Khra del desierto

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Kaala se encontraba en un agujero en medio del desierto, entre una pelea de gigantes. Un enorme dragón esmeralda, de relucientes escamas, fuego verde y colmillos blancos que atacaban con la ferocidad de su especie.
El Khra era apenas unos metros más pequeño, más delgado y compacto. Su aspecto era el de estar hecho de piedra arenosa, ahí donde se movía aparecían grietas de fuego rojo y agresivo que cada tanto salían por su hocico dentado.
Era como un gigantesco dragón de comodo, hecho de piedra y fuego.

Sin embargo a pesar de la ferocidad de su enemigo la dragona no lucía afectada, rugía con la misma confianza que lo haría contra un cervatillo.

Los colosos se miraron un segundo, lagartos de tierra y viento. Entonces el Khra atacó.

La enorme lagartija avanzó a una velocidad casi imposible para su tamaño, con las patas palmeadas que no se hundían en la arena. La dragona esperó a unos metros sobre el suelo, lanzó una llamarada más a la arena y se impulsó hacia el cielo nocturno.

Las cadenas de la bestia tintinearon como cascabeles gigantes cuando saltó intentando atrapar a la drakona en vuelo, sin éxito. Wendine se contorsionó doblándose en el aire para esquivarlo.

El gigantesco reptil rocoso cayó en la arena de vuelta, levantando una columna de polvo plateado. Wendine rugió y se abalanzó sobre él, soltando una llamaranda que lo hizo bramar rabioso. La dragona se elevó de nuevo con piruetas que Kaala jamás habría imaginado posibles en alguien de su tamaño, su vuelo en batalla era terroríficamente hermoso. Entendió entonces que esa era, en efecto, la cualidad de los dragones.

El Khra enfurecido y cegado por las llamas escupió fuego al cielo, quedando muy corto a la altura de la dragona. Entonces se fijó en los humanos a caballo, indefensos.

Se lanzó rodando, como una enorme pelota de piedra, hacia ellos, Kaala miró a Omega, con la muerte segura tan cerca y se sorprendió de verlo serio pero tranquilo, sin la más mínima señal de alarma, murmurando por lo bajo algun hechizo.

La chica volvió su vista al enemigo un instante antes de que este cayera en la trampa, la arena caliente había cristalizado bajo la llama de Wendine y al caer ahí el Khra se encontró cubierto de cristal liquido y arena que impedía sus movimientos, a pesar de que el calor no lo dañaba. Sus cadenas se endurecieron y quedaron tiesas mientras la bestia rugía de frustración y gruñía intentando quitarse de encima la molesta capa dura de arena.

Entonces fue cuando Wendine descendió de los cielos como un meteoro entre llamas esmeraldas, con las fauces abiertas y las garras extendidas. Colisionó con toda la fuerza de su caída contra el feroz animal y lo aprisionó en un mortal abrazo.

Sus mandíbulas desgarraban el cuello del animal, mientras ambos se debatían y buscaban enterrar sus garras en el cuerpo del otro. Un fluido brillante rojo y dorado, como lava artiende, escurría de las mandíbulas de la dragona, que no aflojaba su prensa, mientras su presa gritaba desesperada por quitársela de encima.

Con las patas traseras el Khra le desgarraba los extremos de la delicada membrana de sus alas, pero pese al dolor la dragona resistió, hasta que su contincante dejó de moverse y se disolvió en tierra, roca y magma.

Entonces miró hacia sus compañeros, sus pupilas dilatadas, enseñando sus colmillos que escurrían fuego liquido que a segundos se convertía en roca negra y mientras la luna iluminaba sus escamas rugió triunfante al universo por una nueva victoria.

Kaala no podría describir la escena, magnífica, terrorífica y hermosa, no alcanzaban palabras humanas, enanas o elficas para describir ese momento.

Omega sa bajó del caballo, corriendo torpemente entre la arena, pisando sobre el aro de cristal sólido aún caliente, para llegar a donde la reptil se encontraba parada, esta lo olfateo y tras intercambiar unas palabras que Kaala no podía escuchar él le acarició el morro y ella le dejó curar sus heridas con hechizos que rápidamente cerraron sus alas rotas.

La chica tomó las riendas del caballo marrón y los condujo por donde el Khra había retirado el cristal ardiente, la arena aún desprendía olor a fuego, pero los caballos pasaron sin problema.

Omega cantaba una canción en un idioma extraño y por donde pasaba sus manos la piel y venas volvían a unirse tan lisas y perfectas como fueron siempre.

-¿Te-Te encuentras bien? -No pudo evitar preguntar a la dragona.

Jamás me he sentido mejor

Kaala asintió, aunque había notado la agitación en la mente del animal, no quería hacer algún comentario y ofenderla.

Se acercó al mago y contempló su trabajo, cuando este estuvo terminado jinete y dragona lucían en perfecto estado, pero ambos estaban más cansados de lo que aparentaban.

El mago caminó hacia los restos del Khra y cuidando no tocar la lava solida se acercó a las cadenas. El collar grueso como una viga, con puas y una gruesa cadena rota relucía solo en aquellos lugares donde el óxido no lo había cubierto.

-¿Como es que no lo derritió el fuego? -Preguntó al jinete bajando del caballo.

-Es metal estival, de las tierras del medal, que desapareció hace mucho tiempo. Jamás creí verlo de nuevo, este metal causó muchos problemas. -El mago se sacudió las manos y se incorporó.

Ese metal es capaz de retener a un dragón.

Kaala se sorprendió ante las palabras de Wendine

-¡Pero las cadenas estaban rotas! ¿Cómo pudo romperlas? -Preguntó

-Solo quien lo forja puede destruirlo. Éste Khra no escapó, lo soltaron.

Todos guardaron silencio, incluso Kaala comprendía lo que aquello significaba, alguien con poder y conocimientos estaba dispuesto a atacar a los jinetes... y a los dragones.

Omega, con la ayuda de Wendine, reunió el metal y lo metió en lo que explicó era una caja espacial, donde todo ese metal ocupaba solo un centímetro y se podía transportar con facilidad, era una evidencia importante y no sería bueno que se perdiera entre las arenas del desierto.

-A partir de ahora deberemos acelerar el paso, iremos a caballo a través del desierto, pero una vez en Nertit, al otro lado, deberemos dejarlos atrás y volar. De otra manera el riesgo sería demasiado. -Las palabras del mago fueron absolutas.

Kaala no quería dejar a Rayo de sol, pero no era momento de discutir, lo arreglaría llegando a la siguiente ciudad, aún tenían un mar de arena por delante.

Lluvia de DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora