Capítulo 4

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Después de caminar durante un buen rato a paso ligero y tras comprobar que ya estábamos lo suficientemente lejos del lugar como para no volver a tener encuentros desagradables, decidimos relajar el paso.
Ya habíamos atravesado prácticamente toda la llanura de Liyue cuando empezó a anochecer. Ya deben ser cerca de las 9 de la noche, pensé.
En ese preciso momento vi que Paimon se paraba en el camino.
- Paimon no puede más. Debimos haber cogido el carruaje de esos tipos -. Se quejó mi compañera de aventuras, sentándose en la primera roca que veía, exhausta. Me acerqué a ella.
- Vamos Paimon, no queda tanto. No podemos pararnos aquí en medio de la nada cuando está anocheciendo. Nos exponemos a muchos peligros -. Ella suspiró molesta
- Paimon está cansada de caminar y tiene hambre -. Me replicó, con poca disposición a moverse.
- ¡Pero si literalmente levitas! -. Dije, incrédula.
- ¡Oye, levitar es muy cansado! No hables sin saber -. Mientras discutiamos escuchamos una risa cercana. Miramos hacia Zhongli que nos observaba, divertido.
- Parece que Paimon no piensa moverse más... -. Se cruzó de brazos, pensativo - Creo que tengo una idea de cómo solucionarlo ¿Qué tal si te llevo en mi hombro? -. Paimon frunció el ceño y negó con la cabeza.
- No soy una niña pequeña para que tengas que cargar conmigo -. Zhongli suspiró y movió su mano creando así una pequeña roca con forma de meteorito que flotaba alrededor de él como si de un satélite tratase. - ¿Si te sientas aquí y dejas que te lleve la roca, vendrás con nosotros? -. Le propuso.
Vi como Paimon sonreía y asentía efusivamente ante la propuesta. Se sentó sobre la roca y levantó los brazos
- ¡Esto es genial! Este Dios pobre es realmente útil cuando quiere -. Rió y escuché a Zhongli suspirar y continuar la marcha. No tiene remedio.
Seguimos el camino, con Paimon sentada en el pequeño meteorito flotante. A medida que avanzábamos, ya pasada una hora, pude notar a Zhongli algo fatigado. Creo que mantener eso durante tanto tiempo le está pasando factura...pobre. Aceleré un poco el paso, faltaba muy poco para llegar, ya podía ver a lo lejos la torre.

- Vamos, Zhongli. Queda muy poco -. Le animé y me hizo una sonrisa algo tensa.

Llegamos al lugar. Paimon se bajó de la pequeña roca y pude ver a Zhongli suspirar, aliviado. El meteorito se esfumó.
Lo primero que hicimos fue sentarnos en las mesas del restaurante de la posada para cenar. Debían ser las 11 pasadas y estábamos hambrientos. Comimos bastante más de lo que debimos, pero nos sirvió para reponer las fuerzas que nos había supuesto llegar hasta allí tras todo el día caminando. Me duelen un poco las piernas, suspiré acariciando una de mis piernas en un intento de aliviar el dolor.
Zhongli puso una mano sobre mi muslo al verme.

- ¿Te encuentras bien, querida Amelia? -. Me encogí de hombros.
- Me duelen un poco las piernas de caminar. No sufras -. sonreí y me levanté para pagar la cuenta. Después de hacerlo, volví a la mesa para indicarles que me siguieran.
Debíamos pedir un par de habitaciones para dormir esa noche, así que nos acercamos a recepción y hablé con la encargada, que muy amablemente nos concedió las llaves de dos habitaciones con rapidez.
Subí a la habitación junto a Paimon y comencé a asearme un poco en el lavabo que tenía la propia habitación.

- Creo que voy a dormir ya, Amelia. Paimon está muy cansada...no tardes mucho en ir a dormir -. Bostezó, mientras se tumbaba en la cama.
- De acuerdo. Buenas noches -. Ya no me estaba escuchando, porque la escuché roncar. Me reí levemente, mientras terminaba de ponerme la ropa para dormir.
Mientras estaba en la cama comencé a pensar en el día de hoy. Había sido muy intenso. Zhongli ha sido muy amable con nosotras, pensé mientras me comían las ganas de ir a agradecerle.
En un impulso, me levanté de la cama y decidí ir a su habitación. Al llegar a la puerta, me paré justo antes de tocar. Mierda, ¿para qué vengo? Debe estar dormido. Parezco tonta. Suspiré y decidí darme la vuelta, pero me topé con la figura de un hombre.
- ¿Me buscabas? -. Le vi junto a mí y me sonrojé. No esperaba encontrarlo afuera. Qué vergüenza.
- Eh sí...pero pensaba que estabas durmiendo y no quería molestar -. Reí con nerviosismo. Le vi sonreír, se le notaba cansado.
- No molestas, Amelia. -. Me calmó y continuó - Había salido a ver el cielo. Como estamos en mitad de la nada y en un lugar alto, se ve increíble. Hoy las estrellas de Liyue brillan con especial claridad. ¿Quieres verlo conmigo? -. Me propuso. Vacilé unos momentos, abrumada por la propuesta, pero asentí.
Le acompañé hasta la pequeña terraza de la posada, desde donde se veía toda la llanura que habíamos atravesado. Alcé la mirada y vi la infinidad del cielo y la hermosura de las estrellas de Liyue que flotaban sobre nosotros. Es precioso, pensé, mientras soltaba una pequeña exclamación de asombro.

- La astrología no es mi punto fuerte. Pero sé que cada Arconte tiene una constelación en el cielo. -. Me señaló una constelación que dibujaba en el cielo a alguien agarrando lo que parecía ser una lira. - Esa es la constelación del Arconte Anemo, por ejemplo. Creo que le conoces -.
La observé, sí era cierto que me daba un aire a mi querido bardo. Escuché a Zhongli hablar sobre las constelaciones de los Arcontes. Al llegar a la suya, le miré, asombrada por todo su conocimiento.

- Gracias por llevar a Paimon durante el camino, sé que te ha costado mantenerla tanto tiempo... -. Le corté y se quedó mirándome. Sonrió ante mis palabras - Y por salvarme la vida antes -. Su sonrisa se ensanchó al escuchar esto último.
- Tus actos tan llenos de verdad hacen de ti lo que eres... -. Me puso la mano en la mejilla y la acarició levemente -. Tenemos un contrato. Pero más allá de eso, aprecio tu vida y la de los que te rodean, Amelia. Eres ese tipo de persona que me hace pensar que vale pena haber vivido tantísimos años y haber conocido tantas cosas por encontrar gente como tú. -. Sus palabras me cortaron el aliento. Que alguien como él me diga esto... - ¿Te encuentras mejor de tu dolor? -. Me preguntó y yo asentí levemente, sintiendo el calor sobre mis mejillas - Me alegro. ¿Era para decirme eso por lo que venías a buscarme antes? -. Asentí, de nuevo y le vi esbozar una sonrisa - Gracias a ti por preocuparte, Amelia. - Hubo un silencio mientras nos mirábamos el uno al otro. Fue él el que decidió finalmente romperlo para decirme - Creo que...voy a dejar que descanses, yo también debería hacerlo. Mañana nos espera otro duro día -. Se alejó en camino a su habitación - Gracias por acompañarme en este viaje y aceptar mi contrato. Buenas noches-. Desapareció en el largo pasillo de habitaciones y yo me quedé allí un poco más, admirando el cielo de Tevyat.
Acaricié la misma mejilla que él había acariciado minutos atrás.
Un contrato digno de firmar...

El contrato que finaliza todos los contratosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora