XXVIII

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No sé cómo, pero logré convencer a mi abuela de que aligeráramos el asunto de las amenazas, así que mis papás no le dieron tanto color como yo pensaba que le darían.
Yo seguía enojada con mi papá. Le dejé bien claro que no iba a volver a hablar con él si no terminaba con esa vieja.
Y mi mamá me habló del remember que tuvo con mi papá. Quedé tan impaktada con eso. Quizás cómo me puse con la hueá de la vieja madrastra, que ella decidió, por primera vez en su vida, hablarme de su vida privada.
Me contó que salieron un par de noches, y no sé cómo chucha no me di cuenta. Aunque igual lo sospechaba, si mi mamá salía a "trabajar" todas las noches.
La volá es que se comieron, o mejor dicho, se besaron, porque a mi mami le pareció muy rasca decir que se comieron, y tenían una relación pequeña po, hasta que viajamos al norte en las vacaciones y todo quedó ahí. No entró en más detalles, no le pidamos peras al Olmo.

─¿Y no te importa que esté con esa vieja cuica? ─le pregunté.

─No. Él puede hacer lo que quiera.

─No entiendo por qué no se dieron la oportunidad, podríamos haber sido felices los cuatro.

─Las cosas no siempre resultan, hija.

─¿Sabí qué, mamá? Si yo fuera tú, me la jugaría por mi papá.

─Ay, Lidia, deja de hablar leseras.

─Apuesto que tú erí la que tiene miedo. Si mi papá ya no es un cabro chico, aunque a veces actúa así, pero no te va a abandonar de nuevo. Arriésgate.

─¿Qué vai a tomar de once? ─me cambió de tema y se paró de mi cama.

─Mamá, espero que tomí mis consejos antes de que sea tarde.

─¿Leche con cereal? Te voy a servir leche con cereal ─salió de mi pieza.

**

Habíamos pasado el resto de la semana súper relax, sin amenazas y todo súper tranqui, hasta que pasó una hueá tan repentina... Todos quedamos impaktados.

Estábamos todos tranquilamente resolviendo los ejercicios de matemáticas, hasta la Nacha y yo. Esa hueá era un milagro, pero sentarse a delante ayuda caleta a ser responsable. La hueá es que de repente se escuchó que empujaban las mesas y con la Nacha y el profe llegamos a saltar. Todos giramos las cabezas como el exorcista y vimos que el Fede con el Alonso estaban a punto de sacarse la chucha. ¡Mi corazón dio el manso salto al verlos!

─¡Deja de hablar hueás! ─le gritó el Fede.

─¡Es la verdad, ahueonao! ¡Está contigo pero igual me va a ver a mí! ─le gritó el Alonso de vuelta.

─¡Aonde pendejo, te pasai los medios rollos! ¡Está conmigo porque me quiere a mí, y a ti no! ─mi pololo se tiró a pegarle, pero los cabros del curso se metieron a separarlos.

El profe no se demoró ni un segundo en estar al lado de ellos retándolos y mandando al Fede al baño, mientras el Alonso se quedaba en la sala siendo calmado por algunos culiaos.

─Anda, hueona ─me dijo la Nacha.

Reaccioné y salí detrás de mi pololo.

─Fede, ¿qué onda? ─le grité.

Él se dio vuelta y me miró enojado. Corrí y me posicioné a su lado mientras caminaba a su paso siguiéndolo.

─Lidia, no me hablí ahora que estoy caliente.

─Eso es porque me viste ─eché la talla para calmar el ambiente.

El Fede entró al baño de hombres y yo me quedé afuera.

─¿Qué te dijo ese gil? ¿Te dijo algo sobre mí? ─le pregunté.

Escuché la llave del lavamanos. Al parecer estaba tomando agüita.

─Fede, sea lo que sea que te haya dicho, es mentira.

─¿No fuiste a su casa siquiera? ─me preguntó sin que pudiera verlo.

─No, o sea... fui la otra vez... a pararle los carros. Pero fue hace caleta. Lo tiene que haber dicho pa' huebiarte.

─Linda la hueá ─pateó la puerta de un baño─. ¿Por qué no me contaste?

Me armé de valor y entré al baño de hombres care raja, care palo, care palta.

─No te conté porque no fue importante ─le respondí.

─Respuesta incorrecta.

Salió del baño y lo seguí.

─Fede, por fa, no te enojí. Yo te quiero a ti, no a ese hueón.

No me respondió y apresuró el paso, así que me rendí. ¡Quería matar al Alonso! ¡No me iba a quedar tranquila hasta verlo muerto!

**

Por suerte, solo le citaron el apoderado a mi Fede, y al otro hueón. Yo ya veía que los echaban del colegio.
El Fede me ignoró todo el día, y esa hueá hizo que me enojara mucho más con el Alonso.

En el almuerzo entré a la sala y el más ahueonao del mundo mundial estaba hablando con la Ágata. Lo agarré del brazo para que se parara, y cuando lo hizo, lo empujé para que saliera de la sala.

─Oye, ¿qué hueá? ─me preguntó entero choro.

Lo empujé al rincón del pasillo y cuando llegamos le di una cachetá.

─¿Hasta cuándo te vai a meter en mi relación?

Él se quedó callado.

─¿Cómo no entendí que no me gustai?

Siguió sin responder.

─¡Di algo! ─le pegué en el pecho.

No me hizo caso. Siguió en silencio.

─¿Hasta cuándo vai a seguir metiéndote en mi puta vida? ¡Ni siquiera te tengo cariño! Y cuando te veo... me dai asco. Eso es lo que me dai, asco. No sé cómo me pudiste gustar durante tanto tiempo. Si pudiera devolver el tiempo, no sería tan hueona como pa' enamorarme de ti. Tu cara me repugna, todo tu ser me repugna. Eso es lo que siento por ti, así que deja de pasarte rollos, ¿querí?

Vi unas lágrimas cayendo por sus ojos, pero las secó al tiro.

─¿Algo más? ─me preguntó.

─Deja de hacerte la víctima, no te creo nada.

Se secó bien los ojos.

─Dale ─me respondió y volvió a la sala, mientras yo me quedaba ahí, sola, enojada, con impotencia. Quizás había sido muy cruel, pero no me importaba. Anteriormente le había pedido en buena onda que me dejara tranquila, pero no entendió. Y ahora que era cruel con él, se ponía a llorar. ¡Linda la hueá! Después de todo lo que me hizo, yo era la mala de la película. Y pa' peor, había quedado de maraca en frente de todo mi curso.

**

Un último saludito a:

Constanzapio

Que era la única que me faltaba mandarle.

Ya estamos en la recta final... solo eso...

¡Gracias por todos los comentarios y votos!

Fui una ahueoná | EDUA #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora