Prólogo

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Todo comienza un sábado por la noche del año 1997

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Todo comienza un sábado por la noche del año 1997. Como todos los fines de semana, me tocaba trabajar en el Paradis, una de las cafeterías más renombradas de Francia, famosa por sus increíbles cafés de fina selección. La atmósfera del lugar estaba impregnada de aromas intensos y el murmullo constante de conversaciones animadas, lo que lo convertía en un punto de encuentro para los amantes del buen café y la cultura parisina.

La demanda durante los fines de semana era abrumadora, y esa noche no fue la excepción. Los clientes llegaban en oleadas, y yo me encontraba atrapado entre las mesas, limpiando las malditas manchas de café que parecían multiplicarse. A medida que el reloj avanzaba, la fatiga se apoderaba de mí. Solo deseaba que el tiempo volara para poder cerrar el local y regresar a mi acogedor apartamento, donde una botella de vodka me esperaba, prometiendo un merecido descanso.
Finalmente, a las 9, Sasha, la barista, cerró el local. Un suspiro de alivio escapó de mis labios. La última hora había sido un torbellino de actividad, y ahora, con el local vacío, podía dejar atrás la presión del servicio. Sin embargo, el cansancio me pesaba más que nunca; mis energías se habían esfumado como el humo de un cigarrillo.
Mientras recogía los últimos utensilios, mi mente divagaba hacia la noche que me esperaba. Imaginaba cómo me desplomaría en mi sillón, sintiendo el suave abrazo de la tela mientras el vodka deslizaba su calor por mi garganta, ahogando mis problemas y aflicciones. La idea de perderme en el olvido momentáneo era tentadora, pero también me hacía reflexionar sobre la rutina que había abrazado: trabajar, beber, y repetir.

-Buen trabajo, chicos -exclamó Sasha mientras saltaba alegremente la barra. Rayos, esa mujer era tan irritante... Odiaba cuando me agarraba del cuello y le daban estos arranques de afecto tan inesperados.

-Cambia esa cara, enano... Ni que fueras gay. Puedes irte si quieres, ya que es todo por hoy, jejeje. Aprovecha bien de descansar, ya que mañana nos vemos de nuevo, jajaja. ¡Qué mala suerte para ti, ¿no?! -reiteró la castaña insoportable a la que habían bautizado mis compañeros como la "come papas". Aunque para mí, más bien era la "come chorizos".
Obviamente, escapar de ahí no lo pensé ni dos veces. Las piernas ya me estaban matando; estar todo el día parado, atendiendo a los clientes, era verdaderamente un calvario agotador. Sin siquiera esperar al resto de los engendros de mis compañeros, me fui a los casilleros a retirar mi abrigo. Lo único que quería era irme de la maldita prisión que me abrumaba, aún más porque odiaba a cada uno de los clientes que llegaban día tras día a este maldito café.

Maldita sea, ¿por qué rayos acepté este trabajo en primer lugar? Ah, sí, claro... Porque necesitaba el dinero. Pero ahora, mientras caminaba hacia la salida, me preguntaba si valía la pena seguir aguantando esta tortura. Cada día era lo mismo: sonreír falsamente, fingir que me importaban sus estúpidos problemas, y servirles sus ridículos cafés con leche.

-¿Ya te vas, cariño? -me preguntó Petra, apareciendo de la nada y logrando que mi corazón saliera prácticamente del pecho por el maldito susto. ¿Qué hacía esa mujer aquí, justo en este momento? Fue lo primero que se me vino a la cabeza al tener que enfrentar su maldito rostro por enésima vez.

☕Café con aroma de mujer☕  (RIVAMIKA & RIVETRA) Lectura Erotica +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora