Mariposas

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Ey ey ey! Saludos a todos! Os dejo otra entrega de ésta historia :*


Ilusión: Del latín Illuso. Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causadas por engaño de los sentidos.

¿Por qué no podía dejar de pensar en aquella pregunta? Le había dicho que "No" y lo había echado de su casa bruscamente. Fumaba su cigarro nerviosamente, no sabía cuántos cigarrillos llevaba desde que se había levantado. Su mente apenas había estado atenta en clases y, al estar cerrado el club, volvió a su casa. Se encontraba en el balcón, sentado en la silla, con una manta alrededor suya. El cenicero estaba hasta arriba.

"¿Estás enamorado?" aquella pregunta volvía una y otra vez a su mente. Él nunca creyó en el amor. Nunca se había enamorado y no esperaba hacerlo alguna vez. Pensó en el mayor, en sus ojos plateados, en ese brillo que tenían y en la forma que le miraban, como si él fuera lo más preciado del mundo. ¿Estaría el mayor enamorado de él? Sus mejillas ardieron ante esa idea. ¿Por qué se emocionaba ante eso? Tenía que romper aquello, no quería caer. Le daba pena porque le encantaban los conciertos, el ambiente del local, las caricias y los susurros del otro, el coqueteo continuo, las palabras que le dedicaba...

Apagó su último cigarrillo, chasqueó su lengua, molesto. Tendría que ir a por más, aun sentía los nervios a flor de piel. Se levantó y se puso los botines para bajar. Fue a la tienda de tabaco más cercana. A la vuelta pasó por delante de un supermercado. Se le antojó chocolate así que entró.

Fue directo a la zona de los dulces y empezó a decidir cuál cogía.

-Perdone.- una voz infantil le llamó la atención. Matt miró hacia abajo y vio a una niña, tendría unos seis años. Era rubia y tenía unos bonitos ojos grises.- ¿Podría cogerme aquel chocolate?- El rubio miró a dónde estaba señalando la niña. Era uno que estaba en un estante mucho más alto. Él extendió su mano y le entregó el chocolate.- ¡Gracias señor!

-¡Ami!

A Matt se le heló la sangre al escuchar esa voz. Levantó su rostro y miró al hombre que tenía delante y que estaba igual de sorprendido que él.

-¡Mira papi!- la niña le enseñó el chocolate.

-¿Papi?- repitió en un susurro el rubio sin apartar la mirada de los ojos grises de Takeo.

-Ve y dáselo a tu madre.- le costó decir aquello. La niña salió corriendo.- Yamato...

-Ni te acerques.- dijo fríamente.- Ni me vuelvas a llamar.- y pasó a su lado.

Notó como le agarró del brazo, impidiendo que diera un paso más. Matt sentía sus ojos arder.

-¿Takeo?- era la voz de una mujer.

El rubio notó como el agarres aflojó, permitiéndole alejarse. Al mirar al frente vio a una mujer, aunque estaba entrando en la mediana edad seguía vislumbrándose que en otra época fue muy hermosa. Tenía un bonito cabello rubio y unos dulces ojos verdes que se apagaron al ver al rubio. Matt sentía que no podía respirar así que siguió andando. Soltó dinero en el mostrador, sin darse cuenta que había pagado de más y salió corriendo de la tienda.

Llegó a su casa casi al borde de las lágrimas. Su hermano lo estaba mirando desde el sofá. El rubio cayó de rodillas y empezó a llorar. ¡Qué estúpido! ¡Él pensando en el amor! Estaba claro que el amor no existía, que todo era una falsa, un mito. Notó los brazos de su hermano rodearlo y acariciarle la espalda. El mayor le correspondió el abrazo.

Takeru se había sorprendido tanto al verlo entrar. Nunca había visto a su hermano llorar, nunca y verlo derrumbarse... se le partió el alma. No le preguntó porque sabía que no le diría nada. Se quedó en silencio, prestándole su hombro, hasta que dejó de llorar y se volvió a colocar su máscara. El móvil había sonado varias veces pero ni lo miró, de hecho en una de las veces lo apagó con desesperación.

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