¿Recuerdas la noche antes de la boda? Ninguno de los dos pudo dormir por los nervios. Yo me quedé en casa de mis padres porque ambas familias eran muy creyentes de las supersticiones, y el novio no podía ver a la novia antes de casarse, eso lo teníamos claro. Me llamaste al móvil en la madrugada para comprobar de que me sentía bien.
—Mañana a esta hora ya serás mi esposa. —dijiste emocionado.
—Y tú mi esposo, ¿sabes que estarás obligado a cocinar todos los días? —te pregunté divertida.
—Sí, hasta que la muerte nos separe —escuche una risita tonta a través del teléfono. —¿Te has puesto a pensar de que aunque para mí ya lo eres, este será nuestro primer paso para convertirnos oficialmente en una familia?
—Sí —suspiré tranquila —Nos amaremos y nos respetaremos en la salud y en la enfermedad —mi corazón comenzó a latir con desespero cuando afirmaste.
—En la riqueza y en la pobreza —y juntos terminamos.
—Todos los días de nuestras vidas.
—Tengo tantas ganas de verte vestida de blanco, y confesarte mi amor ante el mundo. —No había día que no hicieras que me enamorara de ti una y otra vez. Un gesto; un abrazo, una palabra, cualquier cosa que tú hicieras, despertaba las mariposas de mi estómago y enloquecían mi alma.Al poco rato nos despedimos. Por mucho que ambos quisiéramos seguir hablándonos, no podíamos. Debíamos descansar para el gran día.
Desperté y los nervios no dejaron de acompañarme todo el tiempo. Una maquilladora y una peluquera que había contratado tu madre se ocuparon de arreglarme, y cuando llegó el momento de ponerme el vestido todas nos emocionamos.
Mi vestido de novia, la prenda más cara que hoy en día guardo en mi armario. Fue un regalo de mis padres, pidieron que lo hicieran a mi medida y justo como lo había soñado de pequeña. El vestido me reflejaba como persona, sencillo, elegante y con una belleza que no todos tienen el privilegio de apreciar. Esas fueron las palabras del diseñador mientras me lo probaba. Aquel día no había ido sola a comprarlo, nuestras madres y tu hermana me acompañaron, y agradecí tener su apoyo en ese momento tan importante para cualquier chica.
Solo invitamos a nuestros familiares y amigos más allegados. Unas 30 personas fueron testigos de nuestro amor esa tarde. Todavía recuerdo como si fuera hoy la decoración del lugar. Habíamos elegido una terraza donde a lo lejos pudiéramos ver el hermoso paisaje de las montañas de nuestra tierra. La mesa de los invitados era de un color caoba que desprendía elegancia, adornada con ramitos de flores en el centro y un hermoso mantel que caía a los pies de esta. El altar tenía forma de arco y estaba cubierto de flores de varios colores.
Me temblaban las piernas cuando la marcha nupcial comenzó a oírse por todo el lugar.
Papá estaba contento, más de una vez lo vi secarse las lágrimas, y mamá no dejaba de abrazarme. Les pedí a los dos que me acompañaran por aquel camino de tulipanes que me guiaban hasta ti.
Nunca me ha gustado ser el centro de atención y ese día lo era. Traté de buscarte entre la gente y cuando nuestras miradas se encontraron me dieron ganas de lanzarme a tus brazos y escapar de la vista de todos.
Mis padres te pidieron que me cuidaras, y que me hicieras feliz. Me tomaste de la mano y me besaste en la frente, no sabes lo segura que me sentí en ese momento, siempre supe que a tu lado nada malo podía pasar.—Estás hermosa. —susurraste en mi oído, y provocaste que mis nervios se dispararan a un nivel más elevado del que ya estaban.
Mientras el notario hablaba ni siquiera lo escuchábamos, nos mirábamos de reojo y nos reíamos el uno del otro. El hombre tuvo que decirnos dos veces que nos pusiéramos frente a frente para hacer las declaraciones. Me tomaste de la mano, y me colocaste la alianza, repitiendo todo lo que en la noche nos habíamos dicho por teléfono. Mi turno llegó, y las manos me temblaban. Te confesé que te amaría por siempre, incluso más allá de la muerte, y vi una lágrima caer de tus ojos. Me besaste con pasión cuando por fin nos declararon marido y mujer.
Ese día entrelazamos nuestras almas, y ocupaste ese lugar que no todos llegamos a tener en el corazón de alguien, ese día te convertiste en mi compañero de viaje.
La celebración comenzó y todos se acercaron para felicitarnos. Tu amigo Derek nos abrazó con entusiasmo al igual que la tía Berta y mis primos. Mi felicidad no podía ser mayor cuando bailamos juntos All for love de Bryan Adams, y me contabas esos chistes que siempre haces cada vez que sabes que estoy muy nerviosa. Me giraste en los aires y me besaste delante de todos. Escondí mi rostro en tu pecho para tapar mi timidez y te apartaste suavemente para mirarme a la cara.
—Te amo. —me robaste otro beso.
Una bulla de aplausos se escucharon y alguien gritó para todos.—¡Vivan los novios!
Los demás silbaron e hicieron ruido como pudieron. Para muchos fue solo una boda más, pero para mí eras tú, Nathan. Tú me hiciste más fuerte y segura, me demostraste que era buena, que podría lograr todo lo que me propusiera. Fuiste más que un amor para mí, fuiste una pieza importante, y nuestra boda fue perfecta porque no me casaba con cualquier chico, me casaba contigo. El chico que me llenó de primeras veces.—Te amo —te contesté entre risas.
Salimos de la fiesta, en camino a nuestra luna de miel, y antes de abandonar el lugar todos arrojaron arroz sobre nosotros, porque mi madre decía que el arroz sellaría nuestro compromiso para toda la vida, como habíamos deseado.
Detuviste el coche frente a una taquilla y te bajaste para comprar un billete de lotería, me lo entregaste y me besaste la mejilla.
—No podíamos empezar nuestro matrimonio sin esperanza.
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La librería (terminada)
ChickLitOslo, en la mejor época para encontrar el amor. Riley Novav, una escritora ignorada que trata de cumplir su sueño de llegar al corazón de las personas con sus libros, decide arriesgarse y publicar su primera obra por su cuenta. Pero no tiene suerte...