CAPÍTULO QUINCE.

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I’m just a sucker For a cold-hearted lover You make me suffer You make me suffer Don’t keep me waiting You should come over Don’t make me suffer Don’t make me suffer

           -Suffer, Charlie Puth

Maximiliano

Me despierto con los rayos del sol iluminando la habitación, cayendo sobre mi como una cálida cortina dorada.  En un segundo todos los eventos de la noche anterior vienen a mí.

Volteo la mirada al otro lado de la cama. A ella. 

Joder.

Tan malditamente hermosa.

Parece la Thalia que recuerdo cuando está dormida. Sus rasgos suaves, sin su constante frialdad y ese ceño fruncido. También me recuerda a esa pequeña Thalia que fue mía por primera vez. Parece un maldito ángel. Un muy sensual ángel. Su cabello negro se derrama sobre las blancas sabanas como si fuera tinta. Sus largas pestañas oscuras reposan sobre sus pómulos altos. Sus carnosos labios rosados entreabiertos.

Su cuerpo semidesnudo es maravillosamente tentador, como la maldita manzana del edén. La sábana se ha deslizado dejando a la vista una de sus espectaculares piernas y gran parte de sus pechos redondos. Lo único que puedo pensar es en apartar esa pierna y enterrarme en su interior, de nuevo. 

Justo como lo hice anoche. Una y otra vez.

No puedo tener suficiente de ella. Cada toque, cada beso, cada gemido, se quedará por siempre tatuado en mi maldita cabeza. Y la sed por ella solo aumenta, cada probada me hace más adicto. 

Y no fue solo el sexo.

Probablemente nuestra conversación (a su retorcida manera) es la más sincera que hemos tenido desde que regrese. Violenta, ofensiva, pero sincera. Ahora sé que lo entiende, pero también sé que no es probable que me perdone, que esa parte en ella llena de auto preservación le impide dejarme entrar de nuevo en su corazón. 

Eso me mata. Aunque no puedo culparla. La quiero de vuelta, ahora más que nunca, desde que la probé de nuevo solo quiero más. Lo quiero todo. 

Cada. Maldita. Cosa.

Ella se remueve un poco en sueños y se pone boca abajo, la sabana se desliza de nuevo, dejando a la vista la cremosa piel de su espalda y su trasero perfecto.

¡Maldición!

Me obligo a contener el gruñido gutural que quiere salir de mi garganta. Y obligo a mis manos a quedarse quietas, aunque todo lo que desean es vagar por su cuerpo, en especial por su dulce y húmedo coño. 

La erección matutina tampoco es de mucha ayuda. Y mis malditas sábanas huelen a ella. Me endurezco aún más.
 
Me tiene loco.

Recuerdo ese día de hace dos meses. Cuando la vi ese día, escapando de Elías, su labio roto y su pantalón desabrochado. Quise matar al maldito de inmediato. Destruirlo, por atreverse a tocarla, a golpearla. Y sí, por todas las malditas noches que la tuvo en su cama. Aun quiero acabar con él, y en verdad espero poder atraparlo antes de que ella lo haga.

También recuerdo el disparo, un fogonazo ardiente de dolor y las palabras de Thalia.

<<¡Mírame! No te duermas. No vas a morir por mi. ¿Me oíste? ¡No lo harás! ¡Te lo prohíbo!>>.

Retorcido Poder [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora