Capítulo 11

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Había sido una noche intensa, y el último baile de Mikasa había dejado una huella de emociones en mi piel. La vi girar y deslizarse entre la multitud despidiéndose de sus fanáticos, su energía desbordante iluminando el oscuro rincón donde me encontraba. Pero ahora, mientras yo me perdía en sus curvas y esperaba mi trago en la barra, noté que la atmósfera cambiaba. La tensión era palpable, como si algo estuviera a punto de estallar.

—¿Qué demonios fue eso? —me preguntó Porco, su voz temblando entre la incredulidad y la preocupación mientras se acomodaba en su asiento. Sus ojos, normalmente llenos de jocosidad, ahora estaban fijos en mí con una intensidad que me hizo sentir vulnerable—. ¿Conoces a Mikasa? Parecía que te dedicaba el baile.

Recordé cada momento del encuentro: su mirada penetrante, la forma en que sus movimientos parecían estar hechos solo para mí.

Era como si el mundo se hubiera desvanecido y solo existiéramos nosotros dos.

—La vi hoy en el café donde trabajo. Supongo que es el destino —respondí, aún aturdido por lo que había sucedido, sintiendo una mezcla de euforia y confusión.

Porco frunció el ceño, su expresión tornándose sombría mientras se servía un poco de ron en su vaso.

El líquido dorado brillaba bajo las luces tenues del bar, pero su tono era un tanto grave.

—Eres un suertudo, pero también un condenado a muerte —dijo con un aire de seriedad que me hizo estremecer.

—¿Por qué lo dices? —pregunté, sintiendo que la conversación se tornaba más seria y amenazante—. ¿Por qué debería ser un condenado a muerte?

—Eso está más que claro, amigo —respondió, su voz baja y cargada de advertencia—. ¿No viste las miradas asesinas de mi hermano y de la novia de Mikasa? Y no hablemos de esos tipos en la esquina. ¡Por poco paraban el show y te mataban ahí mismo! Te aconsejo que te vayas; lo digo por tu seguridad.

Desafiando su advertencia, respondí con firmeza:

—No me iré. Ni a tu hermano ni a esa mujer les tengo miedo. Y esos otros idiotas no parecen ser una amenaza.

Porco frunció el ceño, pero antes de que pudiera decir algo más, una figura apareció desde la puerta principal.

La atmósfera cambió instantáneamente; el aire se volvió denso y cargado de tensión.

—¡Este es el hijo de puta pobreton que no me pagó la noche anterior! —gritó Annie, su voz resonando como un trueno en el club nocturno que estaba a tope. Con furia desbordante, agarró una botella de la mesa y la rompió en mi cabeza.

El estruendo resonó en mis oídos mientras caía al suelo, aturdido por el dolor agudo que se propagaba desde mi cráneo. La confusión se apoderó de mí; no podía creer que todo esto estuviera sucediendo justo ahora.

—¡QUIERO QUE PAGUE! ¡QUEBRÁNLO A GOLPES! —exclamó Annie, sus ojos llameantes de rabia mientras señalaba hacia mí, su voz resonando con una mezcla de furia y desesperación que electrificó el ambiente.

La multitud en el club se detuvo por un instante, como si el tiempo se hubiera congelado ante su grito.

—¡HEY! ¿QUÉ TE PASA? ¡TE DI UN PAR DE BILLETES, NO JODAS! —grité, sintiendo cómo el ardor en mi cabeza se intensificaba junto con la desesperación.

Mi voz temblaba, no solo por el dolor físico, sino también por la creciente sensación de injusticia que me invadía.

Jean se levantó de su asiento como un volcán a punto de erupcionar, su rostro enrojecido por la ira.

☕Café con aroma de mujer☕  (RIVAMIKA & RIVETRA) Lectura Erotica +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora