Ramen Uzumaki

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La comida es deliciosa. Despierta en las personas infinidad de sensaciones, siendo capaz incluso de llevar al catador a su propio pasado rememorando todo aquello que lo hacía feliz en su infancia. Dentro del arte, el culinario es el que más ha evolucionado a lo largo de los años, cambiando de unas simples hierbas y un poco de carne primero cruda y luego cocinada, a hermosos manjares como un bistec con su preciada guarnición, gamas fritas con arroz tres delicias, el preciado sushi que tan conocido era en el mundo asiático, sobre todo en Japón. Había infinidad de platos y alimentos, pudiendo así dar a los millones de comensales su alimento favorito, sus sabores soñados y deseados.

Dentro del mundo culinario, había una enorme diferencia entre un simple cocinero de un puesto ambulante y un chef de primera categoría. Los chefs más grandes siempre se formaron dentro de las mejores escuelas, tomando las enseñanzas de sus maestros para mejorar en sus platos, creando enorme variedad que incluso haría que la misma reina de Inglaterra deseara seguir comiendo, llenando su estómago con deliciosos manjares que pocos podrían siquiera soñar con probar y mucho menos lograr hacer. Las recetas usadas por los chefs más grandes, contaban con condimentos, alimentos y especias que siempre se abrazaban, se compenetraban y coordinaban sin aplastar el sabor de la otra, solamente realzándolo. Lograr aquello, verdaderamente era complicado para muchos de los cocineros. Cuando más extraño era la especia o alimento a usar, más difícil se volvía conseguir un plato que estuviera dentro de aquellos que eran considerados como de primera clase, los de la cocina alta de los chefs más galardonados.

Sin embargo, la cocina no era juntar todo en solo una olla y esperar. Trabajo. Sudor. Agotamiento. Cuando un chefs era colocado dentro de los mejores, haciendo la comida más deliciosa del mundo, podía ser sometido a estrés y agotamiento constantes, siendo empujado a un trabajo verdaderamente cansado, dejando platos y platos que debían estar dentro de los mejores para poder seguir en la cima. Casi como los deportistas, los chefs debían siempre dar lo mejor de sí mismos para lograr un nuevo plato, para que su restaurante no decayera con malas críticas.

Y aquellos que cocinaban aquellos platos de segunda clase...nunca conocerían aquello...

—¡Un miso ramen por aquí!

—¡¿Puedes traer un poco de shushi aquí?!

—¡Yo quiero un ramen vegetal!

—¡Otro de cerdo para mí!

Aquellas órdenes llegaron a los oídos de un joven cocinero. Cabello rubio dorado. Rostro ligeramente afilado. Piel algo bronceada. Marcas de bigotes en sus mejillas que lo caracterizaban dentro de lo exótico. Este muchacho de quince años era Uzumaki Naruto, un estudiante de secundaria que trabajaba con sus padres en el puesto local del barrio conocido como Ramen Uzumaki, un restaurante familiar especializado en la comida japonesa que su madre abrió cuando era joven, acompañada siempre de su padre. Con ambos fuera por negocios, era el momento del hijo de mantener en pie aquel lugar en aquella hora.

14:00

Una hora punta para los comensales. Gente de negocios. Estudiantes. Empresarios con solo do minutos para comer. ¡Caray, eso era un montón de gente desde luego. Pero Naruto solamente dibujó una sonrisa en so rostro, moviendo el wok con un ágil movimiento de su brazo dominante, el derecho, agitando los fideos con la espátula mientras miraba sobre su hombro. Hoy estaba a rebosar el lugar. Podía oír desde su puesto como la risa de los niños llenaban aquel local que él vio crecer desde niño. Con solamente tres años, ya estaba acompañando a sus padres en la cocina, disfrutando el aroma del ramen y de la complicidad entre sus progenitores.

Su madre, Uzumaki Kushina, había sido una periodista gastronómica en su juventud, pasando a ser una pequeña ayudante de cocina cuando su padre la pidió matrimonio, dejando su trabajo y montando aquel puesto entre los dos desde su juventud.

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