Capítulo 3

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Conmocionado, suelto un llanto ahogado logrando llamar la atención de la enfermera, que en vista de mi sorpresiva reacción se acerca a Alondra y verifica algo. Su rostro deja ver una sonrisa que me comparte e inmediatamente sale de la habitación «mis ojos han visto lo correcto, Alondra ha despertado».

Veo cómo tres de sus dedos se mueven lentamente. Mi corazón bombea más rápido de lo normal y lo único que hago es llorar y besar sus manos. «Soy el hombre más feliz del universo, y la galaxia si es posible.»

Dos enfermeras entran con un médico al cuarto y comienzan a revisar el respirador. Se miran entre sí y con disimulo me piden espacio para atender la situación con mayor libertad.

─ ¿Qué pasa? ─Hellen me mira con angustia queriendo sacar las palabras de mi boca y no puedo, realmente no puedo pronunciar algo. Lloro entre risas y todos me miran preocupados ─ ¿Qué tienes?, ¿Alondra está bien?, ¡di qué carajos está sucediendo!

─Movió su mano ─mis palabras salen sin retención y todos gritan eufóricos. Llevo mis manos a la cabeza y con dificultad respiro ─. Yo sabía, yo sabía ─camino de un lado a otro con una gran sonrisa aún sin parar de llorar.

─ ¡Te amo, te amo, te amo! ─me besa Hellen con euforia por toda la cara y sin poder sostenerla caemos al suelo entre sollozos repletos de emoción.
Loaiza se acerca a mí con una gran sonrisa y me abraza. Llora fuertemente y todos se acojonan con la escena. Con una gran sonrisa en mi cara le envío un mensaje a Andana y llamo a mi madre que en cuanto recibe la noticia llora entre risas «lloramos igual». Me pide que espere a que termine de hacer unas cosas en casa y cuanto antes vendrá al hospital.

Pasan aproximadamente quince minutos desde lo sucedido cuando el médico sale de la habitación con una sonrisa pintada que nos contagia.
«ESTA DICHA QUE TENGO NO LA CAMBIO POR NADA.»

─La señorita Alondra se encuentra estable. Hemos tenido un sorpresivo encuentro médico con ella, no podemos entender cómo movió sus manos ─me emociona tanto escuchar eso que no aguanto mis impulsos y, de un santiamén, entro a la habitación sin que los demás se den cuenta. Las enfermeras me miran alteradas.

─Debe salir, ahora no puede verla hasta tener plena autorización del médico.

─Juro no decir nada, créame, no puedo esperar más ─en cuanto puedo miro hacia la camilla y veo a la mujer que amo con sus ojos abiertos mirando perdida el cielo del cuarto. La enfermera me mira risueña y con precaución le hace un gesto a su colega para que me dé espacio ─. Amor, yo sabía que ibas a poder ─acaricio su cabello mientras beso su mano ─, eres tan fuerte que no hay duda de la batalla que acabas de librar ─río un poco. Sus ojos no me miran, sólo tienen un punto fijo en el techo y su lagrimal suelta gota a gota su lubricante natural «NO ME IMPORTA HACÍA DÓNDE ESTÉ PUESTA SU MIRADA, LO QUE IMPORTA ES QUE... ¡RAYOS, ABRIÓ LOS OJOS, LOS HERMOSOS BOMBONES!» ─. ¿Me puedes escuchar, princesa? ─intento como puedo poner mi rostro en medio de su vista y el vacío, pero sus ojos se disparan a mirar perdidamente todo lo que pueden. Su mirada se pierde y me asusta verla en angustia. Siento que quiere decir algo, pero el respirador artificial que conduce por su boca le impide.

─ ¿Pueden quitarle el respirador? ─las enfermeras me miran y al instante entra la médico de siempre y se sorprende al verme.

─En estos momentos no puede estár aquí ─encamina hasta la camilla y con soltura saca una lamparita de su bata y revisa la pupila con detenimiento. Alondra reacciona al contacto con la luz e intenta parpadear repetidas veces ─. Las pupilas han dilatado sin problema. Necesito saber que anomalías encontraron en su respiración que aún no la han desconectado del respirador ─las enfermeras explican que por orden del médico no lo habían hecho, así que la médico prosigue a quitar el respirador artificial ─. Por lo visto sus pulsaciones cardíacas son normales y su respiración no presenta obstrucción.

Una semana en Chicago Donde viven las historias. Descúbrelo ahora