Capítulo 3: Lo que hay bajo la ropa.

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Lentamente abre los ojos y lo primero que vio fue el escudo de la familia imperial en el techo de la carpa, pudo sentir las cálidas pieles debajo de ella y la capa del emperador cubriéndola como si fuera él mismo quien le brindara aquel calor.

—¡Princesa! —Hinako se acerca a ella en cuanto nota que está había recobrado el conocimiento. — ¿Se encuentra bien? ¿Algo le duele? —Pregunta de forma maternal que la aturde un momento al no conocer aquel cariño.

—Estoy bien señora Hinako. –Respondió Orihime con voz baja. — Y recuerdo haberle pedido que me llamara por mi nombre.

—¡Mi Dios, lo olvide! Pero es que estaba tan preocupada cuando el teniente Ikkaku te trajo aquí. —La toma de la mano y unas lágrimas se asomaron por sus ojos, apenas la conocía hace unos días pero ya le ha la tomado mucho cariño a la muchacha.

—Lo siento mucho, no fue mi intención preocuparte. —Le dijo con sinceridad mientras sonreía. — ¿Cuánto tiempo he dormido?

—Cerca de medio día, cariño.

—¡¿Tanto tiempo?! ¡Debo ir a la enfermaría! —salta de la cama sorprendida, pero un mareo repentino la descolocó y cae de sentón en el colchón.

—Por favor no se levante señorita Orihime. —Richiro entro en ese momento con una taza humeante. —Le he traído un té, le ayudará. Tiene mucha azúcar. —Richiro no se sentía capaz de llamar a Orihime por su nombre debido a su trabajo como mayordomo así que por eso había preferido mi lady o señorita.

—Se lo agradezco señor Richiro. —Orihime toma la taza y bebió el contenido, se sentía tibio y reconfortante. — ¿Dónde está su majestad?

—Murmuro algo de sacar la basura y regresar los insectos a su agujero, pero no dijo más.

—Ya veo.-Orihime vio su reflejo en la taza de té un momento y volvió a tomar un sorbo.

—Deberías descansar ahora. — Habla la doncella al verla con intenciones de ponerse de pie.

—Pero la doctora Retsu...

—Ella está al tanto de todo, te atendió más temprano y nos informó que tenías un agotamiento crónico y debías descansar.

—¿No hubo heridos en la revuelta?

—Esta vez no hubo un solo herido de gravedad.

—¿Eh? Quizás suene mal lo que voy a decir pero ¿Por qué?

—Por el esposo de la doctora Retsu.

—¿La doctora Retsu está casada? —Pregunta extrañada, nunca vio un anillo en su dedo o menciono algo al respecto.

—Claro que está casada. — Dijo Hinako con un bufido, como si fuera algo obvio.

—Señorita, hemos lavado el vestido que uso ayer, como no se nublo hoy se seco muy rápido. — Comenta Richiro dejando el vestido perfectamente doblado junto a la joven.

—Muchas gracias. — Responde de forma amable y vuelve su atención a Hinako quien cosía una tela rosada. — ¿Y quién es su esposo?

—El conde Zaraki Kenpachi, capitán del onceavo escuadrón de ataque.

—¡¿Qué?! —Exclama genuinamente sorprendida. Se le ve también un poco de miedo. — ¿Z-Zaraki Kenpachi?

—¿Ha oído hablar de él mi lady? — Preguntaron ambos.

—Sí, en el palacio escuché mucho de él. —Responde. — El monstruo del campo de batalla que nunca ha sido vencido más que una sola vez a manos del mismísimo emperador y su padre; conquistó Quan en solo veinte días, es casi como una leyenda. Mi padre se quejaba constantemente que varios de sus poblados eran tomados por él, pero nunca pensé que estuviera casado. — Dijo pensativamente mientras lleva su mano a su barbilla.

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