Capítulo 8: La terraza

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Oficialmente parecíamos dos tantos mirándose a través de balcones a mas de tres metros de distancia. No era que lo romántico no me gustara, pero en las películas lucía diferente. Yo me sentía algo rara y ademas el viento era tan fuerte que la piel de mis brazos desnudos se erizaba y me hacía tiritar.

Le sonreí negando con diversión, dispuesta a cerrar las puertas y entrar, pero con un gesto me indicó que esperara y escribió algo en su teléfono. No tardó para que un mensaje me llegara.

"¿Quieres ir a caminar un rato?"

Asentí sin pensarlo demasiado, aún cuando no había perdido permiso. En realidad no me importaba mucho, solo debía ser cuidadosa para que no me descubrieran.

Cerré y finalmente me adentré en la calidez de mi habitación. Aun no lograba acostumbrarme, pero era cómoda y grande, y esas eran buenas iniciativas.

Llevaba unos pantalones finos azules y una blusa de tiras blanca, era lo suficientemente delgado como para pescar un resfriado, así que tomé una chaqueta algo grande y me la puse, cubriendo todo mi cuerpo.

Unos minutos después me encontraba cerrando la puerta de ingreso detrás de mi con mucho cuidado.

Volví a poner mis tenis que lamentablemente hacían ruido al pisar y me los había tenido que sacar.

Frente a mi estaba él. Lo observé de nuevo, de pies a cabeza, sorprendiéndome de lo bien que se le puede ver a alguien unos simples pantalones negros, una camisa sencilla y una campera en los mismos tonos opacos.

— Vaya, es la primera vez que no tendré que darle mi chaqueta a una chica—. Dijo, observando con diversión la tela gruesa que me envolvía.

Sonreí y caminé hasta estar muy cerca de él, —. Will, esas cosas no se dicen en una primera cita.

Su boca levemente curvada en una sonrisa se esfumó, y no evité soltar una carcajada para finalmente salir hasta la calle. William me siguió y pronto ambos estábamos caminando en cualquier dirección.

— Relájate, ya se que no es una cita, fuiste claro cuando dijiste que a ti te repelen las niñas jóvenes y guapas como yo.

Había logrado con mi comentario que volviera a sonreír y como si nada se sintió la conexión entre ambos más relajada.

— No dije eso, es solo que no puedo permitirme este tipo de... cosas.

— ¿Divertirte? —. Pregunté enarcando una ceja y arrancando una pequeña hoja que a mis costados crecía en unos frondosos arbustos que hacían de cerco de algún lugar.

— Emma, estuvimos a punto de follar, y tú eres virgen, ¿en verdad hubieras estado cómoda con que hubiera sido yo? —. La crudeza de sus palabras me hizo realmente plantearme esa pregunta —. Además, estabas ebria y eres menor de edad.

Siendo honesta sus palabras estaban jugando con mis emociones. No quería ponerme a la defensiva, pero habían cosas que yo no compartía y que por alguna razón, moría por decirle.

— Una mujer no puede perder la virginidad con algún desconocido porque es una cualquiera, pero un hombre sí puede hacerlo para qué, ¿demostrar hombría? —. El sarcasmo en mi voz y la amargura de mis palabras fueron suficientes.

William de detuvo y me tomó del brazo haciéndome detenerme muy cerca de él.
La luz de algunas farolas apenas iluminaba la calle y un leve brillo en sus ojos era lo único que tenía en ese momento.

Culpa MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora