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Apoyada en el muro de la terraza. Pansy observó la línea roja de los focos traseros de los últimos coches que se alejaban, desciendo la colina.

Finalmente, la fiesta había acabado, algunas horas después de la partida de Ginevra.

Draco se había quedado con la responsabilidad de llevarla, y la manera en cómo la había acompañado, sin decir una palabra, había dado a Pansy una especie de alivio.

Fue el desprecio de Lily lo que finalmente había devastado a Ginevra.

Lily, que siempre encontraba algo de bueno en cualquier situación, aquella vez había actuado de forma distinta.

Pero, ver una amistad tan antigua morir, fue terrible para ella.

Lily había llorado un poco, lo que había ayudado a llenar un momento difícil entre Harry y Pansy.

Y, naturalmente, ellos necesitaban atender a los invitados y, además de eso, responder a las inevitables preguntas sobre la súbita ausencia de Ginevra.

Pansy exhaló un pequeño suspiro, pues sabía que aquella noche tenebrosa estaba lejos de terminar.

—¿Qué noche, ¿no? —murmuró Harry, a sus espaldas.

—¿Cómo está tu madre? —preguntó ella, sin volverse.

—Aún enojada, como es natural —respondió, apoyándose en el parapeto—. Pero tú la conoces, ella nunca soportó discordias.

—Ella amaba a Ginevra —afirmó Pansy—. Descubrir que alguien que tú amas no es quien creías que era, puede ser catastrófico.

—¿Eso es una alusión a mí? —preguntó Harry.

Pansy no sabía si era cierto, se encogió de hombros

—Tú me mentiste —acusó—. Mentiste acerca de tu relación con Ginevra.

Harry dio un profundo suspiro.

—Mentí, sí —admitió, finalmente—, pero todo sucedió hace mucho tiempo y, como soy demasiado arrogante, no pensé que tuvieras el derecho de cuestionarme sobre mi vida antes de conocerte.

—Eso le dio poder a Ginevra —observó Pansy—. Con tu insistencia en negar que habían sido amantes, ella quedó libre para hacer insinuaciones llenas de maldad a toda hora.

Pansy se estremeció, haciendo una pausa.

—Ella... sabía cosas de ti, que sólo una amante podría saber.

Él extendió la mano y acarició cariñosamente la de Pansy.

—Discúlpame —murmuró.

No era suficiente. Pansy se inclinó a mirar el jardín ya oscuro y silencioso.

—Ella estaba allí aquella noche, en la terraza al lado de la nuestra, oyendo nuestra discusión —comentó Harry—.

Usó todo: nuestra falta de confianza mutua, tu relación con Draco, mi mentira...

—¿Cómo supiste que ella estaba allí? —indagó Pansy.

—Después que tú entraste, yo continué aquí fuera, ¿te acuerdas? —explicó Harry—.

Estaba intentando aceptar que tu versión de lo que sucedió la noche en que perdiste al bebé era verdadera.

Parando de hablar por un momento, suspiró.

—Entonces, oí ruido en la terraza de al lado.

Una silla arañando los ladrillos, después un suspiro que reconocí, y sentí un cierto perfume.

La VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora