"defecto fatídico"

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──── CAPÍTULO DOS:

defecto fatídico

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(camille avery)

El sol se estaba poniendo tras el pabellón del comedor cuando los campistas salieron de sus cabañas y se encaminaron hacia allí. Nosotros los miramos desfilar mientras permanecíamos apoyados contra una columna de mármol. Annabeth se hallaba aún muy afectada, pero prometió que más tarde vendría a hablar con nosotros y fue a reunirse con sus hermanos de la cabaña de Atenea: una docena de chicos y chicas de pelo rubio y ojos verdes como ella. Annabeth no era la mayor, pero llevaba en el campamento más veranos que nadie; eso podías deducirlo mirando su collar: una cuenta por cada verano, y ella tenía seis. Así pues, nadie discutía su derecho a ser la primera de la fila.

Luego pasó Clarisse, llevaba un brazo en cabestrillo y se le veía un corte muy feo en la mejilla, pero aparte de eso su enfrentamiento con los toros de bronce no parecía haberla intimidado. Alguien le había pegado en la espalda un trozo de papel que ponía: « ¡Muuuu!» . Pero ninguno de mis hermanos se había molestado en decírselo. Me despedí rápidamente de Percy y Tyson para unirme a mis hermanos, los cuales no entendía de dónde habían salido si al inicio del día éramos apenas unos cuatro.

La cabaña de Hefesto eran unos seis chavales encabezados por Charles Beckendorf, un enorme afroamericano de quince años que tenía las manos del tamaño de un guante de béisbol y un rostro endurecido, de ojos entornados, sin duda porque se pasaba el día mirando la forja del herrero. Era bastante buen tipo cuando llegabas a conocerlo, pero nadie se había atrevido nunca a llamarle Charlie, Chuck o Charles; la mayoría lo llamaba Beckendorf a secas. Según se decía, era capaz de forjar prácticamente cualquier cosa; le dabas un trozo de metal y él te hacía una afiladísima espada o un robot-guerrero, o un bebedero para pájaros musical para el jardín de tu madre; cualquier cosa que se te ocurriera, como había hecho el año pasado, él mismo me construyó mis katanas en señal de agradecimiento por haberlo ayudado con un hijo de Apolo en captura la bandera.

Siguieron desfilando las demás cabañas: Deméter, Apolo, Afrodita, Dioniso. Llegaron también las náyades del lago de las canoas; las ninfas del bosque, que iban surgiendo de los árboles; y una docena de sátiros que venían del prado.
Cerraba la marcha la cabaña de Hermes, siempre la más numerosa. El verano pasado su líder era Luke, ya saben el tipo con complejo de sonrisitis. Ahora, los líderes de la cabaña de Hermes eran Travis y Connor Stoll.

¿Pueden creer que uno de ellos se llamaba como mi hermano? Pues yo aún no lo creo y eso que lo conozco hace bastante. Aún sigo molestando a mi hermano con ello.

Los Stoll no eran gemelos, lo cual fue una desilusión porque yo quería ver una versión semidios de Fred y George Wesley, aunque luego recuerdo el final de uno de esos gemelos y se me pasa.

Travis y Connor eran altos y flacos, y ambos lucían una mata de pelo castaño que casi les cubría los ojos; la camiseta naranja del Campamento Mestizo la llevaban por fuera de un short muy holgado, y sus rasgos de elfo eran los típicos de todos los hijos de Hermes: cejas arqueadas, sonrisa sarcástica y un destello muy particular en los ojos, cuando te miraban, como si estuviesen a punto de deslizarte un petardo por la camisa. Debo admitir que eran guapos ¿para que mentirnos?

𝐓𝐎 𝐓𝐇𝐄 𝐄𝐍𝐃 ☇ 𝐩𝐣𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora