Capítulo 10: Antes de partir, hay que terminar con el pasado.

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Los dos monarcas se despiden de la gente con sonrisas en sus labios, aunque la de Ichigo es más discreta. Con un gesto del hombre los soldados empiezan a cerrar las cortinas luego que Orihime les haya prometido que trabajarían en los siguientes días en el país antes de la partida a Karakura.

La parte que a Ichigo le fastidia.

Tanto que no nota que su prometida había reflejado asombro y quedado quieta en lo que él recibía un regaño de Hinako por no haberla obedecido.

—¿Su Majestad? — Tuvo que ser Agatha con su tono de preocupación quien hiciese que Ichigo recapacitara.

—¿Orihime?

Sin embargo, la reciente reina no obedece a ninguno de los dos, agarra las faldas de su vestido y empieza a correr a gran velocidad a pesar de los tacones.

De algo le sirvió los años correteando de un lugar a otro.

Esquivó personas agachándose o saltando con apoyo de algún mueble por ahí, le servía mucho conocer cada rincón de sombra del lugar, los escalones los baja saltando de dos en dos o de tres en tres, dependiendo de la altura. Se toma un segundo para recuperar el aire y siente que la agarran del brazo.

Fue tan abrupto que se deja llevar por sus instintos de sobrevivencia y su puño va al ataque.

—Orihime. — Dice Ichigo tras detener el ataque con facilidad como aquella vez en la carpa. — No salgas corriendo de esa manera, puedes lastimarte y no estaré ahí para cuidarte.

—Lo siento, es la costumbre... ¡Pero vi a Rena!

—Sí, he pedido que la manden a traer. — Alcanza a decir antes que vuelva a salir su prometida corriendo. Gruñe y la persigue pensando en lo rápida que es y en lo que podría llegar a ser si tuviese entrenamiento militar.

Orihime dobla una esquina que da a la entrada principal y se queda estática, viendo a una mujer de su edad más o menos, pero más bajita y pelo oscuro. Detrás de ella hay un hombre alto de corto pelo rubio y bastante pálido y poco desnutrido, de seguro sacrificándose a sí mismo por el bien de su esposa. Lo que la ha dejado así no es la pareja sino lo que lleva en sus brazos: un bebé.

No se había dado cuenta que había contenido el aire hasta que se oye jadear de alivio. Los ojos empiezan a humedecerse por la necesidad de llorar, contenta de darse cuenta que estaba a salvo.

—¡RENA! — Vuelve a correr, llamando la atención de la servidumbre, soldados que pasan por ahí y de la pareja escoltados por el lancero Ikkaku. — ¡RENA!

El primer grito había bastado. El bebé de un año con el corto pelo verde clarito y ojos castaños como los de Orihime, mueve su cabeza con inquietud, queriendo encontrar a la dueña de esa voz que siempre la ha cuidado de manera maternal a pesar de ser hermanas. En cuando la encuentra corriendo hacía ella, extiende sus bracitos y manitas como exigiendo que la suelten y así ir con ella.

Por fin Orihime se siente completa otra vez, solo le bastó tomar a su hermana entre los brazos y llorar de alivio mientras la aferra en su pecho y oculta su rostro en aquel pelo color peculiar que le recuerda a los limones y la primavera. La escucha exclamar muy contenta "Hime, Hime" sin parar mientras pone las manitas en su cuello y cara.

—Mi bebé, mi alegría. — Repite con un tono que habla de alivio puro. Le besa la coronilla. — Ya todo pasó. Ahora vamos a tener una vida mejor. — Mira a la pareja responsable de haber cuidado a Rena luego de su huída y la hayan traído de vuelta con ella. Abraza a la mujer. — Gracias Momo. Gracias Kira.

—No tiene que darlas, Su Majestad. — Dice la mujer de nombre Momo.

—Con gusto daríamos nuestra vida por usted y la princesa Rena. — Asegura Kira.

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