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El entrenamiento que recibía un príncipe en esencia era bastante completo, desde muy pequeños son instruidos en distintas áreas, tanto intelectuales como físicas, muchas ambientadas a la batalla aunque fuera solo por algo cultural y social, estableciendo estatus con una muestra de aquellas habilidades. Pocas de esas cosas habían llamado la atención de Felix de una manera sincera, y entre ellas estaba la arquería.

Por otro lado, Hyunjin había tenido otro tipo de entrenamientos, más ambientados a la supervivencia que a la exposición de talentos. Su padre, un hombre amable y de una integridad impecable, era uno de los pocos pueblerinos que podrían haberle hecho cara a cualquiera que haya tenido entrenamiento desde una cuna de oro, e inclusive ganaría sin perder mucho tiempo. Había usado sus dotes para el bien durante toda su vida y aunque siempre había corrido riesgos se detuvo cuando conoció a su primer hijo, prometiendo que le traspasaría todos sus conocimientos.

Por lo que, a una edad temprana, el peliceniza fue entrenado de una manera bastante eficaz, que tenía como clave de éxito el amor que su padre ponía al enseñarle, obteniendo mucho más de lo que jamás tendría Felix con todos sus instructores. Hyunjin siguió su entrenamiento de una manera solitaria después de su muerte y solo tuvo compañía cuando empezó a entrenar a Jeongin, aunque este no tuviera tanto interés como él. 

No tenía problema en decirle todo aquello al príncipe, no lo consideraba un secreto, solo nunca se le había dado la conversación para comentarlo y menos de presumirlo. Ahora, con todo el tema del torneo, parecía ser finalmente el tiempo adecuado para hablar de esos detalles, pero lo haría más tarde, cuando el rubio no estuviera pegado a su espalda, sosteniéndole los brazos para ayudarlo con una postura que él ya tenía completamente dominada con el arco.

—Hyunjin, los ojos al frente —pidió el rubio. Haciendo que su respiración chocara con el cuello del peliceniza por la cercanía, dándole un fugaz escalofrío.

—Lo siento, esos dos me distraen —respondió, usando como siempre de excusa al par de castaños que los habían estado acompañando a sus entrenamientos.

—Jisung, que tu estudiante no distraiga al mío —bromeó Felix, haciendo que los castaños se separaran unos centímetros, sonrosados porque los vieran robarse pequeños besos.

—Minho, compórtate —dijo Jisung en un tono serio e hizo que Minho enderezara su postura, riéndose internamente.

Después de que Felix había mejorado con el tierno cuidado de todos su amigos, especialmente el del peliceniza que lo ayudaba a dormir abrazándolo por las noches, habían usado los últimos tres días para practicar en secreto en el bosque. Esta sería la última tarde que tendrían ya que Hyunjin y Minho aprovecharían la oportunidad mañana para ir al pueblo, volviendo a primera hora el día de la competencia. 

—Lanzas muy bien, Hyunjin —dijo Felix sorprendido de que todas las flechas lanzadas estuvieran en el centro del blanco o rodeándolo muy cerca. Hyunjin soltó una risita.

—Qué honor que me lo diga un príncipe —respondió. Felix rodó los ojos y le dio un pequeño golpe en el hombro.

—¿Ya terminaron? Porque muero de hambre —dijo Minho, que se acercaba a ellos con Jisung.

Ambos asintieron y fueron a buscar comida de la canasta que les había dado Seungmin cuando pasaron por su cabaña antes de adentrarse al bosque. Ya satisfechos, hicieron una par de lanzamientos más y decidieron volver al castillo cuando el sol comenzó a esconderse.

—Tengan cuidado, el camino es bastante...

Pero no lograron escuchar el resto de lo que tenía que decir Felix, porque este había desaparecido de sus radios de visión de un segundo a otro. Los tres chicos se dieron vuelta extrañados, y vieron al rubio en el suelo, con una rama agarrándolo del cuello de su camisa.

La Douleur Exquise | 𝑯𝒀𝑼𝑵𝑳𝑰𝑿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora