Me aseguraste que para nuestra luna de miel viajaríamos en el tiempo, y que una isla del Caribe era perfecta para eso. No te equivocaste cuando dijiste que Cuba se había quedado en los años 50. Definitivamente valió la pena las 8 horas con 35 minutos que habíamos demorado en llegar allí.
Desde el minuto uno ya me estaba sorprendiendo con todo. La amabilidad y la alegría de los cubanos era muy contagiosa. Sus cuerpos bronceados y su rapidez al hablar nos impresionó mucho.
Ninguno de los dos hablábamos ni una pizca de español, ni de inglés, pero por milagro de Dios ellos siempre lograban entendernos.
¿Recuerdas cuando nos montamos en un Chevrolet del 45?Me pediste que te tomara más de veinte fotos con los diferentes modelos de carros que encontramos por las calles de la capital del país, hasta que nos atrevimos a recorrer la ciudad en uno de ellos. Vimos el malecón, y a lo lejos el morro cabaña. Me quedé fascinada cuando pasamos por delante del Capitolio, y cuando vi el Gran teatro de la Habana te obligué a bajar del coche para entrar a un pequeño restaurante donde podíamos escuchar la música típica en vivo.
Me invitaste a bailar la "Guantanamera" y fue la primera vez en mi vida que no tuve vergüenza de que me vieran hacer el ridículo.
Con el mapa entre tus manos, logramos llegar a la famosa Catedral de la Habana, no pudimos contener las ganas de entrar y trasladarnos a otro mundo. Dentro, un chico tocaba el violín, mientras que una chica lo acompañaba con el piano. Me tomaste de la mano y me guiaste para sentarnos, siempre me ha gustado la música clásica y más cuando puedo oírla desde cerca.
—Parece mágico. —me refería a todo en general.
—Es perfecto. —me acariciaste la mejilla con delicadeza y me besaste en la casa de Dios.
Estuviste toda la tarde hablando de "La bodegita del medio", te quedaste encantado con los mojitos que allí se preparaban.
Cuando volvimos al hotel Inglaterra fantaseábamos con lo que podríamos encontrar al otro día; no solo era el clima, ni la gente, ni el cielo que desde ese lado del Atlántico parecía diferente, el país tenía algo especial y nunca imaginé que se convertiría en parte importante de mi vida.
Desperté porque me acariciaste el rostro, y me habías traído el desayuno a la cama. Me mirabas pensativo y te mordiste el labio antes de confesarme.—Estuve buscando en internet y cerca hay una librería, podríamos pasar a verla. —Hacía meses que no hablábamos de libros, tratábamos de evitar esos temas porque sabías que siempre terminábamos igual (peleándonos)
—Será genial, aún nos queda mucho que conocer de esta ciudad. —entrelacé mis brazos en tu cuello y te empuje hacia mí para robarte un beso. Tú agarraste mi cintura, y te tumbaste encima de mí. Hiciste tuya cada parte de mi cuerpo y me llevaste a las estrellas cuando me hiciste el amor como nunca. Cuba nos había enseñado un nuevo significado para la palabra pasión.Pasamos por el frente del famoso Floridita antes de toparnos con La Moderna Poesía, una librería llena de frases bonitas para regalar. Recorrimos sus estantes y sin entender ni una palabra nos perdimos entre las páginas de sus libros. Salimos de allí oliendo a historias como tanto nos gustaba.
Caminamos por la calle Obispo y nos perdimos entre la multitud. Nos adentramos en otras cuadras menos pobladas y descubrimos la realidad de la isla.Niños descalzos jugando en la calle con un balón desinflado y viejo que no daba para más, gritaban gol con las manos en el aire y se abrazaban felices. Mujeres sentadas en las afueras gritándose de balcón en balcón, tú y yo deducimos que de algún chisme se trataba y sonreímos por lo bajo. Una mesa rodeada de gente llamó nuestra atención, cuatro hombres sin camiseta tiraban las fichas de domino con fuerza, y discutían con los de su alrededor. Todos parecían pasársela bien a pesar de todo.
Cuba entre tanta suciedad y pobreza, mostraba una belleza inigualable. Su gente me enseñó que todos los días debía levantarme con una sonrisa, que debía intentarlo, que rendirme no era una opción, no importaban los golpes que me diera la vida. Podía no haber cumplido mis sueños en ese momento, pero ellos me enseñaron de que lo importante era estar vivos y buscar una nueva oportunidad. Me abrieron los ojos como de tantas maneras tú lo habías intentado.
Esa noche terminamos en el Cabaret de Tropicana y disfrutamos del espectáculo de bailes, luces y colores. Vivimos lo que nunca imaginamos y fuimos lo que nunca pensamos ser. Descubrimos que teníamos un cubano dentro de nosotros porque nos movíamos al ritmo de la música y por un momento creímos pertenecer allí, a ese lugar cargado de sueños por cumplirse.
Nos prometimos a nosotros mismos volver, pero no lo hicimos, porque no siempre está en nuestra mano cumplir ese tipo de promesas. Lo que sí sabíamos era que Cuba nos cambió la vida, me había inspirado a seguir mi sueño y cuando volvimos de ese viaje, me llené de valor y envié mi libro a varias editoriales.
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La librería (terminada)
Literatura FemininaOslo, en la mejor época para encontrar el amor. Riley Novav, una escritora ignorada que trata de cumplir su sueño de llegar al corazón de las personas con sus libros, decide arriesgarse y publicar su primera obra por su cuenta. Pero no tiene suerte...