Capítulo 9: La llamada

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Narra William

— Se porta muy extraño, además, ¿como voy a enamorarme de ella? —. Gruñí intentando mantener el teléfono junto a mi oído y a la vez no dejar caer las carpetas que llevaba en mi mano —. Es absurdo, yo no insinué eso.

— Pienso qué tal vez eres tú quien la confunde, dijiste que cuando la conociste le dejaste el claro que no podía pasar nada, ¿no? —. Asentí, aunque sabía que Jayden no podía verme—. Como sea, tal vez deberías tener claro lo que quieres tú.

Fruncí en ceño cuando noté lo que estaba diciendo. Me senté frente a mi escritorio y dejé las carpetas en sobre él. Tomé con mejor equilibrio el teléfono, y sin evitarlo dije:

— ¿Estas seguro de qué eres Jayden? Nunca hubiera imaginado que serías tan blando, pero está bien, creo que tienes razón.

— Claro que tengo razón, imbécil —. Gruñó y lo oí maldecir tal vez intentando hacerlo lejos del teléfono —. Tengo que irme.

Sin decir más, colgó.

Dejé en móvil junto a las carpetas y las empecé a revisar. Hice un gran esfuerzo por no pasarme a la carpeta de Emma rápidamente, porque los estúpido archivos debían ser organizados en orden alfabético, aunque hasta antes de la L no habían demasiados expedientes.

Cuando tuve finalmente el de Emma en mis manos, no dudé en revisarlo con detalle. Aunque debo admitir que fue decepcionante, ya que no había ahí nada que no supiera, porque claro, después de todo esto era información básica.

De pronto una idea cruzó mi cabeza, y con una sonrisa de malicia descolgué el teléfono marcando el dígito de mi secretaria.

— ¿Señor William? —. Preguntó entrando en la oficina segundos después.

Tomé el expediente de Emma y el de tres chicas más al azar, no quería parecer negligente, pero siendo honesto, mi niño interior reclamaba seguirle el paso del juego a Emma, y yo odiaba perder.

— Haga una entrevista personal con estas cuatro chicas, he revisado los expedientes y creo que son las únicas con lo necesario.

El rostro apenas marcado por las arrugas de Louise, se frunció en confusión.

— ¿Entrevistas personas? Pero señor William, nunca hemos...

— Está bien Louise, tengo unos pequeños planes para ver que la nueva vacante sea lo que estamos buscando.

Sin decir nada más, asintió y se marchó, dejándome con la satisfacción de un niño que recibe el regalo que quiere en navidad.

*** *** ***
Narra Emma

— Hey, ¿ya te llegó el correo de la empresa?

Arrugué la frente en señal de confusión, y tragué rápido la fruta que estaba comiendo para poder responder, casi atorándome en el proceso.

— ¿Correo? —. Pregunté sin saber a qué se refería.

— Sí, la secretaria de William ha enviado un correo citándote mañana a las diez en la empresa, y estoy segura de que este puesto va a ser tuyo.

Las palabras de Will llegaron a mi cabeza. El había dejado en claro que el puesto no iba a ser mío solo por que si, ¿acaso solo bromeaba? Porque aunque yo quería ese empleo, no es como que tenga experiencia, y mi suerte últimamente no ha sido la mejor.

— ¿Ya sabes que vas a usar? —. El brillo en los ojos de mi mamá me asustó. Me llevé la última rodaja de manzana a la boca y lavé rápidamente el tazón.

— Eh, si mami, no te preocupes.

— Yo podría...

— ¡No! —. Me reí nerviosa —. No te preocupes, en serio, solo déjamelo a mi.

Tomé el rostro de mi madre entre mis manos y besé su frente, para luego irme lo más rápido que pude hasta mi habitación. Una vez la privacidad me recibía, resoplé, caminando hacia mi armario porque sabía que debía tomarme en serio el hecho de que Will, o bueno, su secretaria me hubiera citado.

Yo en verdad quería ese puesto, y estaba dispuesta a demostrarlo.

Como siempre esperé a William desde mi ventana, pero extrañamente no apareció, y decidí irme a dormir.

A la mañana siguiente, la lluvia era torrencial, tanto, que parecía que las calles se inundarían. Y yo me sentía lo bastante cómoda en mi cama como para tener que levantarme e ir hasta la dichosa empresa. Es decir, el clima era perfecto para ver películas y estar en pijama todo el día.

Gruñí inevitablemente cuando el sonido de mi celular se hizo presente. La luz de la pantalla se había encendido, y en la oscuridad de la habitación estiré la mano para tomar el teléfono y apagar la molesta alarma, pero me sorprendí mucho al ver que era una llamada de William.

— Agh, ¿que quieres, Will? —. Hablé, con la voz más áspera de lo normal.

— Vaya, alguien se ha levantado de malas hoy—. Bromeó.

Rodé los ojos y me hundí más en las sábanas acolchadas que me envolvían. Cubrí mis ojos con mi brazo mientras con una de mis manos luchaba por no dejar caer el teléfono en algún lugar de mi cama.

— Ni te apures, me acaba de despertar tu llamada—. Aclaré.

— No lo creo, ¿recibiste el correo?

Quise reír, pero mi garganta estaba seca, así que como pude dije —. Tú y la tonta entrevista, ¿por qué mejor no vienes y me preguntas lo que sea que tengas que preguntar aquí en mi cama?

El sonido de su risa me hizo sonreír levemente.

— Suena tentador —. Aclaró, carraspeando con lentitud. Muchas cosas pasaron por mi mente en ese momento—. Pero fui claro cuando dije que no obtendrías el puesto solo porque si, debes ganártelo.

— Eres un aguafiestas —. Volví a gruñir, y esta vez me giré sobre mi cuerpo, poniendo una de mis almohadas entre mis piernas —. Lo digo en serio, mi cama está tibia, dormir con este clima es el mejor plan para hoy.

Esperé atenta a que hablara, tanto que el sueño poco a poco se desvanecía, pero bastó que finalmente respondiera para que se esfumara por completo.

— Emma, si estuviera en tu cama, dormir sería lo último que querría hacer... y espero que treinta minutos sean suficientes para que traigas tu bonito cuerpo a la empresa, o podías despedirte de la vacante.

La llamada finalizada me indicó tres cosas.
La primera, detestaba a Will, la segunda, como me emocionan las cosas que dice, y por último, debía rezar para poder llegar a tiempo.

Culpa MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora