Hola nuevamente
Les informo que la novela está en su recta final.
Aún estoy trabajando en los temas de ortografía, puntuación y otras cositas._
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─ ¡¿En serio?! Vaya, lo necesitabas ─todas mis ayudantes nos miran por los chillidos de Loaiza ─. A ver, calmada Loaiza, calmada.─No sé cómo pasó, fue tan rápido e imprevisto que cuando quise reaccionar ya estaba en la cama ─explico ─; nunca había sentido esa necesidad de estar con una persona como anoche me pasó con Noél.
─ ¿Cómo fue? ¿lo habías hecho antes con él? ─pregunta.
─Ya te he dicho cómo sucedió, fue imprevisto; en cuanto a lo segundo... pues, no, no lo habíamos hecho.
─ ¿Te sentiste bien al hacerlo?
─ Digamos que fue como siempre quise, calmado, con reverencia. Aunque al final perdí la noción del tiempo ─río.
─Noél y tú se aman, pero deben ser pacientes y comprensibles entre ustedes ─aconseja ─. ¿Le dijiste que tú y Mark... nada de nada? ¿lo sabe?
─He tenido la disposición de decírselo pero siempre pasa algo y no lo hago; intentaré hablar con él hoy.
─ ¡Ve y dile!, ya es tiempo ─espeta ─. Hablando de contar, Juan y yo pensábamos en pedirles que fueron los padrinos de la boda. ¿Qué dices?
─Esperaba que me dijeras desde hace mucho. ¡Claro que sí quiero, amiga! ─la abrazo ─, me tenías triste, pensé que sería una dama de honor más.
─Eso se lo dejo a otras ─reímos al unísono.
La jornada de trabajo estuvo cargada como siempre, muchos clientes nuevos con exigencias que sobrepasan mi nivel de calma; pedidos terminados, y alguno que otro pendiente. Después de todo los chismes de la periodista terminaron por lanzarme a la fama, desde la última vez que hablé con Mark no he escuchado bajezas sobre mí, ahora todo camina mejor.
A eso de las cuatro recibo un mensaje de Noél donde me invita a comer a un restaurante distinguido. Por supuesto cambié mi ropa y salí volada rumbo al restaurante luego de cerrar el taller.
Con quince minutos de retraso por fin hago presencia en el restaurante, a lo lejos veo a Noél con su vestuario ejecutivo que le pinta muy bien; me acerco con cautela hasta sentarme y tomarlo por sorpresa, se remueve en el asiento y me sonríe apenado. «Supongo que no le pareció el hecho de que tomara asiento sin su ayuda»
─Has llegado ─dice mirando el reloj de pulso ─, creí que no te permitirían venir ─espeta rezumando sarcasmo.
─ ¿Quién me impediría hacerlo? ─frunzo el ceño ─. De no ser porque estoy de buen humor me iría.
─Evitemos la jaqueca ─me mira fijamente, toma un sorbo de vino tinto de la copa y luego revisa su teléfono ─. Pide algo de comer, aceptaré lo que elijas por mí ─afloja el moño de su corbata y, acto seguido termina con el contenido de la copa.
La cena no tuvo mucha conversación de por medio, un par de comentarios míos y alguna que otra respuesta suya. Carecía de gracia esa salida, por un instante pensé que era aburrido cenar en compañía mía.
─ ¿Te ha gustado la cena? ─inquiere luego de pagar la cuenta ─. Podemos venir más seguido, aquí preparan muy buena comida.
─Vendré cuantas veces quieras pero con una condición ─digo ─, que no me dejes hablando sola toda la velada.
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Una semana en Chicago
Historia CortaSegunda parte de la Bilogía: Una semana. ve corriendo a leerte Una semana en París y luego vienes por este manjar, bebé. DISFRUTA.