Capítulo 47

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—¿Por qué te diría algo así weona? —me reí a través del teléfono mientras me metía un puñado de papas a la boca.

Pucha no sé, te juro que hoy no pude ir al liceo con toda la vergüenza que tenía. Yo no soy maraca Antonia, no sé qué pasó te lo juro. Aparte, ni siquiera lo sigo en Ins...—la detuve cuando terminé de comer.

Julietaaaa —alargué la última vocal a propósito —, no tení que explicarme nada. No te voy a juzgar, pava.

—Pero igual amiga, necesitaba que lo supierai.

—¿Y, qué tal, besa rico? —la webié. Ella soltó una risa traviesa.

Bueno, no me acuerdo ni wea, pero tú deberías saber eso mejor que yo —me quedé piola, sin saber qué decir —. Lo que sí, tiene las manos traviesas el cabro.

—Ya weona, anda al liceo mañana. Nos belmont —le corté antes de que se despidiera.

Cuando llegué a mi casa le avisé al Benja y después mi teléfono vibró a razón de una desesperada Julieta, estuvimos conversando — lo cual me obligo a buscar algo pa comer — por aproximadamente una hora de cosas equis hasta que sacó el tema que ella tanto quería tratar. Suspiré, la quiero mucho.

Me encerré en mi pieza a estudiar, ir a la casa del Benja los días que no tengo preu me ha estado robando varias horas de productividad, pero no me quejo. Intento consolarme con el hecho de que he estudiado caleta y que puedo tener tiempo para todo. O así dicen.

Luego de un par de horas me fijé en el reloj del pc frente al cual había pasado este último rato. Son las 23:09 y mañana hay clases, las últimas dos semanas de clases, creo. Me di ánimos después de lamentar no poder tomar once con mi viejo y el Lucas.

Salí a cepillarme los dientes en el baño y me pusé el pijama, intenté no mirarme tanto ya que posiblemente mi cara — como de costumbre — no podría ser un motivante para mi. Cuando iba saliendo del baño, la voz de mi papá me detuvo.

—Hola —medio sonrió. Se le ve cansado — ¿Cómo estai?

—Bien po, ¿y tú? —correspondí su sonrisa.

—Bien.

—¿No crees que te estás exigiendo mucho? —fruncí el ceño. Mi papá no suele ir al grano de una.

—Nop. ¿Por qué? —suspiró y negó con la cabeza.

—Me voy a acostar. Tus amigos están abajo, ya los invité a quedarse si es que quieren.

¿Qué amigos?

Bajé las escaleras rápido y me fijé en las caras de los chiquillos en mi sillón. Sonreí, el Bruno ya estaba durmiendo apoyado en el hombro del Seba, mientras que este último tecleaba algo concentrado en su celu. Hice un sonido con la boca para llamar su atención y el Seba se movió tan fuerte que la cabeza del Bruno se calló y despertó de golpe por el jadeo que soltó el otro. Esperé que ambos se calmaran y hablé.

—¿Qué cresta hacen aquí ustedes? —el Bruno se revolvió el pelo pa despabilar.

—Vinimos a verte —respondió simple el Seba.

—Pero cierta señorita estaba tan ocupada... —le siguió el Bruno — que ni siquiera se dió cuenta cuando entramos a su pieza.

—Así que tomamos once con tu familia pa esperarte —terminó por relatar el otro. Suspiré y los miré con diversión.

—Sorry —me disculpé y caminé al sillón pa echarme —, fue un día larguísimo.

—¿Cómo mi pene? —rodé los ojos al escuchar eso del Seba. Le pegué un wate como pude.

a otra cosa, mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora