Rayo de sol

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Cuando Kaala despertó le costó abrir los ojos, la cabeza le palpitaba como si en vez de cerebro un corazón gigante se le alojara en el cráneo.

Por un momento temió haberse quedado ciega, sin embargo poco a poco la poca luz la dejó ver siluetas de lo que la rodeaba.

Se encontraba en un carruaje, podia saberlo por las sacudidas que daba cada tanto, como si caminaran por un terreno escarpado, por el sonido de las ruedas al pisar la grava y los cascos y relinchos de los caballos.

Sus manos estaban fuertemente atadas con una soga gruesa, comenzaba a sentir en los dedos el hormigueo que producía la falta de sangre.

La tela en su boca le impedía gritar y deshacer el nudo con los dientes. Dio algunos tirones con las manos intentando safarse, pero sus intentos fueron en vano, estaba muy apretado.

Al final decidió usar la poca visión que aún tenía para buscar alguna manera de escapar o de cortar las sogas que la ataban, pero además de algunos sacos de lo que podrían ser patatas, zanahorias y harina no encontró nada.

No estuvo segura de cuanto tiempo pasó en ese lugar, ideando planes inútiles sobre la manera de salir de ahí.

Cuando pensó en romper su propia mano para liberarla decidió dejar eso por el momento y dormir un poco.

La siguiente vez que Kaala despertó todo seguía igual, a excepción del inquietante silencio. Se dio cuenta de que el carruaje se había detenido.

Un perdido rayo de luz entraba por un agujero en el techo de lona, iluminando una oscura silueta que descubrió era una pierna de cerdo colgando de un gancho.

Batalló un segundo hasta lograr ponerse en pie, usando las piernas con la espalda pegada a la pared para impulsarse sin usar las manos.

Caminó procurando no hacer ruido hasta el gancho, la punta no era lo suficientemente filosa para cortar la cuerda, pero con algo de suerte podría aflojar el amarre lo suficiente para soltarse.

Al caminar notó que aún se encontraba aturdida por el golpe y sin embargo logró no caerse. Levantó las manos sobre la cabeza y después de dos intentos logró ensartar el nudo.

Dio tirones apurados, escuchado con satisfacción cada que algunas fibras cedían.

Cada movimiento enviaba pinchazos de dolor a sus manos entumidas, mantenerlas elevadas hacía las cosas más difíciles.

Cuando el nudo aflojó la primera vez suspiró con alegría, cortando una exclamación en en momento, cuando un sonido de un candado al abrirse se escuchó en la puerta.

El nudo no estaba lo suficientemente flojo para escapar y no tenía más tiempo para trabajar con él, así que bajó las manos y caminó al lado de la puerta. En el momento en que esta se abrió Kaala asestó una fuerte patada en la nariz del hombre, que se echó atrás presionando con las manos su cara, goteando sangre.

Kaala no desaprovechó el momento, saltó por la puerta y echó a correr.

El hombre que dejó atrás soltó una maldición y limpiando la sangre con el dorso de la mano fue tras ella, pidiendo ayuda a gritos.

Dos hombres la atraparon antes de que pudiera llegar muy lejos, tomándola por los brazos con fuerza y prácticamente arrastrándola de vuelta al campamento.

Las tiendas apenas se levantaban una a una mientras la llevaban con el jefe. El hombre al que había golpeado intentaba acomodar su nariz, que no dejaba de sangrar y estaba notoriamente torcida hacia la izquierda.

Kaala se sorprendió sintiendo una extraña satisfacción al respecto.

El jefe se encontraba hablando con alguien más, miraban un papel con el ceño fruncido y claramente enojados.

Lluvia de DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora