—Déjenme a solas con Alondra y Noél —suplica Hellen con voz vacilante. Mis padres y los ahí presentes salen de la habitación hasta quedar solos los tres —. Necesito que cuides de lo que llevo dentro —toma mi mano y la pone en su vientre —, será lo único que te recuerde a mí. Quiero que... cuides de mi fruto como siempre lo hiciste conmigo —suelto un pequeño sollozo —. Sé que serás la mejor mamá para mí niña. Ámala. Cuídala. Dile que yo di todo por ella —mi corazón arrugado produce un dolor que oprime mi pecho. No hago otra cosa que llorar y llorar. «¡Y es que me cuesta mucho aceptar que mi hermana ya no estará!, y que espera un bebé que no podrá conocer» —. Tu eres valiente, siempre me lo has demostrado, estoy completamente segura de tu capacidad para criar; serás buena consejera y una excelente tía.
—Pero, ¿por qué no me dijiste de tu embarazo? todo sería distinto.
—No quería escuchar tus reproches, como ahora; la diferencia de un antes y un ahora es que: antes me hubieras hecho trizas —sonríe con dificultad —. Y ahora, por mi condición eres más permisiva.
Ahora que recuedo, Hellen me habló de interrumpir el tratamiento si fuese necesario, lo que implica un retroceso para su recuperación, supongo que este era el caso donde urgia hacerlo. Firmó su sentencia de muerte quedando embarazada así como así, ni siquiera fue capaz decirme que había tenido su primera vez con alguien y que los métodos de protección no sirvieron, o, tal vez, el cretino con que estuvo le pidió no usarlos y la muy ingenua le siguió las aguas. ¡Debía confiar en mí, soy su hermana! Con leucemia soñar ser madre complica todo, el procedimiento que se trata, la vida en riesgo de quien la padece e incluso la del bebé.
—Muy inteligente, tonta —le sonrío. Me acerco con cuidado a su frente y le doy un beso.
—Ahora quiero que escuchen lo más importante —extiende su mano a Noél que se encuentra detrás de mí y, este la toma —. Quiero que mi niña tenga los apellidos de ustedes...
— ¡¿Qué?! Hellen, él y yo no somos pareja, recuerda que hay alguien más en su vida.
—No seas ingenua, Alondra; Noél no puede tener a alguien más en su vida por la sencilla razón de que tu has ocupado todos los rincones de su corazón.
—No puedo, Hellen, esto ya no tiene remedio —me desgarro a llorar aún sujetando su mano fría —. Puedo cuidarla sola, pero no puedo forzar a Noél que lo haga conmigo.
—Sí estoy dispuesto —dice Noél decidido —. Prometo cumplir esta promesa hasta el final de mis días.
—Yo sabía que podía contar con ustedes. Serán los mejores padres para mi pequeña ─susurra contenta, como si morir en el intento no fuera problema.
¿Cómo le daría la noticia a mis padres?, eso era un lío. Tenía que lidiar con los cambios drásticos que la vida me deparaba en un abrir y cerrar de ojos; Noél no era una columna que diera soporte a mi cuerpo, pero sí una voz de aliento que cubrió con mil palabras mi necesidad de hallar paz en un torbellino.Mi hermana se desvaneció en mis brazos diciendo lo mucho que amaba la criatura que daba a luz, y eso tapó mi boca que ardía por saber más sobre la soledad y el abandono que la habían llevado a cavar su tumba.
Los que han vivido el dolor de perder a un ser querido saben que lo último que se quiere es llegar a la etapa de aceptación. Nos aferramos a la idea de vivir con el "no es cierto." que creer que todos tenemos una fecha para partir. Es inevitable sentir impotencia por no hacer algo que pudiera cambiar el rumbo de la situación, pero muchos al igual que los copos de nieve caemos a la superficie y nos desvanecemos, y sólo con el paso de una estación a otra logramos entender que la vida avanza y los mejores momentos están por vivir. Que los que un día quisimos seguirán siendo parte de nuestras vida; no es un requisito palparlos, con sólo recordarlos podemos comprender que no hay más vida que aquella que das a través de tu imaginación.
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Una semana en Chicago
Short StorySegunda parte de la Bilogía: Una semana. ve corriendo a leerte Una semana en París y luego vienes por este manjar, bebé. DISFRUTA.