Verde bosque

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Desde el segundo día el vagabundo se había vuelto menos hostil, físicamente se notaba más relajado y Kaala lo había descubierto acariciando a Rayo de sol y jugando con él. El caballo trotaba a su alrededor, tocándolo con el morro y el hombre intentaba atraparlo.

Cuando dejaron el juego Kaala fingió recién despertar y se levantó de su saco.

Las comidas eran limitadas pero nutritivas, cargaban pequeños sacos llenos de una especie de bolitas de semillas trituradas, endulzadas con miel y trozos de frutas secas. Una de ellas reemplazaba una comida completa, pero no saciaba el apetito.

Durante el viaje procuraron mantenerse cercanos a las fuentes de agua suficientes para abrevar a los caballos dos veces al día y mantener siempre sus reservas llenas. Y sin embargo, aunque pasaran toda una jornada alejados, éstas parecían no acabarse. Cuando preguntó a Omega este aseguró haber tomado agua de los árboles, pero ella no podía imaginarlo recolectando agua de las hojas. Los magos eran todo un misterio.

A veces Kaala no alcanzaba a estimar el verdadero poder de la magia, no se trataba solo de hechizos extraños y polvos de colores, era toda una ciencia que manejaba cada cosa por su significado, o eso le había explicado Omega.

En cada parada ambos practicaban con la espada y aunque el mago decía que Rayo de sol podría manejar más rápido la espada que ella, la chica pensaba que iba rápido. Por lo menos había aprendido a no caerse por si misma y mantener la espada en sus manos y ya eso era un gran avance.

Sus brazos estaba llenos de magulladuras y en una ocasión había soltado la espada sobre su pie izquierdo, por suerte solo había ganado un dedo morado y una cojera de dos días. Vamos, que nadie aprendía a usar la espada por arte de magia, ella misma lo había preguntado al mago más cercano.

Cada vez Kaala pensaba menos en su hogar y aunque no podía evitar la nostalgia, se encontraba maravillada con el mundo a su alrededor, la aventura, lo salvaje y todo lo que había aprendido. Por fin sentía que estaba haciendo algo y que era alguien.

Se encontró por primera vez en un pueblo nuevo, vendiendo su vestido, su brazalete y un collar, su últimas posesiones.

El comprador la evaluó y pagó unas monedas, mirando de mala manera al chico, cosa que la hizo sentir incómoda.

Omega había puesto un hechizo sobre ella para volver más gruesa su voz, Kaala la sentía ronca y antinatural, pero para el resto debía ser la voz de un muchacho cualquiera.

Agradeció al mercante, puso las monedas en su bolsillo y se fue a donde su acompañante esperaba, comprando algunas provisiones para el camino.

Una vez consiguieron todo lo necesario regresaron al camino principal, llevaban a los caballos de las riendas y hablaban en voz baja, Omega le contaba sobre el imperio, la formación y división de las tierras.

El hombre parecía saberlo todo.

De repente a media frase se quedó quieto un segundo, su expresión se volvió seria e hizo una mueca que duró un milisegundo. Tras eso siguió hablando con el mismo tono de antes, aunque Kaala notó su ansiedad.

–Los gobernantes de Destrang y Logarioth juraron fidelidad al trono y quédate cerca y alerta, sujeta bien al caballo– Kaala se sorprendió de las extrañas indicaciones tan bruscamente incrustadas en la frase, frunció el ceño y sujetó con fuerza las riendas.

Pasaron unos minutos, Omega tarareaba una canción sin ritmo, su mano descansaba golpeteando los dedos en el pomo de la espada pero su mirada tenía una luz como de quien ve algo que ha anhelado y que ama, por primera vez en mucho tiempo.

Doblaron por una curva, perdiendo de vista el pueblo y entonces fue cuando saltó la emboscada.

