cosas raras para nosotros, aún así debo admitir que de esta forma el me intimida un poco más. Solo un poco. 

─ Bien, en ese caso, si terminas antes de salir, deja esto en el buzón de Elizabeth Hilton. Yury te indicará donde es, pero no excedas tu horario, ¿bien? 

Sin poder formular una oración, solo asentí, queriendo terminar este día. 

***************************************************************************************

Los pies me duelen, y a mi correo acaba de llegar un código de vestimenta que voy a detestar cumplir por lo incómodo que es, pero que aceptaré porque ahora en mi empleo y además me hace lucir bien... En fin, creo que no se puede tener todo en esta vida, ¿no? 

─Gaia a Emma, ¿me escuchas? 

Sin evitarlo cerré los ojos con frustración. Mi cabeza estaba en cualquier lugar, menos conectada a mi cuerpo, y eso me estaba pasando factura con las personas a mi alrededor. 

─Lo siento, hoy empecé a trabajar en la agencia y es... raro. 

La videollamada iba bien, pero Gaia parecía recibir mis palabras algo tarde. 

─¿Rara? Pero dijiste que tu primer día fue fácil, ¿qué pasó? 

─Un hombre extraño dijo cosas, pero no le entendí, tal vez son ilusiones mías, y espero que lo sea porque si no, probablemente todo esto sea un asunto un poco turbio. 

─¿Te acosan? ─dijo alarmada, repitiéndolo muchas veces y moviendo su ordenador efusivamente. 

─No, no...

─¿Te acosan? ¡Emma! 

La señal no estaba funcionando, y de pronto, todo fue oscuridad. La luz se fue. 

─Demonios ─murmuré, tomando mi celular y encendiendo el flash para poder guiarme en el camino hacia el pasillo de mi casa, fuera de mi habitación. Exitosamente logré llegar al living, y una vez ahí me dispuse a marcar el número de mi mamá esperando me contestara, ya que no estaba en casa y yo casi moría de ansiedad. Odio la oscuridad, odio no sentirme segura de mi alrededor, y esta casa nueva aún se siente desconocida, así que yo en general no me encontraba en mi mejor momento. 

Para empeorar las cosas, las gotas de agua anunciando una gran tormenta empezaron a hacer un sonido, que en otro momento me hubiera gustado, pero que en mi condición solo lograba inquietarme más. El frío debido a mi corta pijama de algodón era inevitable, pero era tarde para regresar por un abrigo, y como si las cosas no pudieran ir peor, la contestadora empezó a gritarme en el oído que estaba jodida... No literalmente, pero así se sentía. 

─Contesta el... 

Un sonido fuerte en el jardín me hizo brincar en mi sitio. No se veía nada y apagué el flash de mi celular para no dar rastro de donde me encontrara, sintiendo que el haber visto series de asesinos nunca fue buena idea. Otro sonido me puso realmente nerviosa, y un escalofrío me hizo estremecer. Casi sentía las lágrimas en mis ojos. 

─¿Ramón? ─dije, nerviosa y sin saber a que me refería. 

No tengo un gato... Maldita sea... 

Lo siguiente que sentí fue la presión de manos sobre mi boca, y un duro golpe en la sien. 


Culpa MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora