Inspiración

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Nunca creí que fueras amante de la arquitectura moderna. Me sorprendí cuando vi por primera vez el que sería mi hogar por muchos años. Sabía que no eras rico, pero nunca imaginé que te iba también en el trabajo como para darte esos lujos. Desde que entré por primera vez la sentí mía. Con su entrada de cristal y paredes blancas que desprendían una elegancia infinita. ¡Que decir de las enormes ventanas que conformaban parte del techo! En ese momento no imaginé la de veces que nos tiraríamos en el suelo a ver las estrellas y haríamos el amor bajo la luz de la luna. Era perfecta y acogedora.

—¿Te gusta?

–Me encanta...parece cara. —sonreíste con mi reacción.

—No tanto, la compañía para la que trabajo tenía un descuento y aproveché. La casa es linda, pero el lugar está alejado del centro por eso a nadie le interesaba. —me tomaste de la mano y me guiaste por los pasillos mostrándome cada rincón de la casa.

—Nathan, yo no sé cocinar. —te confesé mientras me enseñabas los cajones de la cocina.

—No hace falta, cariño. No soy un gran chef, pero me defiendo. —Fue la primera vez que me llamaste cariño y me gustó tanto oírtelo decir.

—¿Cómo me puedes sorprender tanto? —te pregunté divertida.

—Todavía te puedo sorprender más –te acercaste a mí con dulzura y colocaste un mechón suelto detrás de mi oreja. Me miraste a los ojos y me preguntaste sin más —¿Cómo eres tan linda ? ¿Cómo haces para volverme loco con una simple sonrisa? —Ni siquiera me diste tiempo a contestar cuando me besaste y me envolviste entre tus brazos, me guiaste hasta la habitación y nos tumbamos en la cama.

Era mi primera vez y mis nervios se dispararon con locura, pero no impedían que te deseara, ni que te dejara poseer lo que por 23 años había sido mi más preciado tesoro. Me sentía segura a tu lado. Tú estabas siendo tan dulce y cuidadoso al tocarme que me parecía un sueño.

Pasaste tus manos por debajo de mi camiseta y me despojaste de las prendas que impedían ver mis atributos femeninos. Rozaste mis pechos con tus labios y me llevaste a otra galaxia de placer. Jugueteaste con ellos e hiciste que te pidiera más. Desabrochaste mis jeans y deslizaste tus dedos más allá de dónde cualquier persona había llegado antes. El placer me segó y te pedí entre jadeos que me hicieras tuya. Acariciaste, lamiste y besaste cada parte de mi cuerpo. Recorriste con tu boca cada rincón de mi piel. Sentí que lo estabas disfrutando y más aún cuando por fin entraste en mí. No creí que dolería porque fuiste tan cuidadoso de no lastimarme, pero el dolor duró poco porque comenzaste a moverte con un ritmo suave, seductor y atrevido que enloqueció mis sentidos e hizo que olvidara mi nombre. Fuimos acoplándonos como dos piezas perfectas que acababan de encontrarse. Una corriente desconocida invadió mi cuerpo y pusiste tu frente contra la mía mordiéndote el labio cuando colapsaste de placer. Me sonreíste entre jadeos y besaste la punta de mi nariz antes de tumbarte a mi lado. Me tomaste entre tus brazos y me acercaste a tu pecho mientras acariciabas mi cabello con delicadeza. Me quedé dormida con las cosquillas que hacía tu respiración en mi cuello.

La luz del día me despertó de tu lado, aún era temprano y preferí dejarte descansar. Preparé mis cosas y me dirigí hasta el baño para darme una ducha caliente. Aún no me creía lo que había sucedido, una sonrisa tonta no abandonó mi rostro en toda la mañana.

Desde la ventana del baño pude ver la nieve caer y me detuve en observar a una pequeña ardilla correr de un árbol a otro para encontrar refugio. Una manada de pájaros se alzaron a lo alto al sentir una fuerte ventisca acercarse, y los árboles no dejaban de moverse de un lado a otro, pero a pesar de todo un delicado rayo de sol se hacía notar entre las nubes y ese simple e insignificante suceso me inspiró a escribir.

Me vestí con rapidez y corrí hacia mis cajas que aún estaban en el salón. Saqué mi viejo portátil con cuidado y me senté en el acogedor sofá gris con la laptop entre mis piernas. Comencé a plasmar mis pensamientos en esta y mis dedos no dejaban de moverse con desesperación para no olvidar ningún detalle. Llevaba meses sin poder escribir ni una palabra y ahora estaba más que llena de ideas por contar.

Me sorprendí cuando te vi con dos tazas de café con leche frente a mí. Estaba tan inmersa en mis pensamientos que ni siquiera me di cuenta cuando habías despertado.

—Hola —me besaste y me ofreciste la deliciosa bebida —¿Qué haces? —me preguntaste con curiosidad mientras te sentabas a mi lado y mirabas el portátil.

—Quiero escribir una novela de misterio. Ya tengo la idea inicial, estoy haciendo los esquemas y acomodando mis pensamientos para luego construir la historia como tal —Tu mirada se iluminó y me abrazaste emocionado.

—¡Eh! Estoy tan feliz por ti, Riley. Estoy seguro que de que esta vez todo va a salir bien.

–Gracias Nathan, siempre eres de gran apoyo –te confesé y te perdiste tras de mí cuando viste a través del cristal. Te apresuraste a prender la tele y miraste las noticias. Una tormenta de nieve se había formado sobre casi todo el país y pedían a todos quedarnos en casa.

—Parece que hoy no podremos visitar a mis padres. —vi tristeza en tu mirada. Te hacía ilusión que los conociera y se me encogió el corazón de pensar que estabas triste. Siempre fuiste muy maduro, pero cuando hablábamos de tus padres parecías un niño pequeño que desbordaba amor y admiración por ellos. Esa es una de las cosas que más amo de ti.

—Quizá mañana ya no haya tormenta y podamos ir a verles, también tengo que recoger las cajas que me faltan en el apartamento y los libros del almacén de la librería.— Mis últimas palabras sonaron melancólicas por todo el salón y me abrazaste.

—¿De qué se trata tu nuevo libro? Cuéntame. —me preguntaste para cambiar el tema.

—Es de una bailarina que trabaja en el gran ballet Francés. Justo cuando le dan a representar el papel de Odette en el lago de los cisnes, es asesinada y hay más de 10 sospechosos en el caso. La otra protagonista sería una detective que trata de encontrar al asesino. Quiero comenzar contando la historia de la bailarina antes y durante su asesinato para luego enfocarme en la detective y así, hacer la trama más interesante. Quiero que el lector nunca sepa quien es el culpable, que siempre cambie de opinión en cuanto a eso y que tome el papel de policía también. Es difícil de lograr, pero estoy emocionada de poder hacerlo.—Tus ojos estaban como platos, no supe cuál era tu opinión hasta que gritaste.

—¡Wao, es increíble! No puedo esperar a leérmelo. —te lanzaste sobre mí y me besaste varias veces –Te quiero –te levantaste y te fuiste como la otra vez, antes de que te pudiera contestar. Desapareciste por entre los pasillos de la casa.

La librería (terminada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora