≈Capítulo 33≈

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La puerta estaba medio escondida detrás de una cesta de la lavandería del hotel llena de toallas sucias. No tenía nada de particular, pero Rachel me señaló dónde debía mirar y distinguí el símbolo azul, apenas visible en la superficie de metal.

—Lleva mucho tiempo en desuso —observó Annabeth.

—Traté de abrirla una vez —dijo Rachel—. Por simple curiosidad. Está atrancada por el óxido.

—No. —Annabeth se adelantó—. Sólo le hace falta el toque de un mestizo.

En efecto, en cuanto puso la mano encima, la marca adquirió un fulgor azul y la puerta metálica se abrió con un chirrido a una oscura escalera que descendía hacia las profundidades.

—¡Uau! —Rachel parecía tranquila, aunque yo no sabía si fingía —. Bueno... ¿pasáis vosotros delante?

—Tú eres la guía —replicó Annabeth con burlona educación—. Adelante.

Las escaleras descendían a un gran túnel de ladrillo. Estaba tan oscuro que no se veía nada a medio metro, pero Annabeth, Percy y yo nos habíamos aprovisionado con varias linternas y, en cuanto las encendimos, Rachel soltó un aullido.

Un esqueleto nos dedicaba una gran sonrisa. No era humano. Tenía una estatura descomunal, de al menos tres metros. Lo habían sujetado con cadenas por las muñecas y los tobillos de manera que trazaba una «X» gigantesca sobre el túnel. Pero
lo que me provocó un escalofrío fue el oscuro agujero que se abría en el centro de la calavera: la cuenca de un solo ojo. Me abrace de Percy.

—Un cíclope —señaló Annabeth—. Es muy antiguo. Nadie... que conozcamos.

«No es Tyson», quería decir, aunque eso no me tranquilizó. Tenía la impresión de que lo habían puesto allí en señal de advertencia. No me apetecía tropezarme con lo que fuera capaz de matar a un cíclope adulto.
Rachel tragó saliva.

—¿Tenéis un amigo cíclope?

—Tyson —contesté—. Nuestro hermano

—¿Cómo?

—Percy y yo somos hermanos, de la misma mamá y del mismo papá, pero Tyson es solo hijo de mi papá, Poseidón.

Rachel solo me veía mientras asentía.

—Espero que nos lo encontremos por aquí abajo —comenté—. Y también a
Grover. Un sátiro.

—Ah —dijo con una vocecita intimidada—. Bueno, entonces será mejor que avancemos.

Pasó por debajo del brazo izquierdo del esqueleto y continuó caminando. Los tres nos miramos un momento; Annabeth se encogió de hombros y luego seguimos a Rachel rumbo a las profundidades del laberinto.

Después de recorrer unos ciento cincuenta metros llegamos a una encrucijada. El túnel de ladrillo seguía recto. Hacia la derecha, se abría un pasadizo con paredes de mármol antiguo; hacia la izquierda, un túnel de tierra cuajada de raíces.

Percy señalo a la izquierda.

—Se parece al camino que tomaron Tyson y Grover.

Annabeth frunció el ceño.

—Ya, pero a juzgar por la arquitectura de esas viejas losas de la derecha, es
probable que por ahí se llegue a una parte más antigua del laberinto. Tal vez al taller de Dédalo.

—Debemos seguir recto —decidió Rachel.

Los tres la miramos.

—Es la opción menos probable —objetó Annabeth.

—¿No os dais cuenta? —preguntó Rachel—. Mirad el suelo.

Yo no veía nada, salvo ladrillos gastados y barro.

—Hay un brillo ahí —insistió ella—. Muy leve. Pero el camino correcto es ése. Las raíces del túnel de la izquierda empiezan a moverse como antenas más adelante, cosa que no me gusta nada. En el pasadizo de la derecha hay una trampa de seis metros de profundidad y agujeros en las paredes, quizá con pinchos. No creo que debamos arriesgarnos.

Yo no captaba nada de lo que describía, pero asentí.

—Vale. Recto—dijo Percy tomando mi mano y llevándome recto.

—¿Te crees lo que dice? —me preguntó Annabeth.

—Sí. ¿Tú no?

Parecía a punto de discutir, pero indicó a Rachel que siguiera adelante.

Avanzamos por el túnel de ladrillo. Tenía muchas vueltas y revueltas, pero ya no presentaba más desvíos. Daba la sensación de que descendíamos y nos íbamos sumiendo cada vez a mayor profundidad.

—¿No hay trampas? —le pregunté, inquieto.

—Nada —respondió Rachel, arqueando las cejas—. ¿No debería resultar tan fácil?

—No lo sé —admití—. Hasta ahora no lo ha sido.

—Dime, Rachel —preguntó Annabeth—, ¿de dónde eres exactamente?

Sonaba como: «¿De qué planeta has salido?» Pero Rachel no pareció ofenderse.

—De Brooklyn.

—¿No se preocuparán tus padres si llegas tarde a casa?

Ella resopló.

—No creo. Podría pasarme una semana fuera y no se darían ni cuenta.

—¿Por qué no? —Esta vez mi amiga no fue tan sarcástica. Los problemas con los padres los entendía muy bien.

Antes de que Rachel pudiera responder, se oyó un gran chirrido, como si hubieran abierto unas puertas gigantescas.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó Annabeth.

—No lo sé —dijo Rachel—. Unas bisagras metálicas.

—Ya, gracias por la información. Quería decir: «¿Qué es eso?»

Entonces sonaron unos pasos que sacudían el pasadizo entero y se acercaban a nosotros.

—¿Corremos? —pregunté.

—Corremos —asintió Rachel.

Dimos media vuelta y salimos disparados por donde habíamos venido. No habíamos recorrido más de seis metros cuando nos tropezamos con unas viejas amigas. Dos dracaenae, mujeres serpiente con armadura griega, nos apuntaron al
pecho con sus jabalinas. Entre ambas venía Kelli, la empusa del equipo de animadoras.

—Vaya, vaya —dijo.

Saqué a Tsunami, mi hermano saco a Contracorriente y Annabeth agarró su cuchillo, pero, antes de que mi anillo adoptase forma de espada, Kelli se abalanzó sobre Rachel, la agarró por el cuello con unas manos que ya eran garras y la sujetó muy firmemente.

—¿Conque has sacado de paseo a tu pequeña mascota mortal? —me dijo—. ¡Son tan frágiles! ¡Tan fáciles de romper!

A nuestra espalda, los pasos retumbaron cada vez más cerca hasta que una silueta descomunal se perfiló entre las sombras: un gigante lestrigón de dos metros y medio con colmillos afilados y los ojos inyectados en sangre.

El gigante se relamió al vernos.

—¿Puedo comérmelos?

—No —replicó Kelli—. Tu amo los querrá vivos. Le proporcionarán diversión de la buena. —Me dirigió una sonrisa sarcástica—. En marcha, mestizos. O sucumbiréis aquí mismo los cuatro, empezando por la mascota mortal.

Los Hermanos Jackson Y La Batalla Del Laberinto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora