─Usted ─me señaló el profe cuando iba caminando a mi nuevo puesto pa sentarme─. ¿Me puede ir a buscar el libro?
Dejé mi mochila encima de la mesa y salí en busca de la hueá.
Cuando volví a la sala con el libro en la mano, le di una rápida mirada a la Nacha y resulta que la maraca traidora se había sentao al frente de la Liliana, lo que significaba que yo me tendría que sentar delante del Federico. Quizás vi mal, tengo que mirar de nuevo. Le entregué el libro al profe y él me metió conversa. y me pidió que lo ayudara con la lista porque no se sabía los nombres de los cabros del curso y no alcanzaba a pasar la lista normalmente. Lo que me extrañó fue que la Ágata seguía en la lista.
Tuve que posponer mirar hacia mi puesto nuevo, y lo único que quería era que la Nacha se hubiera sentao al frente del hueón y no de la colombiana.
Cuando por fin el profe terminó de pasar la lista, pensé que me iba a poder ir a sentar, pero él me interrogó.─Supe que una compañera de ustedes tuvo un accidente automovilístico...
─Ah, sí, la Ágata.
─Quedó con secuelas psicológicas.
─¿En serio? No tenía idea. En el curso supimos que había tenido un accidente, pero no nos dieron más detalles.
─Yo supe que quedó muy mal la niña, y que el accidente la afectó más psicológicamente que físicamente.
─¿Y usted sabe si está bien ahora?
─Está en tratamiento, pero supe que iba a volver a finales de marzo.
Abrí los ojos como plato.
─¿Va... va a volver? ─balbuceé.
─Eso me dijeron en dirección. Ya, vaya a sentarse. Gracias.
Caminé a mi puesto pensando en que la Ágata iba a volver a final de mes. Iba a volver a molestarnos a la Nacha y a mí. Efectivamente, la Nacha se había sentao al frente de la colombiana. Hueona maricona. Siempre me caga. Me senté en mi maldito puesto y colgué mi mochila en la silla sin darme vuelta, pero la hueá me quedó mal, así que tuve que darme vuelta y miré al Fede igual. hueón ni siquiera me estaba mirando, onda, me ignoraba completamente. Le sonreí a la colombiana y le hice un signo paz con la mano.
─Hola ─le dije amablemente.
─Hola, Lidia.
Le sonreí y me di vuelta.
─¿Se te pasó el dolor de guata? ─le pregunté a la Nacha.
─Más o menos.
**
─¡No! ─me dijo la Nacha cuando le conté que probablemente la Ágata volvía al colegio a finales de marzo─. ¡Que no vuelva! Nadie la extraña.
─Ya, pero tampoco seai así, si lo que le pasó fue grave.
─Ni siquiera sabí lo que le pasó.
─Pero pa faltar tanto al colegio, la hueá tuvo que ser grave. Además el profe me dijo que está yendo al psicólogo.
─Pero si la mina siempre estuvo loca po. Igual se lo merecía.
─A mí me puede caer como patá en la guata, pero no me alegro por lo que le pasó.
─Yo sí. Aparte estaba obsesioná conmigo. Si no fue mi culpa que tú te juntarai conmigo y no con ella.
─Yo ni siquiera me acordaba que me juntaba con ella...
─Yo tampoco, pero sé que antes me juntaba con otra pendeja, como en kinder.
─Yo pensé que siempre me había juntao con vo.