Capítulo 9

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—Quiero abrir los ojos —medio parpadeo y consigo abrirlos un poco.

—Calma, no te apresures, he pasado un susto del puta como para enfrentar otro —la veo con el rabillo del ojo caminar de un lado a otro —. ¿Cómo te sientes?, ¿Te duele mucho?

—Un poco —abro bien los ojos y pestañeo para lubricar la pupila —. Me duele la parte lesionada y el labio inferior.

—Me imagino. Gracias, no debiste exponer tu vida por mí; casi mueres y yo contigo por los nervios.

—Lo haría por ti y por quien lo necesitara.

—Igual, gracias —me toma la mano y la besa —. Creo que estamos destinados a compartir este tipo de situaciones —ríe «¿a qué se refiere?». ¿Recuerdas algo de aquella noche?

— ¿Qué noche?

—Creo que estoy mal, pensé que había sido un hecho eso de la paliza que te dejó en camilla —esboza una sonrisa al decir eso «¡Claro! Cómo olvidar esa noche en la que le robé un beso y me pegó hasta...» río al instante —. Eso quiere decir que has recordado.

—Sí, también recuerdo la mentira que dije para que no te arrestaran —reímos, hasta que una punzada me impide seguir haciéndolo.

—Será mejor no reír, puedes lastimarte al hacerlo.

— ¿Cómo recuerdas eso?

—Eso es lo de menos, ahora lo que importa es tu estado y que tu familia sepa de tu situación.

—No hace falta, seguro me darán de alta en unas horas y no será necesario llamar a mi madre.

—Por lo menos envía un mensaje de voz al teléfono de tu casa y así estarán tranquilos.

—Qué no —digo cortante.

— ¿Siempre eres así? —pregunta. La ignoro unos segundos hasta que vuelvo a mirarla fijamente «Me gusta tanto. La amo como un loco desquiciado pero ella no lo sabe.» —. Esta bien, no molesto. Quiero saber una última cosa.

—Dime.

—Por qué no quieres que le avise a tu madre, si ella...

—Qué no quiero, ¡no entiendes! —se sobresalta un poco por la intensidad de mi voz al hablar, y me mira como niña regañada —. Perdón, se me fue la mano —apenada inclina su rostro y toma asiento en el sofá del lugar. Al paso de una hora, todo se mantiene en silencio y eso me incómoda; he sido un perfecto patán con ella y eso no me lo perdono. Tocar el tema de mi mamá no fue lo correcto. Desde anoche no hemos hablado y seguro ella espera a que yo lo haga; Alondra pensará que soy un bipolar que ríe por momentos y luego cambia de humor.

—No es así, ya todo pasó —contesta a través de una llamada —. Ya te dije que estoy bien —cuando nota que la observo baja el tono de su voz y me da la espalda —. Tranquilo, estoy fuera de peligro —«ya creo saber de quién se trata» —. Prometo explicarte todo con lujo de detalles —queda en silencio por unos segundos y por fin se despide.

—Qué bueno que estén pendiente de ti —digo. Sin gesticular nada toma su lugar en el sofá y se cruza de brazos —. Te debo una disculpa, siento haberte tratado así.

—Entiendo tu reacción, no debí meterme en tus asuntos —como de costumbre no guardo mis palabras.

— ¿Era Mark?

—Sí, mi novio —me desafía con todos sus gestos y eso me cabrea inmediatamente.

—Suertudo, se ha quedado con el premio gordo —disimulo mi rabia y ella lo nota; se ríe naturalmente y no sé el motivo —. ¿He dicho algo gracioso?

Una semana en Chicago Donde viven las historias. Descúbrelo ahora