Capítulo 2

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Mi ser entero grita entre sollozos por cada prueba que mi carnal cuerpo pasa, amaría ir a una montaña y tirar mis cargas cuanto antes para ya nunca mas tener que cargarles.

Los días que pasan se vuelven eternos cuando no sé nada sobre Alondra, es la primera vez desde que sufrió el accidente que me alejo de ella por varios días. Mi mente en repetidas ocasiones se debilita con pensamientos: «ella no va a volver de ese estado en el que está», pero soy tan consciente de que aquello que me mantiene con la esperanza viva no ha muerto.

Tengo un par de noches sin dormir, Rachel se ha metido en mi cama con la vieja excusa de tener pesadillas y casi que sin darme cuenta se ha hecho dueña de mi espacio. Menuda arpía se ha vuelto últimamente, me quiere seducir a como dé lugar y es algo que logra solo en mis momentos de parcial debilidad por Alondra.

─Seguro fuiste paciente con su insistencia ─comenta Andana mientras teclea el ordenador ─, se ha vuelto una piedra en el zapato con eso de andar coqueteando contigo.

─No lo hagas sonar como si fuera mutuo el coqueteo, ella evidentemente es quien me coquetea y no es para nada cómodo ─golpeo con fuerza el saco de boxeo que tiene Andana en su pequeño gimnasio.

─ ¡Pero que arrogante te escuchas! Tienes razón, ella es quien coquetea sin disimular, pero tú... ─detiene sus manos por unos segundos para mirarme. Baja el lente a la mitad de su nariz y me observa como institutriz dando desaprobación a algo «¿qué dije mal?» ─. Sin duda hay escenas en las que te dejas seducir y tu pantalón da muestra de eso.

La vergüenza me atrapa y sin contención expulso un leve gruñido que deja ver mi sonrisa nerviosa.
Andana me conoce más de lo que cualquiera se imaginaria.

─ ¿De qué hablas? ─llevo mis manos sobre mí cintura y enarco una ceja mientras espero que ella responda.

Por mas que me muestre seguro, ella sabe lo que evidenció.

─No te hagas, también la has deseado y no me tienes que ocultar esas cosas. Sé lo difícil que es para ti como hombre contener esas ganas de arrasar con una mujer, pero recuerda que ella sólo es un bajo deseo, que lo que realmente quieres está muy lejos de aquí ─se levanta y con su dedo índice imprime fuerza en mi pectoral ─. Pero nunca de tu corazón ─aquellas palabras quedarán grabadas en mi cabeza hasta cuando ya no pueda seguir almacenándolas.

Por las noches no duermo, y por las mañanas no consigo estár quieto. Hellen me ha llamado repetidas veces y ahora que devuelvo las llamadas el tono se va a buzón. «¿Qué rayos estará pasando?». Inmediatamente en mi octavo intento Hellen descuelga el teléfono.

─ Hola Hellen ¿cómo estás? ¿pasa algo? ─espero unos segundos su contesta y lo único que escucho es un llanto ahogado ─. ¿Qué está pasando Hellen? ¿Alondra se encuentra bien? ─mi mandíbula se tensa y la impotencia me consume ─. ¿Me dirás qué diablos pasa o te quedarás llorando?

En medio de la presión escucho un suspiro forzado y algunas palabras mesquinas para mí oído "Quieren desconectarla. ¡Haz algo, por favor!".

─ ¿Tienes algo, Noél? ─interroga Rachel al entrar a mi habitación con una tetera y unas tostadas. La ignoro mientras escucho lo que mi cuñada dice "han sido los médicos culpable de que mis padres accedan a este homicidio. Después de aquel día que te comenté lo sugerido por ellos mis padres han meditado la idea de dejar que Alondra muera sin mas dolor. Creen que no podemos forzarla a que viva" ─ «¿qué piensan?»  ─recobro el aliento y le pido discreción. No quiero que nadie sepa que regresaré a Chicago.

Sin mediar palabras busco mis pertenencias y empaco de regreso a Chicago. El viaje se ha hecho tedioso. Ya quiero aterrizar y ver nuevamente a mi princesa. Me muero por besarla y tenerla tan cerca de mis poros.

Una semana en Chicago Donde viven las historias. Descúbrelo ahora