Capítulo #7

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—Entonces, hazlo bien. Tienes que ser más eficiente, chico. Si sigues así, perderás muchos clientes —dijo ella con un tono cortante, mientras comenzaba a probar su capuchino. Su mirada era intensa, como si cada palabra que pronunciara fuera un golpe directo a mi orgullo. No podía evitar preguntarme si alguna vez tendría el valor de invitarla a salir. Pero, por ahora, me conformaría con no hacer el ridículo y sobrevivir a este día.

—Entendido —pensé, mientras una voz interna me decía: "Qué mujer más molesta". La frustración y la admiración se entrelazaban en mi mente, creando una tormenta de emociones que no sabía cómo manejar.

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—¡Hey! ¡Chico! —gritó desde la mesa, su voz cortante como un cuchillo, atravesando el bullicio de la cafetería. —¿Qué demonios le hechaste a este capuchino? Quiero que me lo cambies de inmediato.

La frustración comenzaba a apoderarse de mí mientras corría de un lado a otro, entregando y anotando pedidos. La presión del trabajo me hacía sentir como si estuviera atrapado en un torbellino, cada segundo se convertía en una batalla por mantener la calma. No sabía de dónde sacaba la paciencia, pero tenía unas ganas enormes de irme de allí y no entregarle nada.

Mi tiempo, aunque no valiera tanto como el dinero que tanto necesitaba, también tenía su valor. No permitiría que una mujer que nunca había visto en mi vida me pisoteara, ni aunque eso significara perder mi trabajo. Sin embargo, me vi obligado a amarrarme la lengua, bajar la cabeza y aguantar sus caprichos, aunque no era una tarea fácil.

—¿Qué sucede con el capuchino, señorita? —le dije, intentando disimular mi molestia. —¿Podría esperar un momento más? Se lo suplico... Apenas termine de atender a la señora, se lo traeré. Sé que no es excusa, pero hay otros clientes que también necesitan atención. Espero que comprenda, no es por ser injusto, pero esas personas también están esperando, y mi deber es servirles. Ahora, si me disculpa...

—¿Comprender qué? —respiró hondo, su ceño fruncido como un nubarrón que presagiaba tormenta. —¿Comprender que no está haciendo bien su maldito trabajo? ¿Que me importa a mí la cantidad de clientes esperando ser atendidos? Mi dinero también vale... ¡Vaya a la maldita cafetería y prepare mi café! Quiero mi capuchino ahora, no pienso esperar ni una maldita media hora más. ¡Me escuchó o quiere que se lo repita, carajo! Yo soy cliente frecuente —reiteró, su voz llena de irritación, cada palabra era un dardo lanzado hacia mi orgullo.

Las palabras de la mujer me golpearon como un balde de agua fría. Sentí cómo la rabia comenzaba a burbujear en mi interior, pero traté de mantener la calma, aunque cada fibra de mi ser gritaba por rebelarse.

—Le estoy pidiendo que, por favor, me espere... Yo tampoco estoy aquí pintado o rascándome el trasero —le señalé, frunciendo el ceño con la frustración acumulada—. Pero parece que usted está tan altanera que aún no lo entiende. Solo le gusta humillar a las personas, y sé que lo hace porque tiene dinero y una cara bonita. ¡Pero yo no soy ese tipo de peleles, me escuchó! Conmigo no le servirán esas tácticas de mierda.

—¿Qué fue lo que me dijo? ¡No sea igualado! ¡Maldita sea! ¿Cómo se atreve a insultarme? Quiero hablar con su maldito jefe de inmediato.

—Usted empezó, no se haga la víctima. Además, mi jefa no está; no insista más con eso. Estoy solo en el maldito local. Espere su turno y no joda más, por favor, señora...

☕Café con aroma de mujer☕  (RIVAMIKA & RIVETRA) Lectura Erotica +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora