Mis ojos sollozaron y aún estaba en trance. No tenía idea si Ryan sabía de mi relación con Alessandro. Moriría de solo imaginar que algo malo le pasara. No entendía el absurdo sentimiento que tenía por él. Y era absurdo porque era yo quien lo amaba a morir. Salí del restaurante con un mal sabor en la boca y un miedo inmenso por las palabras de Ryan. Tenía que hablar con Alessandro y sin pensarlo pedí un taxi hasta la editora de Alessandro. Corría tanto riesgo al estar allí, sobre todo por el hecho de que Ryan me tenía vigilada por todos lados. Al llegar me anuncié con la recepcionista y ella muy amable me dijo que podría entrar. Alessandro había dado órdenes de dejarme entrar sin anunciar y la verdad eso me había enamorado aún más. Abrí la puerta pero al hacerlo me topé de frente con una escena que me había trastocado por completo. Alessandro abrazaba efusivamente a una mujer hermosa, de cabellos cobrizos y una figura envidiable. Podía ver en él como su presencia le fascinaba y a mi me ardía el alma al verlo en brazos de otra mujer. Ella al percatarse de mi presencia me miró y seguido lo hizo él.— No quería interrumpir, vendré en otra ocasión su excelencia. Es más, enviaré a mi asistente.
— Alicia, dame un momento yo quiero...
— Que tenga buen día.
Salí de su oficina y tan rápido como pude salí de aquella editora muerta de celos e inevitablemente sintiéndome menos. Era un infierno vivir así, me quemaba el alma tener que amar a escondidas. Enojada fui a la constructora y al llegar a mi oficina azoté la puerta con tanta fuerza que hice retumbar la oficina de Sandra. Ella entró a asustada y al verme preguntó.
— ¿Qué ocurre?
— ¡Nada! No me ocurre nada. ¿Me dejas sola?
— No, no me iré. ¿Acabas de llegar y ya quieres que me vaya? ¿Pasó algo con Alessandro?
La tensión era demasiado. Tenía muchas cosas encima y comenzaba. Sentir que no estaba dispuesta a seguir soportando a Ryan. De alguna manera tenía que sacármelo de encima. Aunque para ello tendría que jugarme la vida. Me cubrí el rostro frustrada sin saber por dónde empezar. Me daba celos algo que ni siquiera tenía que darme celos, amaba a alguien a quien no podía reclamarle nada porque no tenía derecho alguno y eso me quemaba, tanto que comenzaba a atormentarme.
— Alicia, soy tu amiga. Estoy aquí para ayudarte y sabes que cuentas conmigo.
Levanté la mirada y necesitando hablar con alguien respondí con desgano.
— Me pasa todo Sandra. Fue un error haber ido a ese viaje. Terminó pasando lo que no quería, me enamoré de Alessandro Franceschini como imbécil. Me hizo el amor, me dijo cosas que jamás pensé escuchar de un hombre. Ya no hay nada que pueda salvarme de esto que siento. Lo amo pero él, no se si me ame igual. A veces siento que me quiere otras que me odia y siento que me voy a volver loca.
Sandra agarró mis manos y ella siempre tenía algo que decir que lograba calmarme. Su sonrisa pacífica hacia que mi frustración mermara un poco.
— Estas enamorada, por más que lo niegues o por más que busques pretextos estúpidos para evitarlo. Alicia eres la única que tiene la solución a tus problemas. Vive ese amor, entrégate a él y olvida a tu familia, la empresa y demás. Piensa en ti, en lo que te hace feliz. Ryan podrá controlarte la vida pero no tiene control sobre a quien amas y eso es lo más importante.
Negué con la cabeza secando mis lágrimas aún algo estertorosa.
— No entiendes nada. Ryan me obligo a ir a comer hoy y me dijo que no tenía que golpearme para hacerme daño. Que podía hacerlo con alguien que me importaba mucho. Sandra, él sabe ya algo o al menos se lo sospecha. Se enteró que estuve fuera de Madrid y no va a tardar en descubrir con quién.
ESTÁS LEYENDO
La teoría del silencio
RomanceLlevar una vida modelo, idónea y envidiable ante la sociedad era la parte fácil de la tarea. Tener un esposo y una familia prácticamente perfecta, un apellido e imagen la cual cuidar era lo primordial. Lo difícil era llevar dos vidas totalmente dist...