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Fue una semana extraña y larga.

Pansy se sentía como una prometida a la espera del momento mágico, aunque en el fondo estuviera molesta consigo misma por estar tan ansiosa.

Aquel hombre, Harry, era su debilidad.

El cuerpo de él era el templo donde ella oraba.

Pansy se condenaba por sentirse débil de espíritu, débil en la carne y en la mente.

Ella intentó combatir esos sentimientos sumergiéndose de cuerpo y alma a actividades sin propósito alguno.

Almorzaba con viejos amigos, buscaba saber sobre posibilidades de trabajo, cuando la verdad tenía prisa por conseguir empleo.

Se espantaba por eso, pues siempre había pensado que trabajar era su prioridad número uno en Nápoles.

Aprendió también que Lily no era sólo una abuela ocasional.

Ella se dedicaba a James a tiempo completo, adoraba pasar las horas disponibles con él, y estaba siempre interesada en lo que el chico tenía que decirle.

James se había soltado bajo su amorosa atención.

Observando a Lily dedicarse tanto a su nieto.

Pansy descubrío por qué Harry era el hombre que era.

Lily tenía el don de instigar auto confianza en James, y ciertamente había hecho lo mismo con su propio hijo.

Un hijo que llamaba a casa todo el santo día hablaba con su madre, hablaba con el niño y.... con Pansy.

Ninguno de ellos mencionaba a Ginevra durante esas conversaciones.

Pansy no lo hacía por pensar que Ginevra podía estar al lado de Harry, y pensaba que Harry no mencionaba el nombre de la mujer porque ella debía aún estar con él.

La onda de calor que había envuelto Nápoles no pasaba.

Pansy tomaba una ducha por segunda vez, aquella tarde.

No fue sólo el calor lo que la había hecho abrir el grifo de agua fría, sino también el deseo.

Suspiraba por Harry, ardía por él.

Sabía que él volvería aquella noche.

Por lo tanto, cuando un cuerpo desnudo y muy musculoso se arrimó a ella por detrás, bajo el chorro de agua fría, ella pensó que estaba fantaseando con la presencia de Harry.

—¡Harry! —exclamó, casi resbalando en el piso mojado.

Poniendo los brazos alrededor de su cuerpo, él la abrazó con firmeza.

—¡Me asustaste! —exclamó ella.

—¡Disculpa, pero al verte así, no lo pude resistir!

—Pensé que regresarías a la noche —habló ella, intentando controlar el corazón disparado.

—Tomé un vuelo antes —explicó.

Pansy luchaba para recuperar el control.

—El agua está muy fría —él se quejó, alcanzando el control de temperatura de la ducha—.

¿Estás intentando coger un resfriado?

—Estaba tan caliente... —murmuró ella.

—¿Me extrañabas?

—Ni pensé en ti —ella mintió.

—Pero yo te extrañe a ti ¡Y mira que no me enorgullezco de esa confesión!

La VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora