Mis inseguridades

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Al volver a casa ese día, me imaginé de múltiples maneras como estarías disfrutando de mi libro. Lo tendrías entre tus manos en la cama, para una lectura nocturna, o estarías en el sofá sumergido entre sus páginas. Lo que nunca imaginé fue que te volvería a ver...

Recuerdo haberme despertado temprano al día siguiente, lo primero que hice fue revisar mi cartera para ver con cuanto dinero contaba, 40 NOK . No eran suficientes ni para sobrevivir a la semana. Ideé un plan. Si no tenía dinero para nada, necesitaba encontrar algún trabajo, así que salí de mi apartamento y comencé a dejar mi currículum en todos los lugares donde pudieran necesitar una licenciada en Literatura. Caminé por todo Oslo, incluso compré un billete de lotería (hombre, tenía que probar suerte) Pero todos prescindían de mi trabajo.

Aún era temprano cuando decidí pasarme por la librería. Recuerdo lo nerviosa que estaba por saber si alguien más había comprado mi obra. Las noticias no fueron positivas y me sentí algo decepcionada al salir de allí. Pero justo al frente había un cartel bien grande que decía "se busca mesera". La chispa que recorrió mi cuerpo fue indescriptible. Tenía experiencia porque para pagarme los gastos de la universidad trabajaba de camarera en una cafetería. Sabía que no era en lo que había esperado trabajar después de graduarme, pero estaba desesperada. No lo pensé dos veces y entré en el acogedor establecimiento. Ahora que lo pienso, no todo fue malo ese día, por lo menos sobreviviría...

El dueño inmediatamente me mandó a buscar un delantal, y me puse manos a la obra. El café era pequeño y la mayoría de las veces estaba repleto de gente. Desde allí podía ver quien salía y quien entraba a la librería, cosa que adoré porque ya estaba empezando a sentir vergüenza de mí misma. De ir todos los días a preguntar si se había vendido alguno de mis libros. Allí por lo menos, veía si alguien se lo llevaba.

Recuerdo que estábamos a punto de cerrar cuando te vi entrar en la librería. Volviste al estante y agarraste uno de los tantos libros que había, esta vez ni lo miraste, sólo fuiste a la caja para pagar y le preguntaste algo a la cajera que no me atreví ni adivinar. Saliste del lugar mirando a todos lados, parecías que buscabas a alguien, hasta que tu mirada se encontró con la mía. Los nervios me recorrieron el alma, y no estaba segura de que tendría el valor para hablar. Pero tú siempre sabías que decir ...

—Hola. —Me miraste con dulzura y me sonreíste amable.

—Hola. —todavía no tengo ni idea cómo te pude responder.

—Me gustó mucho tu libro, tanto que he comprado otro para regalárselo a mi madre por navidad. —Mi corazón estaba a punto de salirse por mi boca y tuve que contener las ganas de saltar. Fuiste el primero, el segundo y hasta ese momento el único que había comprado mi libro.

—Gracias, es bueno saber que lo disfrutaste. —estoy segura de que notaste lo nerviosa que me sentía.

—Tienes un gran talento, siento mucho que las cosas no estén funcionando como esperabas. —Mi delantal me delataba, en ese momento supe lo que le habías preguntado a la cajera. Sabías que eras el único que lo había comprado. No supe que decir, estaba avergonzada, así que solo asentí con la cabeza y me despedí de ti.

—Gracias por comprarlos, significan mucho para mí. Bueno, tengo que volver al trabajo. —me agarraste del brazo con suavidad y me obligaste a mirarte a los ojos.

—No te desesperes, pronto alguien te descubrirá y yo estaré aquí para verlo. Quiero ser el primero en ver cómo te conviertes en una escritora de renombre.

Tus palabras, oh tus palabras. No sabes el efecto que causaron en mí. ¿Por qué lo hacías? No lo entendí en su momento, solo descubrí que habías entrado en mi vida para nunca salir. Me mirabas como si fuera alguien importante, y me inquietaba la pizca de curiosidad que veía en tus ojos. Eras un extraño que me obligaba a creer en mi misma y que estaba dispuesto acompañarme en el camino.

—Gracias —fue lo único que pude responderte, y no vi que te desanimaste con mi respuesta. No esperabas nada más, habías notado lo tímida que era, y sabías que en mi interior no era sólo eso lo que quería decir.

—Soy Nathan Lout, trabajo de agente inmobiliario en una agencia cerca de aquí. —Quisiste que te conociera mejor y agradecí tu amabilidad.

—Ya sabía tu nombre. —te respondí nerviosa y me dio pena recordarte el mío, así que solo me atreví a decirte –Me gradué de la carrera de literatura hace dos años, pero empecé a trabajar hoy aquí, porque es un poco difícil encontrar trabajo en mi rama.

—Me imagino, ¿Podemos tomarnos un café juntos? Te prometo que no trataré de venderte ningún piso. —sonreí por tu ocurrencia y no pude decirte que no.

No sé si lo sabes, pero tienes esa manera de pedir las cosas a la que nadie se puede negar. Además de una sonrisa muy bonita. Antes ya me había fijado en lo guapo que eras, pero en ese momento tuve tiempo de contemplar cada detalle. Tu piel, tus ojos, tu boca, no sabía si eras el hombre más lindo del mundo, pero si estaba segura de que eras el más guapo que yo había visto en mi vida.

—¿Qué edad tienes? Yo tengo 27 años. —me preguntaste para tratar de romper el hielo.

—23 años. —respondí y te juro que no podía decir nada más, por alguna razón tenía la boca seca.

—Y cuéntame, Riley ¿en qué te inspiraste para escribir tus poemas? —hiciste que mi nombre pareciera único, lo hiciste especial...

—Solo me enfoqué en las cosas que no quiero que me pasen. No quiero sufrir por amor. —Te sorprendiste con mi respuesta y tus palabras salieron disparadas, lo supe porque te arrepentiste después que me lo preguntaste.

—¿Te has enamorado alguna vez?

—No. —te respondí y te volviste a sorprender, pero esta vez me preguntaste más seguro.

—¿Pero todo eso no es parte del amor? El sufrimiento aunque no lo creas hace más fuerte ese sentimiento. —hablabas como si tuvieras experiencia y me sentí inexperta en este mundo, pero continué diciendo.

—Tienes razón, pero quiero pensar en la posibilidad de tener una vida amorosa sin sufrimientos.

—Entonces sería la cosa más aburrida del mundo. —dijiste y me miraste a los ojos para convencerme, pero mis pensamientos me llevaron por otro lado.

—Quizás es que soy una persona aburrida. —Tu rostro cambió, me mirabas molesto y por un momento pensé en que te marcharías, pero no lo hiciste...

—¿Cómo puedes decir eso? Una persona aburrida nunca escribiría los mejores poemas que he leído en mi vida, y no soy de leer muchos, pero algo sé de ellos y tú eres muy buena. —me obligaste a mirarte a los ojos nuevamente y me tomaste de la mano.

No sabes lo nerviosa que estaba y sé que fui algo ruda al retirarla con fuerza. Pero fue la primera vez que nos tocamos y no estaba preparada para sentir esa chispa de la que tanto había oído hablar en libros, ni siquiera supe que era eso en su momento, solo me sentía rara ...

—No te imaginas la persona que puedes llegar a ser si dejarás a un lado tus inseguridades. —Fue lo último que dijiste antes de marcharte.

Me sentí tonta, me reproché toda la noche la manera en la que te traté. Estaba segura de que te había alejado de mí para siempre.

La librería (terminada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora