Capítulo 6: El acosador

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— Primero que todo, buenas noches.

Aunque haya sido lo más estúpido que pudiera haber dicho, lo dije.

— Segundo —. Continúe, aprovechando la confusión de William para caminar fuera de su alcance —. No te acoso, es que mi gato se perdió.

Una risa burlona se le escapó. Entonces sospeché que tal vez Elena no había mentido cuando dijo que no se permitían mascotas, por más absurdo que sonara.

— Escucha, no estás buscando a un gato porque eres alérgica a ellos, así que ahórrate las excusas y dime la verdad.

Juro por lo que sea que me sorprendí tanto que mi corazón dio un vuelco en desesperación.

— Ay Diosito —. Susurré retrocediendo—. ¡Él acosador eres tú!

Una carcajada fue su respuesta, pero a mi ya no me hacía gracia.

¡Emma, aprende a dejar de meterte en problemas, joder!

Dispuesta a correr por mi vida retrocedí, pero con una advertencia por parte de William supe que no debía hacer eso. De seguro ahora iba a matarme y a distribuir mi cuerpo en bolsas de basura.

— Deja de hacerte películas en la cabeza, por Dios, tienes una cara de horror terrible, solo dije eso porque mencionaste algo la noche de la fiesta.

Fruncí el ceño porque no lo recordaba realmente, aunque eso tendría sentido, en un punto estuve tan ebria que cabía la posibilidad de haber olvidado parte de aquella noche. Aun así no bajé la guardia.

— Pensé que nos habíamos conocido en una reunión—. Ataqué y aunque lo evité, me hizo gracia. No lo podía contener, era como si correr tras el peligro era mi don.

— No me provoques, ni siquiera se por que parece que estamos teniendo una charla en mi jardín, debería llamar a la policía.

— ¿Por mi o por ti? —. Volví a atacar, era divertido verlo a la defensiva —. Digo, porque casi te follaste a una menor de edad.

La severidad en su rostro llegó tan rápido como se fue, y a lo que pensé que respondería con algún comentario brusco, en realidad le sacó una sonrisa perversa. A paso lento caminó hasta donde yo me encontraba, me asusté, y aunque me vi tentada a retroceder, no lo hice.

Su cuerpo casi rozaba el mío, —. ¿Lo disfrutaste, no?

Tragué grueso al escucharlo, dispuesta a continuar aquella discusión porque me sentía valiente y porque mi edad ameritaba toda la locura que demandaban mis hormonas. No era mi culpa, nadie le dijo que me invitara un trago aquel día, ni mucho menos que fuera tan lindo conmigo.

— Está bien, nadie puede entrar en estas casas, la seguridad es buena, Emma debe haber salido a dar una vuelta.

El eco de la voz de Calvin casi me hace reír, incluso imaginar el escándalo que estaría haciendo mi mamá me causaba gracia. Pero lo contuve y negué aun con diversión, dando por hecho que William entendía la situación.

— Bien, soy Emma, lo siento por esto —. Dije haciendo un ademán con las manos para indicar a que me refería. Pase mi lengua por sobre mis labios resecos —. Por cierto, dile a tu hermana que Peggy no es mi nombre, y... espero verte después, vecino.

*** *** ***

Narra William

Aun no entendía porqué que beber whiskey, era amargo, dejaba un sabor horrible en la boca y ademas, olía extraño.

Tal vez había estado pensando demasiado últimamente, y esa era la razón por la que me encontraba susceptible a intentar analizar las cosas, aún así, nada sacaba la imagen de aquel pequeño cuerpo estremeciéndose entre mis brazos. Y sobre todo el hecho de que era un jodida niña.

— Bro, estás en las nubes últimamente.

Bebí de la cerveza que tenía en la mano. El frío líquido se perdió en mi garganta y aunque sin muchos ánimos, decidí contarle lo que me pasaba, que me gustaría mucho decir que tenía nombre y apellido, pero lamentablemente no lo sabía.

— ¿La conoces? —. Pregunté luego de un rato en el que Jayden parecía muy familiarizado con la chica de quien le hablaba.

— ¿Estatura baja, cabello oscuro, ojos claros pero que no son ni verdes ni azules, buen trasero y pechos grandes? —. Asentí, recordándola y sintiendo un hormigueo —. Ella es Emma Sand, aunque creo que usa el apellido de su madre, Lauper si no me equivoco.

Ahora al menos sabía cuál era su nombre, pero eso no dejaba de lado mi frustración. Debí sospechar que no era mayor de edad, tampoco es como si yo fuera realmente mayor, con veinticinco y diecisiete cualquier pareja podría mantener una relación, aunque no pensaba realmente en algo así, y aunque así fuera, permitírmelo sería absurdo y... peligroso.

Luego de una larga charla en la que intenté obtener más información acerca de Emma, finalmente había logrado esfumar mis esperanzas de si quiera volver a verla.

— Deja el país en un par de horas, creo que su madre se casará o algo así.

— ¿Como es que sabes tanto de ella? —. La duda me invadió.

Jayden es el típico hijo de papá, que crece siguiendo sus pasos y acostumbrado a todos los lujos. No hay chica que le diga que no o alguna a la que él le haya rogado.

Su lema es que siempre vuelven, y a pesar de ser un imbécil con las chicas, es demasiado bueno con los números y la administración, tal vez esa es una de las razones por las que ambos nos llevamos bien, aunque con edades y criados de forma diferentes, los dos disfrutamos del poder y de dirigir.

Temía su respuesta mientras bebía de su vaso con Whiskey, —. Gaia Jonson es una sexy y atrevida chica que resulta ser la mejor amiga de tú Emma, en la fiesta pasé con ella y dijo algunas cosas.

Negué con diversión ante el comentario, bebiendo otra vez de la botella y queriendo, aunque me volviera loco, volver a verla.

*** *** ***

Era malcriada, atrevida, provocadora. Todas esas cosas juntas en un ser tan pequeño y adorable.

Tenía ese toque perfecto de malicia que detestaba admitir, me había obligado a mantenerla en mi cabeza por dos jodidas semanas, y ahora, como una jugada del destino, ella está a unos cuantos pasos frente a mi, en mi casa, ¿qué clase de ritual de la suerte me habían hecho?

— ¿Por mi o por ti? —. Incitó sin el más mínimo interés en controlarse —. Digo, porque casi te follaste a una menor de edad.

Su comentarios por un segundo casi logra enfadarme, por suerte no fue así, logré darle otra dirección a mis pensamientos, y al ver que estaba divertida, jugando con juego ignorando que podía quemarse, no evité jugar con ella.

— ¿Lo disfrutaste, no? —. Susurré cerca, oliendo su perfume dulce.

Sus mejillas no tardaron en enrojecerse. El clima cálido la obligaba a mostrar piel, y se veía jodidamente suave, que en más de una ocasión me pregunté quién de los dos estaba más afectado con la situación.

Una voz interrumpió de fondo. Se escuchaba cerca, tal vez Calvin o algún otro vecino.

La diversión surcó su mirada —. Soy Emma, lo siento por esto —. Dijo moviendo sus manos. Su lengua trazó sus labios algo rojos e hinchados, tal vez eso era normal en ella, lo que me hacía pensar que era en verdad una joyita —. Por cierto, dile a tu hermana que Peggy no es mi nombre, y... espero verte después, vecino.

¿Vecino? Madre mía, soy el suertudo del siglo o esto es una jodida broma.

Culpa MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora