Camino

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En el transcurso del día Omega se deshizo de su descuidada barba marrón, lo que le hizo parecer considerablemente más joven. Aun así pasaba de los 40 y las canas entre su corta cabellera castaña le recordaban los años pasados, dando a su expresión regia un toque de la sabiduría de la edad.

Kaala a su lado cabalgaba con la cabeza ligeramente inclinada, la cara sucia y las ropas desgastadas le daban la apariencia de un juvenil viajero cansado. Sus ojos se cerraban ligeramente al acercarse la noche y sin embargo su guía exigía no detenerse hasta el medio día siguiente.

Cuando amaneció y el sol le dio en la cara se dio cuenta, por vez primera, de la dirección en la que iban.

Tiró de las riendas de Rayo de sol y lo detuvo en el momento.

-¿Sucede algo, Eldric?- llamó Omega, por el nombre que había escogido para ella, deteniéndose unos metros por delante.

-Vamos hacia el este- Dijo la chica, frunciendo el ceño- Mi casa está del otro lado, al oeste por el río Ángora, al norte de las montañas Kron.

Omega la miró un segundo y siguió avanzando, chasqueando la lengua.

-No voy a volver, si quieres puedes regresar por tu cuenta- dijo mientras se alejaba y gritó- diría que fue un gusto, pero no me gusta decir mentiras.

Kaala miró hacia atrás, comprendía que, aunque volviera, en el pueblo no habría ya nada para ella, podia regresar con la esperanza de que su madre viviera, o de revivir el rancho, pero después de todo lo pasado ya no creía poder fingir que estaría todo bien.

Omega le había explicado que aquellos bandidos eran solo un pequeño grupo bajo el mando de alguien mayor, al parecer planeaban un ataque al imperio. Pero el mago no había mencionado por qué eso le involucraba a él.

La chica volvió la mirada y notó que Omega se había detenido, mirando en su dirección. Ella entendió que esperaba una respuesta. Y por extraño que fuera, ella decidió darle alcance al trote. Una vez a su lado, comenzaron de nuevo la marcha.

- No sé a dónde vamos, tampoco sé que vamos a hacer allí, pero salvaste mi vida... ¿Cómo se supone que pague eso? - Hablaba la chica en voz alta, esperando parecer más valiente y decidida de lo que se sentía en realidad - Quiero ayudarte, no sé que tienes que ver con aquellos bandidos, pero si estás intentando detener lo que sea que estén haciendo quiero hacerlo también. Pensaba que ya que estoy contigo podrías enseñarme a pelear, ya sabes, con la espada y si es posible sería grandioso aprender algo de magia.

- ¿Es que nunca te callas? No puedo escuchar mis propios pensamientos contigo cerca. Más te vale que mantengas esa boca cerrada cuando nos topemos con alguien o nos descubrirán en menos de lo que dices "Hola"- Se quejó el vagabundo mientras intentaba que su caballo diera la vuelta a una raíz de un viejo y enredado árbol.

-¿Por qué nunca respondes mis preguntas? Si no hablara tanto no te dignarías a prestarme atención- Se quejo ella en respuesta.

- No eres capaz de sostener una espada, tardaría años en que aprendieras a usarla de forma aceptable y de la magia ni hables, no es algo de lo que se pueda comentar a la ligera- cortó seco.

- Pues si tardaré años, mas valdría empezar ahora, si no es así tendrás que protegerme cada que alguien nos ataque- insinuó Kaala esperando una reacción positiva.

-O podría arrojarte por el primer precipicio que nos encontremos, atarte a un árbol, o entregarte a los bandidos comunes, cualquiera de esas me produciría menor esfuerzo y me aliviaría el dolor de cabeza.

Kaala bufó y no dijo nada más, sin embargo al detenerse al medio día el hombre la hizo tomar la espada y comenzar su primer lección.

-Esa espada es muy pesada para ti, muy grande. Sin embargo eso te ayudará a fortalecer tus brazos, parecen de niña. Más tarde buscaremos algo más adecuado a tu tamaño- dijo desenvainando su arma, una bonita espada traslúcida de color verde oscuro, como jade brillante.

-Soy una chica- Dijo Kaala simplemente, mientras con torpeza desenfundaba su propia arma, sintiendo de nuevo el extraño acero en su mano.

- Ya no más, Eldric- Dijo mientras sostenía su espada en alto- coloca las manos como yo, es poco práctico usar ambas, sin embargo no podrías aguantar el peso en una. Por ahora lo importante es que no la dejes caer.

Después de varios minutos al fin logró mantener la espada en la posición adecuada, aunque hacía doler los hombros por el peso evitó que se notara el esfuerzo en su rostro.

-Ahora, atácame- dijo Omega

-Estás loco, son espadas de verdad, podría matarte.

El hombre se rió sin disimulo

- Que así sea. Si tu espada puede tocarme no merezco vivir. Ahora ataca con todo lo que tengas, concéntrate en tocarme con tu espada. Yo no atacaré, me dedicaré a bloquear tus arremetidas, si te hace sentir mejor.

Obviamente ella no esperaba que la atacara, la habría asesinado en un segundo. Pero al menos confiaba en que podría alcanzarlo con su arma. Grave error.

Apenas atacó la primera vez las espadas chocaron, la esmeralda se movió a una velocidad imperceptible y al chocar envió el golpe a través del acero hacia los brazos de Kaala, que dejó caer el arma por la sorpresa del impacto y cayó sentada hacia atrás.

Omega puso la punta de su espada en el cuello de la chica y negó con un bufido.

-Bueno, esperaba que saliera volando antes del golpe- Dijo poniéndola en pie.

Lo siguiente fueron varias horas de lo mismo, una y otra vez, hasta que Kaala consiguió no soltar el arma, o perder el pie. Al finalizar él estaba como si todo el rato se hubiera dedicado a limpiarse las uñas y la chica estaba bañada en sudor, sintiendo que sus brazos se caerían en cualquier momento.

El hombre le dio para dormir hasta el anochecer y entonces continuaron la marcha.

-¿No dormirás tú? - preguntó la campesina, ensillando al caballo como le habían ordenado.

-Ya hemos perdido suficiente tiempo y he descansado todo lo que necesitaba, debemos seguir adelante, no estamos tan lejos de nuestro destino.

- ¿A dónde vamos?- insistió ella.

Omega miró al cielo y sonrió, por primera vez desde que ella lo conociera, con la sinceridad de quien recuerda a alguien con amor.

- A reunirnos con una buena amiga mía.

Ambos subieron a los caballos y continuaron con su viaje.

Lluvia de DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora