Cabalgaron adentrándose en el bosque más y más, hasta que cualquier ruido a excepción de los cascos contra las hojas quedaron apagados por los arboles. La oscuridad entre las plantas era tal que Kaala temía que su caballo se rompiera una pata entre las raíces.
Aminoraron la marcha cuando ya ambos caballos tenían el cuerpo cubierto de sudor y durante todo el tiempo no se pronunció palabra.
El bosque imponía silencio, no se escuchaba el canto de los grillos o el piar de algún pájaro perdido. Solo silencio, que emanaba pesado de los rugosos troncos y se atoraba en el dosel de las ramas, incapaz de unirse al cielo.
Cuando llegaron al primer claro, Kaala se alegró de ver la luz del sol, como si nunca fuera a verla de nuevo.
El lugar era pequeño, pero luminoso, en el suelo descansaba un tronco caído, cubierto de musgo por debajo y liso por arriba. El hombre arrojó un paquete al suelo, desmontó y ató a su caballo en una de las ramas, para después sentarse sobre el árbol caído.
Kaala lo imitó, dando unas palmadas al caballo, que inmediatamente comenzó a pastar la poca hierba que se esforzaba por alcanzar el sol.
En ese momento Kaala decidió llamarlo Rayo de sol.
Caminó con precaución hacia el hombre, esperando que él dijera algo, se quedó de pie frente a él, pero este ni siquiera la miró.
Cuando perdió la paciencia exhaló sonoramente y se dejó caer en la hierba, arrancando un puñado con los dedos.
-Yo no haría eso de ser tú- dijo el hombre mientras ponía hierba en su pipa, Kaala lo miró sin comprender- si no vas a usarlo, mejor déjalo ahí, al bosque no le gusta la destrucción en vano.
La chica miró con aprehensión al rededor y guardó la hierba en un bolsillo. Se giró hacia el hombre, encarándolo por primera vez.
- ¿Quién eres tú? Sabes mi nombre, pero nunca me dijiste el tuyo- le dijo recordando lo que le había dicho en el mercado- Eres un mago, vi como venciste a todos esos hombres.
-Bueno, parece que no eres del todo tonta - dijo con tono notoriamente irritado- Valiente y tonta! La peor combinación.
-¿Por qué fuiste a salvarme?- preguntó, intentando pasar por alto el comentario.
-Tenía asuntos qué arreglar con ese hombre, lo tuyo fue solamente un extra- dijo, pero Kaala tenía la sensación de que mentía.
-No has contestado mi pregunta- insistió, el hombre la examinó con detenimiento, intentando hallar algo que Kaala no sabía.
-Los nombres son peligrosos en estos momentos, todos me llaman Omega, deberías hacer lo mismo- vació las cenizas de la pipa y se levantó- suficiente descanso, en marcha.
Kaala miró las cenizas y carraspeo
- No creo que al bosque le guste eso- dijo.
-Son solo árboles- contestó sin mirarla siquiera, Kaala pestañeo extrañada, con la boca a punto de decir algo, pero la cerró en silencio y fue por su caballo.
Mientras arreglaba las correas de cuero mal puestas en la silla del corcel, Omega se arrojó algo, Kaala apenas tuvo tiempo de girarse y atraparlo, antes de que un bulto le golpeara la cara.
-Póntelo- ordenó con brusquedad, vaciando también de cosas inútiles los fardos del caballo marrón.
Kaala encontró que eran unas ropas simples, de lana gruesa, grandes para su talla. Unos pantalones, una camisa y una capa gris y vieja. Dentro de las ropas había un cinturón, con una espada envainada, tenía algo de óxido por fuera, pero en el interior el metal dorado estaba impecable, la admiró un segundo y luego la envainó, dándose cuenta de que la funda no le iba del todo.
Una vez se puso los pantalones debajo del vestido verde, dio la vuelta a su caballo, buscando privacidad para ponerse la camisa y la capa. Guardó sus ropas hechas un bulto en uno de los costados de la silla, se colocó la espada, pesada, a la cintura y volvió con Omega, que cortaba unas hierbas con una navaja, en la orilla del claro, examinándolas atentamente entre sus dedos y murmurando algo demasiado bajo para ser identificable.
Cuando Kaala se acercó este se incorporó, guardando las hojas en su bolsillo. Le echó una mirada a la chica, evaluándola y le puso una mano en el hombro, haciéndola girar.
En un movimiento, tan rápido que la chica no tuvo tiempo de reaccionar, el hombre tomó su cabello en una mano, levantándolo sobre su cabeza y cortándolo de un tajo.
Dorados mechones, como oro líquido cayeron en una cascada desordenada, contrastando con la verde hierba. Kaala ahogó un grito, cuando lo últimos cabellos rotos volaron de sus hombros con la brisa.
El resto de lo que fuera su bella cabellera le llegaba ahora a la altura de la quijada, la joven tomo un mechón, cubriendo su boca con la mano y miró consternada a Omega.
-¿C-como... por qué, tú...- Omega envainó el cuchillo en su propio cinturón, sin hacerle el menor caso y subió a su caballo.
-Monta- le dijo, tomando las riendas y haciendo retroceder al caballo para darle paso.- Ahora la bella niñita pueblerina es buscada por todos lados, al igual que yo, la noticia estará pronto en todos los bares del reino y un hombre con una doncella levantaría sospechas inmediatamente. Un chico, no. ¿Recuerdas lo que te dije de los nombres? Lo mismo pasa con los rostros, ahora necesitas ambos nuevos.
Kaala se quedó atónita un segundo más, Omega caminó al paso hasta el linde del claro y se adentró en el bosque, obligándola a subir Rayo de sol a toda prisa y seguirlo.
Antes de salir del claro miró atrás. Por última vez, porque a ese lugar había entrado una persona completamente diferente de la que salía.