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Pansy se preguntó a sí misma si Harry la estaría viendo como un objeto perdido, recuperado y colocado en el lugar errado, mientras observaba aquellas largas pestañas oscuras y sensuales bajando lentamente sobre los ojos determinados a no demostrar ningún sentimiento.

El silencio se transformó en tensión. Pansy intentó resistir a la atracción que Harry despertaba en ella. Fue así desde que se habían visto por primera vez.

Él era la personificación de la belleza masculina. Todo en él era bello, el rostro, el cuerpo, las piernas largas y bronceadas.

—¿Tus cosas ya llegaron? —preguntó él, casualmente.

—Yo... yo no se-sé —tartamudeó—. Estuve paseando por ahí —concluyó, intentando parecer tranquila.

—¿Tuviste alguna sorpresa? —preguntó él, volviendo a frotarse los cabellos.

—Sólo en el cuarto de James —murmuró ella, sin desviar los ojos de él—. Quedó bonito.

—Qué bueno que te gustó —él habló sin sarcasmo.

Paró de frotarse los cabellos y tiró la toalla al suelo. Pansy se mordió el labio e intentó desesperadamente idear una disculpa para salir sin parecer una cobarde.

—Disculpa, por preguntar —Harry rompió el silencio—. Pero tú viniste aquí para...

Él debía estar queriendo saber si ella quería usar el baño.

—N-no —murmuró ella, entonces corrigió, pensando que el baño era el lugar ideal para escaparse—: Sí, eso es.

Él no movió un músculo, mientras Pansy se aproximaba, pero dio un paso hacia atrás cuando ella lo alcanzó.

—Gracias.

—¿Vas a tomar una ducha? —preguntó.

—Sí —ella se oyó decir.

¡Ni siquiera necesitaba usar el baño, y allí estaba, diciendo que iba a tomar una ducha!

—Entonces, permíteme —le ofreció con voz seductora.

Pansy se quedó inmóvil, cuando los dedos de Harry tocaron su espalda y descendieron suavemente hasta el cierre de su vestido de lino color jade.

Apretando los dientes, rezó por su salvación.

Sentía la humedad perfumada de su cuerpo envolviéndola.

La fragancia provocaba recuerdos de cuerpos desnudos enlazados en el acto de amor.

Tembló, cuando sintió que el cierre fue abierto en toda su extensión.

Pero Harry no paró allí. Con dedos ágiles, le desabrochó el sujetador, y Pansy sintió sus senos libres, de pronto, mientras él deslizaba la mano por su espalda, de arriba a abajo.

—Toma un largo baño, Pansy. Estás tensa como una mula.

Una ducha fría, ella pensó, deprimida.

—Claro que existe un modo más eficaz de liberar las tensiones —él continuó, abrazándola por detrás.

Antes que ella pudiera reaccionar, los labios de él tocaron su cuello y, como un vampiro sometiendo a su presa, él mordió suavemente un nervio que pulsaba frenéticamente.

Al mismo tiempo, metió las manos largas y ansiosas dentro del vestido abierto de Pansy, apresando los senos que había acabado de liberar.

La tensión sexual reprimida durante todo el día explotó sin control.

La VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora