Pestañeé un par de veces sin saber si lo había soñado. Si..., quizá lo deseaba tanto que lo soñé, pero no. Fue real, Alessandro me miraba y aún estaba algo sonrojado. Pero más que yo jamás, sus pupilas tenían un tono rosado extraño pero hermoso. No dejaba de mirarme y eso era algo que me ponía terriblemente nerviosa.
— Te advertí que no sabía hacerlo.
— ¿Sabes qué significa cuando un hombre se corre? Significa que tuvo un orgasmo. Tu boca logró que le corriera. Haces maravillas con esa boca.
Muerta de la pena bajé la mirada.
— No tienes que mentir.
— Mi polla es como el títere ese, no puede mentir. Se delata solita.
— ¿Pinocho?
— Ese mismo
— Eres un payaso.
Sonriendo besó mi frente
— Al menos te hice reír.
Esperaba aterrizar en Atenas pero me llevé la sorpresa de que habíamos aterrizado en Italia. Estaba confundida y no comprendía porque había hecho el cambio. Subimos a un coche muy lujoso y una vez dentro sin poder contener la curiosidad comenté.
— Pensé que iríamos a Atenas.
— Ese era el plan en un principio. Pero cambié de planes. El trabajo puede esperar; estos cuatro días quiero dedicártelos. Estamos en Milán, aquí he vivido casi toda mi vida.
— Seguramente es hermoso el lugar.
No se porque sentía tensión. Él estaba callado y yo no sabía que comentar para romper el hielo. Habíamos llegado en la madrugada y el sueño comenzaba a dominarme. Estaba convencida de que llegaríamos a un hotel y en cambio llegamos a una hermosa casa de campo rodeada de abundante vegetación. Todo era rústico y su interior era como de película. Era de esas casas donde hacer el amor era aún más romántico, a la luz de las velas o una cálida chimenea. Estaba temblando sin saber porqué. Estar a solas en una casa con Alessandro era una tentación muy grande. Dejó las maletas a un lado y al ver sus ojos ya no eran rosados, ahora daba la impresión de ser levemente morados. Sin poder contener la curiosidad comenté
— Tus ojos...cambian de color
— Ah sí..., es una rara condición hereditaria. Cambia de color según mis estados de ánimos. Algo con el flujo sanguíneo en el ojo lo causa.
— ¿Y qué colores tienen tus ojos?
— Mi madre dice que desde pequeño, cuando estoy triste o decaído se tornan azules, cafés cuando estoy enojado, rosados cuando estoy feliz por algo, excitado, emocionado. Cualquier cosa que sea positiva y morado cuando estoy en tensión o nervioso. Pero mi color de ojos la mayor parte del tiempo son color verdes.
— Entonces estás nervioso en estos momentos...
Sus mejillas se pusieron rojas y suspirando con algo de tensión no pudo evitar aceptar que estaba nervioso. No solo él, yo también lo estaba. No solo me sentía nerviosa, sino también extraña. Llevaba más de seis horas sin recibir un golpe o insulto y eso era todo un récord.
— Si soy sincero, si estoy algo tenso.
— ¿Por qué?
— Desde que mi esposa murió, no he estado a solas con ninguna mujer. Es más difícil de asimilar de lo que imaginas.
No sabía qué responderle. No tenía seguro hasta que cierto punto era bueno o malo. Lo que su respuesta si me dejaba claro era que me había enamorado de un hombre que sus sentimientos estaban en otra parte. Estaba enamorada y me sentía viva y al mismo tiempo muerta. Sentir aquel amor me revitalizaba el alma y al mismo tiempo la mataba. Tenerlo cerca me daba paz y al mismo tiempo tormento. Aquellos cuatro días no serían una despedida, sería el inicio de algo que no podría apagar jamás. Me llevó hasta una de las habitaciones de la casa y era de ensueño. Una vista hermosa a los jardines con una cama con un bello edredón y cómodas almohadas de finas terminaciones. Deseaba dormir a su lado, sentir sus latidos en mi oído. Su aroma penetrar mi nariz como si de un tranquilizante a mis sentidos se tratase. Pero lo que yo deseaba no pasaba por la mente de Alessandro de igual manera.
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La teoría del silencio
Roman d'amourLlevar una vida modelo, idónea y envidiable ante la sociedad era la parte fácil de la tarea. Tener un esposo y una familia prácticamente perfecta, un apellido e imagen la cual cuidar era lo primordial. Lo difícil era llevar dos vidas totalmente dist...