Capítulo 10: La entrevista

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El repiqueteo de las gotas cayendo era apenas audible. La sala de espera no era incómoda, pero las dos mujeres que se encuentran sentadas en los asientos laterales parecen tan tensas que logran hacer de la espera algo desagradable. Supongo que son candidatas para la vacante, y honestamente no me siento intimidada.

─ Señorita Larson ─ Llama la misma mujer que nos dio la bienvenida. Su sonrisa cálida y cabello claro es tierno, y sus lentes de marco fino la hacen ver tal vez un poco mayor de lo que en realidad aparenta.

Una de las mujeres en el living, alta y pelinegra, con curvas pronunciadas arriba y un poco menos abajo acomoda su falda y sonríe al levantarse. Todo en ella grita empoderamiento. No luce muy joven, tampoco muy mayor, pero es bastante guapa. Sonrío, porque, aunque es mi competencia o algo parecido, se ve bastante segura de sí misma, y eso me agrada.

─ El señor Beatly estará con ustedes pronto.

Sin decir más, la amable señora se marchó. La única mujer que quedaba era una castaña de cuerpo pequeño y ojos grandes. Tenía un flequillo despeinado que la hacía parecer muy inocente, y la ropa que llevaba, toda perfectamente combinada en palo rosa y borgoña la hacía resaltar. En un momento sus avellanas me miraron, y sonreí por omisión.

─ Soy Emma ─ Me presenté.

Un suspiro algo exagerado salió de su boca en seguida. Me miró como si la hubiera salvado de alguna tortura o algo parecido.

─ ¡Yo soy Beatriz, y no te imaginas lo feliz que me hace que me hayas hablado! ─ Dice con gran entusiasmo, mientras balancea su cuerpo hacia el mío ─ ¡Estoy tan nerviosa que he sudado como una cebolla!

Hago una mueca ante su comparación y no evito reír. Sus enormes ojos se han agrandado tal vez el doble, y así, luce aún más llamativa y adorable que al principio. Ella al verme reír parece incomodarse y manteniendo la misma euforia empieza a disculparse.

─ No te preocupes, yo también estoy un poco nerviosa ─ Miento, y ella parece relajarse.

En ese momento, la voz algo áspera de aquel hombre que empiezo a conocer muy bien se escucha. Está enojado. Beatriz y yo compartimos miradas de incredulidad, y en seguida la mujer mayor de hace rato tiene una expresión de lástima mientras le pide a la pelinegra que se marche.

La confusión en mí es evidente, y no es para menos. Beatriz parece temblar ante la presencia de William, de quien por cierto no había sido consciente de que estaba aquí hasta que me ha mirado. Sus ojos brillan con enojo y pasa su mirada desde donde estoy yo, hasta done está la castaña.

─ ¿Estrada? ─ Lee la carpeta que tiene sobre su mano.

Yo miro a Beatriz asumiendo que es a ella a quien llama, pero para mi sorpresa, ella niega y se disculpa efusivamente para luego levantarse y salir despavorida por la puerta.

Observo la confusión de las dos personas que quedan en la habitación, y antes de que pueda soltar un comentario sarcástico o burlón, William me fulmina con la mirada. Hago el ademán de sellar mis labios como si tuviera un cierre en mi boca y lo sigo cuando me lo pide con una seña.

En menos de un segundo el aire frío de la oficina golpea mí cuerpo.

─ ¿No tienes sentido del clima? ─ Gruño y me abrigo a mis misma porque el cambio es drástico.

─ Pensé que habías sellado tus labios.

─ Y yo que eras un gruñón solo conmigo.

Sus ojos achinados en mi dirección me hacen sonreír con inocencia. Desabotona el saco de su traje y solo ahí me permito observar lo bien que luce enfundado en esa tela negra con detalles plata apenas perceptibles. La parte que cubre su abdomen se tensa cuando se sienta, y no evito imaginar la dureza detrás de la ropa.

Culpa MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora