─Igual son ricos los helaos de a luca ─le comenté a la Nachina, chupando mi helao como actriz porno.
Estábamos en el mall.
─¿Veí? Si una lucrecia igual te salva.
─En too caso. Sobre todo ahora que estoy pobre.
─Estamos en las mismas.
Nos quedamos en silencio unos segundos, para disfrutar del helao.
─Oye...
─¿Qué sucede, Nacha?
─¿Supiste que nos cambiaron al profe jefe?
─Ya, ¿en serio? No tenía idea.
─Ayer me contó el Pato. Igual mejor. Me caía como el hoyo el profe jefe del año pasao. El de ahora es nuevo y es músico.
─¿El Pato? ─le pregunté subiendo las cejas, e ignorando completamente su comentario sobre el nuevo profe jefe.
─Sí ─respondió seria─. Antes de que te pasí rollos, como vo no estabai y el Alonso ya no es mi amigo, tenía que buscarme otra persona. ¡Me sentía forever alone!
─¿O sea que lo usaste?
Me miró feo.
─Si tú sabí que me cae bien ─se defendió.
─Y... ¿no hai pensao cómo te veríai pololeando con él?
─¡No! A mí no me gusta comerme a mis amigos.
La miré entrecerrando los ojos.
─¿Me estai tirando una indirecta? ─le pregunté perseguía.
─¿Qué? ¡No! ¡Ná que ver! Sorry...
Asentí.
─Uno no elige de quién se enamora ─comenté.
─Pero si lo dije sin querer. Sorry...
─No lo digo solo por mí.
Suspiré.
¿Le cuento o no le cuento?─¿Lo estai diciendo por el hueón de Omegle, o por el pololo de mi vecina?
No le contí, Lidia hueona. Le prometiste al Pato que no le ibai a contar. ¡No podí ser tan maricona!
─No. Lo digo por mis papás ─mentí un poco─. Al final no están juntos po.
─Sí me contaste. Pucha...
─Mi abuela pensaba que iban a volver, pero...
─Pero igual tienen onda po. Se llevan bien ahora. Además no te olvidí de la escena de ellos abrazaos en el sillón.
─Esa escena no tiene explicación.
─La tiene. Tienen onda, fin del asunto. Solo falta tiempo pa que vuelvan. Tú relájate.
**
Venía recién llegando del mall y vi el auto de mi papá estacionao afuera de mi casa y una felicidad me invadió. ¡No lo veía hace caleta! Hablar con él por Skype no era lo mismo que hablar con él en persona.
Cuando entré a mi casa lo abracé por la espalda y él se asustó. Después se dio vuelta y me devolvió el abrazo. Mi mamá nos miraba con una sonrisa.
─¡Te extrañé, viejo!
─¡Yo igual, mi Lidita!
─Le dijo viejo ─le comentó mi abuela a mi mamá sonriendo.
─Si está harto viejo po ─le respondió mi mamá en broma.
─¿Cómo andamos por casa? ─le preguntó mi papá.