Eran cerca de una docena de hombres armados, salieron de atrás de las rocas y entre los árboles y arbustos. Estaban armados con lanzas, espadas y dos de ellos les apuntaban con arcos. Kaala sorprendida por la repentina aparición casi suelta las riendas de Rayo de sol, quien se encabritó relinchando retador ante la inminente amenaza.

La chica llevó su mano automáticamente a la espada, pero sin siquiera mirarla omega la detuvo.

–Suelta la espada Eldric, sujeta al caballo y no hagas nada tonto– dijo con un tono tan relajado que casi parecía feliz.

–Esa es una buena idea– animó uno de los hombres.– Ahórrate problemas Omega, el jefe te prefiere no tan muerto, ¿dónde está tu amiga?

–¿Que estás haciendo? ¡Son bandidos!– replicó Kaala sin entender, ¿se estaba rindiendo? Lo conocían, ¿podía ser que la estuviera entregando? No entendía por qué podría querer eso y al parecer la cosa era con él, pero no la habían identificado aún ¿su amiga?

–Lamento decepcionarlo, pero eso sería demasiado fácil– Dijo el mago y la chica no entendía lo que hablaban– podrías decirle que nos veremos pronto, pero no vivirás para eso.

En ese punto la chica miraba sin hacer nada, parecía no servir de nada su intervención y todos parecían fingir que no estaba ahí.

El bandido dio una orden y todos atacaron, en ese mismo segundo Kaala escuchó a las flechas romper el viento, pero estas nunca llegaron, todos miraron hacia el cielo al tiempo que un sonido estridente, como sonaría una roca al romperse, un rugido tan temible que los truenos quedarían opacados, sonaba por el lugar, sintió todo su ser vibrar y al levantar la vista se encontró con un resplandor esmeralda que ocultaba el cielo.

Un dragón tan enorme como cinco casas encimadas se dirigía hacia ellos en picada, los caballos relincharon y el marrón salió al galope despavorido. Una llamarada verde bañó a algunos hombres y estos apenas corrieron unos metros en llamas antes de desplomarse humeando.

Algunos soltaron las armas, el jefe atacó a Omega, quien lo derrotó en un segundo y el más resagado fue atrapado entre las enormes mandíbulas del reptil, quien lo sacudió  y lo arrojó lejos mientras aterrizaba con tal fuerza que la tierra tembló, los arboles crujieron y si no sostuviera al caballo Kaala habría caído al perder el suelo. Fue como si la tierra distribuyera a todos un poco del impacto para no quebrarse bajo el inmenso reptil.

La chica sintió el inevitable instinto de correr, pero la emoción no se lo permitió, se quedó inmóvil mientras el dragón rugía triunfal hacia el cielo.

A su rugido lo siguió el romperse de los troncos en los que había aterrizado, al rededor del camino las rocas se hicieron pedazos por no aguantar su peso y el enorme dragón bajó la cabeza, doblando el largo cuello para mirarlos con unos enormes e intensos ojos amarillos como el sol al mediodía.

Una especie de gorgojeo salió del interior del pecho del dragón, Omega se acercó al animal y lo intentó tocar con la palma, pero este arqueó el cuello y gruñó, enseñando dos largas hileras de enormes y filosos colmillos blancos.

Rayo de sol se revolvió, pateando el suelo con los cascos y agitando la cabeza, como indicando al dragón que no se acercara. Kaala lo intentó calmar con suaves palabras pero ni siquiera ella estaba del todo tranquila.

El olor a carne quemada era insoportable, un caballo había escapado, el mundo se había distorsionado a su alrededor, pero era lo menos importante teniendo a ese ser a la vista.

–Sigues molesta, eh?– dijo el hombre y la que resultó ser dragona lo miró con reproche, fijamente, como si le respondiera con la mirada.

Entonces Kaala lo comprendió y mirando de hombre a dragón dijo.

–Eres un jinete...

– Y parece que tú no eres del todo tonta– respondió  con amarga ironía– Kaala, te presento a Wendine, mi dragona.

Lluvia de DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora