Semanas después
No había dormido nada bien, aunque para ser sincera nunca había dormido bien y menos con tantos problemas en la cabeza. Ya había dejado el cabestrillo y solo necesitaba retocar los pocos moretones que me quedaban. Hace mucho había perdido el interés por recuperar un matrimonio que nunca existió. Miraba el anillo de matrimonio en mi anular y era lo más pesado que podía llevar puesto. Apenas veía a Ryan y cuando lo veía, era casi seguro terminar con otro golpe. Había pasado semanas y no había vuelto a saber de Alessandro Franceschini y era cuando más lo tenía en la cabeza. Cada vez que pensaba en él, imaginaba cosas que se tornaban cada vez más indecorosas. Era el primer hombre que hacía que sintiera ese cosquilleo interno, era el primero que me hacía sentir caliente y eso me apenaba horrible. Estaba tumbada en la cama y lo único que tenía ganas era de volver a frotar mis dedos sobre mi clítoris que ya se sentía hinchado y palpitante. Me sentía acalorada, necesitaba sentirme como una mujer normal pero ya hasta el masturbarme me causaba pena y vergüenza. El calor se convirtió en frialdad y caminando hacia el espejo, deje caer el albornoz. Aunque dolía, era la verdad. Era insulsa, y mi cuerpo no era motivo de excitación para ningún hombre. Ryan entró para buscar su abrigo y rápidamente pretendía cubrirme pero el me lo impidió. Con una sonrisa burlona y cruel se detuvo tras mi espalda y observándome con asco comentó.
— No te cubras, quiero que veas tu reflejo y entiendas porque no te toco. Es que ni siquiera provocas una erección. Mírate, estás vieja, simple y básica.
— ¿Hasta cuándo me vas a castigar por ese accidente? ¿Hasta cuándo me vas a seguir haciéndome sentir como una mierda?
— No te hago sentir, eres una mierda. Lo eres Alicia, no le importas ni siquiera a tus padres. Eres un estorbo. Hay mujeres feas..., y luego de ellas estás tú. Quizá no seas fea, pero el peor polvo lo das tú. ¿Sabes que te queda? Pagar por que te follen y eso sin que yo me entere, porque te iría mal. Ahora cúbrete.
Sus palabras seguían acumulándose como si de una olla de presión se tratase. Tener deseos sexuales me comenzaba a hacer sentir sucia, mucho más miserable de lo que ya me sentía. Nunca había pensado en la posibilidad de tener que pagar por sexo. Me cubrí y volviendo a la cama me quedé en silencio. A todos sus insultos simplemente respondía con silencio. Pero aunque no hablara, no significaba que no lo escuchara y me dolieran. Espere a que se fuera y agarré mi móvil llevándome una sorpresa un tanto agridulce. Alessandro me había escrito y esta vez por correo electrónico.
De: Alessandro Franceschini
Fecha: Abril 29, 2019
Para: Alicia Cariddi
Asunto: VariosBuenas tardes señora Cariddi
Hace casi un mes que no se de usted. Mi proyecto lo ha dejado en manos de Sandra Valera y aunque ella es muy útil y capaz, ese no había sido el acuerdo. Espero que podamos reunirnos para finiquitar de una buena vez este asunto ya que no solo estoy perdiendo tiempo sino dinero también. También quería disculparme por el atrevimiento de la caja. No debí darle algo así a una mujer como usted. Le aseguro que ese será el último incidente que ocurra de mi parte.
PD: Me gustaría poder reunirnos mañana en la tarde para lograr la reunión de hace unas semanas que no pudo darse.
Que tenga buen día,
Alessandro Franceschini
————
De: Alicia Cariddi
Fecha: Abril 29, 2019
Para: Alessandro Franceschini
Asunto: De acuerdoEstimado señor Franceschini,
El tema de la caja lo he dado por olvidado hace tiempo. No le he prestado importancia a su broma de mal gusto. Y estoy totalmente de acuerdo con usted, nuestro trato quedará en la línea estrictamente profesional. Puede pasar por la empresa mañana a las una de la tarde si gusta.
ESTÁS LEYENDO
La teoría del silencio
Roman d'amourLlevar una vida modelo, idónea y envidiable ante la sociedad era la parte fácil de la tarea. Tener un esposo y una familia prácticamente perfecta, un apellido e imagen la cual cuidar era lo primordial. Lo difícil era llevar dos vidas totalmente dist...