Insecure and helpless

71 5 2
                                    

- No, no quiero,  solo quiero... - mi voz se entre cortaba, las lágrimas no paraban de salir de mis ojos. No quería ayuda, estaba destrozado, herido, cansado. No sabía como resolver mis problemas, no sabia como sentirme siquiera. Pero tampoco quería ayuda, no quería hundir en mis problemas a alguien que apenas conocía.

¿Por que me sentía así de nuevo? ¿No podía a caso dejar de hundirme en mi sufrimiento?

Ella no dejaba de abrazarme parecía aferrada a mi cuerpo. Sentía en mi interior que había pasaba por lo mismo, había perdido a alguien... Verme a mi en este estado la mataba por dentro... ¿Qué será lo que yo le recuerdo?

Un dolor intenso comenzó a recorrer mi estomago, aparte a aquella mujer de mi lo más rápido que pude, me lleve ambas manos al estomago y después vomite todo lo que había comido, sentí como mi estomago dolía como si encajaran un cuchillo en el, mi garganta ardía por causa de los jugos gástricos de mi estomago, ahora mi dolor no solo era emocional, si no también físico.

- Oh por los precursores, vamos, necesitas sentarte - ella volvió a acercase a mi, puso mi brazo izquierdo en su espalda y me guio hasta una banca cerca de la orilla del muelle, me ayudo a sentar para después saco una inyección algo rara de su bolsillo. 

- Intenta respirar tranquilamente. Mira las estrellas dime, ¿Cuál es tu recuerdo más gracioso? - parecía estar concentrada en lo que hacia, me quito la chaqueta y subió un poco mi manga, mirándome de vez en cuando.

- Esa historia no se va a contar sola sabes - exclamo ella introduciendo aquella inyección en mi cuerpo, gire mi cabeza, analice todo lo que hacia y después mire sus rostro, ella parecía tan calmada.

- ¿Por donde empezar? - le dije, ella termino de atenderme y me miro fijamente, me dedico una media sonrisa mientras bajaba mi manga.

- Creo que tenia 15 años en aquel entonces, una vieja pájaro nos pidió ayuda para rescatar un huevo de un ave rara, a cambio de una batería y como las necesitábamos a toda costa aceptamos mi amigo y yo... - la mire nuevamente, parecía estar muy interesada, a pesar de estar en una posición incomoda.

- Tuvimos que pasar por una playa con unos lurkers muy salvajes para después subir una montaña para poder llegar al huevo. Lo empujamos y cayo en un nido que la anciana tenia preparado. Cuando nosotros bajamos la anciana ya estaba a un lado del huevo, esperábamos a que nos entregara nuestro pago cuando el huevo comenzó a partirse hasta salir un ave, la cual se fue directamente contra mi amigo y comenzó a jugar con el ja, y bueno la anciana nos explico que creía que el era su mamá y no quería separarse de el.  - recordar aquello me provoco ciertamente risa, aun recordaba perfectamente cada detalle de esa escena.

- De solo imaginármelo a mi también me da risa, debo admitir que tienes muy buena memoria - declaro ella parándose justo frente a mi. Realmente no podía dejar de verla, me preocupaba haberla inquietado demasiado, pero tomo las cosas con tanta calma que me hacia dudar.

- ¿Qué fue lo que me diste? - le pregunte, ella fijo su mirada en la mía y rio por lo bajo.

- Es un algo que le ayudara a tu estomago con tu dolor, es como un desinflamante con algo para bajar el dolor - explico ella con total tranquilidad.

- ¿Cómo sabias que hacer? - pregunte nuevamente, tocando por encima de la camisa el lugar donde me habían inyectado.

- Tienes que tener paciencia cuando una persona esta mal, tratas todo lo posible para no alterarla ni generarle más conflicto. Además fui una enfermera militar, tienes que saber lidiar con todo tipo de cosas, más cuando estas en guerras - me respondió tranquilamente, estiro su brazo y me ofreció su mano.

- Tienes que tener nervios de acero para poder sobrellevar todo eso, realmente no luces con una personalidad de ese estilo - dije mientras tomaba su mano y ella me ayudaba a ponerme de pie.

- Lo se, las personas cambian... - su voz cambio de tono con eso ultimo, pero tenia razón, todos cambiamos, no podemos evitarlo. Las personas siempre cambiaran para bien o para mal, quizás un puedan estar en un punto intermedio, pero eso no significa que no cambian, ellos pueden no notar sus cambios... Pero los demás, las personas más cercanas notan tu cambio. Y solo se quedan los que realmente valoran lo que eres.

- Gracias - fue lo único que se me ocurrió decirle, no tenia palabras para expresar toda la gratitud que tenia, el dolor en mi estomago disminuía de poco en poco, gracias a ella, logro calmar mi amargo ser.

- No tienes que agradecer, son cosas que pasan - dijo ella con total tranquilidad.

- Esta apunto de amanecer, tienes que volver a casa, necesitas descansar, yo tomare el tren, tengo que volver a casa también - me miro preocupada, ¿Estaba dispuesta a seguirme ayudando?.

- Puedo irme a casa solo, no tienes de que preocuparte - le respondí, pero ella no parecía muy convencida con mi respuesta.

- No tienes que preocuparte por mi más, soy un hombre fuerte, puedo manejar esto - le dedique una sonrisa y puse mi mano en su hombro.

- Vale, confió en ti - ella rio por lo bajo y comenzó a caminar.

- ¿A caso no me vas a decir tu nombre? - pregunte, ella giro su cabeza y me miro por pocos minutos.

- Cuando nos volvamos a ver sabrás mi nombre y yo conoceré el tuyo - declaro ella con una sonrisa de oreja a oreja para después seguir su camino. No pude dejar de mirarla hasta que por fin subió al tren, mientras los cálidos rayos del solo empezaban a cubrir el muelle dejando en claro el amanecer de un nuevo día.

- Hasta luego - dije para mi mismo mirando como aquella maquina de metal se llevaba un nuevo recuerdo consigo.

Comencé a caminar poco después, el día no parecía tan malo como otros, el día parecía tener tantas posibilidades que decidí caminar a casa y esperar que Dax no me matara.

Todo Termina Donde Comenzo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora