LA ÚLTIMA ROSA DEL PORTAL

461 57 10
                                    

Antes de que pudiese considerarla una igual o digna de ser una reina, Candice tendría que ganarse ese derecho.

—Me parece que el título real no tiene por añadidura el respeto, porque este último hay que ganárselo, no exigirlo. Y si te llamo por el título de reina, no implica que te considere a su altura; así como tampoco te considerarán otros. Ignoras lo que ha pasado durante este tiempo. ―Cuando Candice iba a protestar, Terrence no se lo permitió, y agregó―: Las noticias que lees contienen verdades y datos falsos; hay muchos rumores. El día en que tengas plena conciencia de los hechos que forman parte de este país, entonces podrás juzgarme

—Va en doble vía. — Replicó Candice, con fastidio.

Terrence se debatía entre las ganas de besar los labios de Candice, exuberantes con el tono rosado, o dejarla en medio del océano, un par de horas por su rebeldía. Es irónico cómo la vida  da las respuestas. Terrence se había preguntado incontables ocasiones qué habría sido de la princesa, hija del Rey William White Andley,  tiempo atrás, preguntándose si habría muerto, o quizás estuviera trabajando para ganarse la vida. Pues bien, ahora tenía la respuesta: estaba a su lado, amenazándolo, desafiándolo, y convertida en una belleza de curvas que lo hacían querer descubrir. Pero que era una piedra en el zapato. Candice no lo había reconocido, y Terrence no sabía si considerarlo bueno, o sentír decepción. Aunque por otro lado, el día que trato de detener a su padre, de cometer el asesinato a los Reyes, las facciones de Terrence estuvieron ocultas. Sería imposible que Candice pudiese recordarlo.

―Lo haré, Candice. Créeme. ―Candice lo miró de reojo―. Puedes hablar en privado lo que te parezca, pero en público, más te vale que midas tus arrebatos...

―No eres quién para subestimar mi comportamiento. Mi pasado está marcado, pero procuraré que el futuro que voy a construir sea totalmente diferente para mí gente. Y, tampoco te voy a permitir que con tus hábitos lujuriosos mantengas la imagen internacional de que aquí es Sodoma y Gomorra. Así que puedes empezar a reconsiderar tus hábitos lúdicos a partir de hoy. Terrence echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada. Candice tenía ganas de darle con el zapato en la cabeza, aunque el sonido era agradable.

―Me pregunto qué fantasías leíste ―replicó Terry con voz calmada.

―Te sorprenderías ―murmuró Candice. Él sonrió de medio lado.

―Mmm… Al menos la princesa Susana no hubiera caído en el mal gusto de sacar un tema sobre mis actividades. ―Terrence hizo un gesto con la mano ignorando el comentario de Sodoma y Gomorra.

―¡¡Ohhh!!. Una pena que no hayas podido casarte con ese dechado de virtudes ―dijo encogiéndose de hombros.

―Juzgarme antes de tiempo te puede perjudicar, Candice.

―¿Me estás amenazando, esposo? ―preguntó Candice mirándolo con enfado.

―Claro que no ―sonrió Terrence con perfidia―, aunque puedes llevarte una gran sorpresa. Por cierto, aplaudo a tus tutores de teatro, porque ese tono sumiso con el que me hablabas en el templo te quedaba perfecto durante la ceremonia. Deberías practicarlo más. Candice torció la boca.

―Sabes que soy una White Andley. Lo que tengas que hacer o no para ratificarlo es un mero trámite diplomático, político y social. No en ese orden. Mejor cuídate las espaldas.

―Oh, tan poco tiempo de conocernos y ya piensas en clavarme un puñal. ―Terrence se inclinó hacia ella, pero Candice no se movió. Aunque la cercanía física de Terrence comenzó a causarle un ligero estremecimiento y le latía el corazón con fuerza―. Con tu bonita actuación corre la posibilidad de perder el acuerdo con el Gobierno de Suiza y el Gobierno Australiano. Así como nutrir al país de mejores recursos a través del pacto matrimonial con la princesa Susana. Dijo Terrence recorriendo la mano de Candice con sus dedos. La sintió temblar. Sonrió.

LA ÚLTIMA ROSA DEL PORTALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora